Introducción:
Una cosa es evidente, no se discute aquello que no importa, porque si realmente algo no es trascendente, simplemente se ignora y desaparece. Pero pensar es infinito y no se compara a un objeto, no tiene precio, no ve conveniencias. Pensar es el único espacio de libertad que realmente tenemos, por siempre, disponible en cada momento y lugar, es portátil y quizás sea lo único verdadero de nuestra existencia. ¿Por qué es así?, quizás eso nunca lo sabremos.
Historia
Eran las cuatro de la madrugada, y repentinamente una vocecita pequeña llamaba. A sus breves añitos, ya era capaz de captar su entorno, tenía la habilidad, aunque aún no lo sabía. Era un infante, limpio, puro y transparente al mundo, sólo inocencia que recién empezaba a caminar por la vida. Una pesadilla repentinamente le despertó. Buscó refugió, y muy cerquita se cobijó, sintió tranquilidad, y prontamente se durmió.
Mientras todos dormían, quién paternamente despertó, también lo procuró, de inmediato, pero no lo consiguió. Sintió en ese mismo momento, un impulso intenso de comunicación, lo cual se transformó rápidamente en un diálogo, pero sin pronunciar una sola palabra, como si estuviese con alguien.
Vio en su mente, entre sombras, la insinuación del brillo de una lágrima en otros ojos nostálgicos. Seguro de que no era sólo su imaginación, era demasiado real, se sintió pésimo también, y pese a la oscuridad, apenas un rostro lejano, aferrado a una almohada vio. Entonces no aguantó más, y a oscuras se levantó. Deambuló de un lado para otro, motivado por su propio dolor y desamparo. Sólo quería abrazarle y quedarse así un momento, nada más, darle paz, sintiendo el desahogo intenso de su propio pesar.
La discusión continuó, acaloradamente por varios minutos, argumentos que iban y venían, donde ambos seres tenían razón. Vio algunos gestos delicados de unas manos, como expresando una explicación, sus dedos estaban abiertos, como queriendo explotar en un sin fin de ideas y preguntas nunca dichas, botando todo de una sola vez, sin compasión, pero siempre manteniendo una buena intensión.
Todo le pareció abstracto en ese minuto, y un repentino mareo se apoderó de su cabeza. Entonces se acostó nuevamente, y sólo vueltas se dio. Por qué tenía que ser así, se decía. Era un desentendimiento absurdo, ajeno a toda razón.
En la oscuridad de la noche, apenas percibía una menuda figura, que en un disimulado sollozo, aferrada a su almohada, por fin se durmió.
Una cosa es evidente, no se discute aquello que no importa, porque si realmente algo no es trascendente, simplemente se ignora y desaparece. Pero pensar es infinito y no se compara a un objeto, no tiene precio, no ve conveniencias. Pensar es el único espacio de libertad que realmente tenemos, por siempre, disponible en cada momento y lugar, es portátil y quizás sea lo único verdadero de nuestra existencia. ¿Por qué es así?, quizás eso nunca lo sabremos.
Historia
Eran las cuatro de la madrugada, y repentinamente una vocecita pequeña llamaba. A sus breves añitos, ya era capaz de captar su entorno, tenía la habilidad, aunque aún no lo sabía. Era un infante, limpio, puro y transparente al mundo, sólo inocencia que recién empezaba a caminar por la vida. Una pesadilla repentinamente le despertó. Buscó refugió, y muy cerquita se cobijó, sintió tranquilidad, y prontamente se durmió.
Mientras todos dormían, quién paternamente despertó, también lo procuró, de inmediato, pero no lo consiguió. Sintió en ese mismo momento, un impulso intenso de comunicación, lo cual se transformó rápidamente en un diálogo, pero sin pronunciar una sola palabra, como si estuviese con alguien.
Vio en su mente, entre sombras, la insinuación del brillo de una lágrima en otros ojos nostálgicos. Seguro de que no era sólo su imaginación, era demasiado real, se sintió pésimo también, y pese a la oscuridad, apenas un rostro lejano, aferrado a una almohada vio. Entonces no aguantó más, y a oscuras se levantó. Deambuló de un lado para otro, motivado por su propio dolor y desamparo. Sólo quería abrazarle y quedarse así un momento, nada más, darle paz, sintiendo el desahogo intenso de su propio pesar.
La discusión continuó, acaloradamente por varios minutos, argumentos que iban y venían, donde ambos seres tenían razón. Vio algunos gestos delicados de unas manos, como expresando una explicación, sus dedos estaban abiertos, como queriendo explotar en un sin fin de ideas y preguntas nunca dichas, botando todo de una sola vez, sin compasión, pero siempre manteniendo una buena intensión.
Todo le pareció abstracto en ese minuto, y un repentino mareo se apoderó de su cabeza. Entonces se acostó nuevamente, y sólo vueltas se dio. Por qué tenía que ser así, se decía. Era un desentendimiento absurdo, ajeno a toda razón.
En la oscuridad de la noche, apenas percibía una menuda figura, que en un disimulado sollozo, aferrada a su almohada, por fin se durmió.
Fin de la discusión.
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