![](https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEi0D7QPYYvg9Tqvje51pC8wws5KedCjjd9S5tnlrVYnUtxpplpxFvdOPxdQ2NScqWth3-NMZwak7k2s0YWNwXENbOKkYVJ6TtShuX2WoOyEdXWa5VMgBMM_34v4RU7t0kmAcNvcdQ/s200/TerremotoValdivia-21mayo1960-en.wikipedia.org.jpg)
Introducción:
El último sismo fuete que más recuerdo, fue aquel, un domingo 3 de marzo de 1985, a las 19:47 hrs., epicentro, Valparaíso, 8 grados, en donde la expresión de espanto en el rostro de las personas se hacía presente, mientras en Santiago el frágil inmueble de la casa donde vivía se desplazaba crujiente de un lado para otro. Imagínense la edad que tendríamos en aquel entonces. Ahora 24 años después, un 27 de Febrero del 2010, 3:34 hrs., con 8,8 grados, se repite la historia con curiosa extraordinaria similitud, siendo el segundo más fuerte, después del ocurrido en Chillán el 24 de Enero de 1939 (foto).
Relato:
Era mi último día en la costa, me había acostado temprano, como nunca. El mar estaba inquieto, hacía un cierto calor enrarecido, me había quedado plácidamente dormido sobre mi costado derecho mirando el mar por una ventana aledaña. De pronto todo se remeció con desenfreno. Al instante, la palabra mágica se vino a mi mente, y dije “calma”. Sin vacilar, nos dirigimos hacia el pasillo, y tambaleantes recogimos a nuestra pequeña, como primera reacción lógica y natural, luego nos vestimos y salimos del habitáculo.
Al abrir la puerta, la imponente piscina parecía una pecera que desbordaba agua por doquier, dejando el piso todo empapado. Las linternas apenas daban lumbre, mientras a ciegas la inquietud de los vecinos se hacía presente.
La edificación vacilante alteró totalmente a los vacacionistas, y en plena oscuridad, todos concurrieron con cierta desesperación a sus vehículos, llevándose sus pertenencias, y empacando lo más rápido posible lo que estuviese a mano. Había niebla, muy oscuro, salvo por la luna, ni luces, ni teléfonos funcionaban. Así estábamos, totalmente incomunicados, a escasos cinco o diez metros del mar, muy cercanos a un roquerío costero, observando desde el balcón el vacilante vaivén del mar. Los más desesperados partían con sus vehículos. Nosotros sólo nos reubicamos ante una posible emergencia, salir a oscuras por la carretera era absurdo.
Cuando la luz del día, marcaba la plenitud visual necesaria, esperamos una hora por lo menos, y con calma nos encaminamos. Mientras volvíamos a Santiago, algunos tacos se producían por el control de tráfico en algunos de los puentes que estaban quebrados o figurados notoriamente, más unos pocos desprendimientos menores en la carretera daban muestra de la magnitud del sismo.
Una vez en Santiago, las noticias ya recorrían el mundo, mientras que en las calles aún se podían observar algunos movimientos de cables, lugares carentes de luz, y semáforos apagados.
Algunos pudieron ver ciertos destellos en el cielo, como emanados desde el suelo, luces de diversos colores, luces que no vimos. Son fenómenos que se dan.
En este minuto, mientras escribo ya en casa, aún incomunicado, siendo las 16:15 hrs. unas pequeñas réplicas se perciben con notoriedad. Seguramente así estará durante toda la tarde.
Bueno es, tener linternas a mano, y tranquilidad en todo momento, es lo mejor, porque donde corran estará igual. La réplica mayor se dará, más temprano que tarde, como una gran señal. Sólo puedo decir que conveniente es, en las alturas estar, siempre tranquilos, observando con calma la luna y el mar.
El último sismo fuete que más recuerdo, fue aquel, un domingo 3 de marzo de 1985, a las 19:47 hrs., epicentro, Valparaíso, 8 grados, en donde la expresión de espanto en el rostro de las personas se hacía presente, mientras en Santiago el frágil inmueble de la casa donde vivía se desplazaba crujiente de un lado para otro. Imagínense la edad que tendríamos en aquel entonces. Ahora 24 años después, un 27 de Febrero del 2010, 3:34 hrs., con 8,8 grados, se repite la historia con curiosa extraordinaria similitud, siendo el segundo más fuerte, después del ocurrido en Chillán el 24 de Enero de 1939 (foto).
Relato:
Era mi último día en la costa, me había acostado temprano, como nunca. El mar estaba inquieto, hacía un cierto calor enrarecido, me había quedado plácidamente dormido sobre mi costado derecho mirando el mar por una ventana aledaña. De pronto todo se remeció con desenfreno. Al instante, la palabra mágica se vino a mi mente, y dije “calma”. Sin vacilar, nos dirigimos hacia el pasillo, y tambaleantes recogimos a nuestra pequeña, como primera reacción lógica y natural, luego nos vestimos y salimos del habitáculo.
Al abrir la puerta, la imponente piscina parecía una pecera que desbordaba agua por doquier, dejando el piso todo empapado. Las linternas apenas daban lumbre, mientras a ciegas la inquietud de los vecinos se hacía presente.
La edificación vacilante alteró totalmente a los vacacionistas, y en plena oscuridad, todos concurrieron con cierta desesperación a sus vehículos, llevándose sus pertenencias, y empacando lo más rápido posible lo que estuviese a mano. Había niebla, muy oscuro, salvo por la luna, ni luces, ni teléfonos funcionaban. Así estábamos, totalmente incomunicados, a escasos cinco o diez metros del mar, muy cercanos a un roquerío costero, observando desde el balcón el vacilante vaivén del mar. Los más desesperados partían con sus vehículos. Nosotros sólo nos reubicamos ante una posible emergencia, salir a oscuras por la carretera era absurdo.
Cuando la luz del día, marcaba la plenitud visual necesaria, esperamos una hora por lo menos, y con calma nos encaminamos. Mientras volvíamos a Santiago, algunos tacos se producían por el control de tráfico en algunos de los puentes que estaban quebrados o figurados notoriamente, más unos pocos desprendimientos menores en la carretera daban muestra de la magnitud del sismo.
Una vez en Santiago, las noticias ya recorrían el mundo, mientras que en las calles aún se podían observar algunos movimientos de cables, lugares carentes de luz, y semáforos apagados.
Algunos pudieron ver ciertos destellos en el cielo, como emanados desde el suelo, luces de diversos colores, luces que no vimos. Son fenómenos que se dan.
En este minuto, mientras escribo ya en casa, aún incomunicado, siendo las 16:15 hrs. unas pequeñas réplicas se perciben con notoriedad. Seguramente así estará durante toda la tarde.
Bueno es, tener linternas a mano, y tranquilidad en todo momento, es lo mejor, porque donde corran estará igual. La réplica mayor se dará, más temprano que tarde, como una gran señal. Sólo puedo decir que conveniente es, en las alturas estar, siempre tranquilos, observando con calma la luna y el mar.