En casita, en paz, en plena tranquilidad, en mi escritorio, frente a frete con un monitor y bajo mis manos un pequeño teclado de color negro, una copa de vino a mi izquierda y un montón de tiestos tecnológicos al rededor. Estoy mareado, el alcohol produce ese efecto embriagador, que locura, apenas media copa, y la sensación es ridículamente seductora. La poca costumbre quizás, pero se siente bien.
Y no puedo parar de escribir, ¿que motiva mis dedos?, ¿que cosas hay en este universo compuesto que me podría inspirar en este preciso momento?, no importa pero por ahora, sólo sé que se vienen tres historias complejas que aún las tengo en borrador, y una de ellas, posiblemente la llame "El Desplazador", ¿Qué sucedería de pronto si llegas dos días después a casa, y con otra ropa?, aunque la ropa es intrascendente, porque lo que si importa, es que no lo recuerdas....
Bueno, son ideas, y la imaginación es así. Gracias a ella, podemos hacer cosas que pernoctan en nuestro conocimiento cociente.
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