01 marzo, 2010

Un Domingo diferente (R)

En profundo silencio, pensaba cada imagen apreciada durante el día, tanto en el noticiero, como en las mismas calles recorridas. Aquella gran ciudad fue devastada en muchos sentidos. Bencineras colapsadas, sectores completos sin luz y sin agua, edificaciones quebrajadas y destruidas, sin transporte público, sin teléfono, sin cajeros, sin semáforos, sectores incomunicados total o parcialmente, o con intermitencia de señal, supermercados y viviendas saqueadas, ya sea por la desesperación exacerbada de la gente o el mero vandalismo de muchos.

Era un desastre natural, transformado en un desastre humano sin precedentes. La necesidad es algo que se entiende, cuando pasan algunos días y los recursos para subsistir escasean, pero destruir lugares ya destruidos, desabastecer por completo todo en un solo día, es irracional, desmedido, no se justifica con nada. De qué puede servir llevarse un TV plasma o LCD, o zapatillas de marca, lavadoras, línea blanca en general, muebles, equipos de sonido, etc. etc. cuando está todo en ruinas. Más que claro, simple y descarado robo.

Hoy por ejemplo, salimos con un hermano y un sobrino, necesitábamos mercadería, cosas básicas y cotidianas, y como nada funcionaba sin efectivo, fue necesario buscar un cajero, ya sea para obtener dinero, o cargar saldo. Nada funcionaba. Recorrimos varias cuadras, hasta que nos encontramos con un grupo de personas haciendo cola a las puertas de un banco. Cosa curiosa, un tipo vestido de azul hacía las de un portero frente al cajero. Al poco rato, otro tipo se acerca a la puerta, y mientras se aproxima, recibo un llamado telefónico, contesto, y mi ángel guardián me avisa que el tipo lleva un cuchillo oculto en su bolsillo derecho. Cambio de posición rápidamente, observo, con un leve y discreto gesto indico lo observado, mientras el tipo se instala en la misma puerta junto al que estaba vestido de azul. La cola cada vez más reducida. Entramos, realizamos la actividad planificada, y nos fuimos al vehículo desde donde me habían llamado para advertirme. Nos subimos, nos fuimos, pensando que alguien tarde o temprano se quedaría solo en esa espera…

También se podía observar gente extrayendo con manguera la bencina desde el mismo depósito bajo tierra, de los servicios de combustible. Insólito, y así muchas otras cosas más.

Ir a un supermercado, ni hablar...

Qué curioso es el ser humano, como aves peleando por el maíz arrojado a granel, devastando y devorando todo a su paso, sin importar un después. Sólo falta que suban los precios de todos los productos y servicios, o que escaseen las cosas, por temor a la reposición de mercaderías.

Mañana será otro día, pero qué enrarecido está todo, ya no se trata sólo de un sismo.

Qué triste.

No hay comentarios.: