27 octubre, 2009

Mareo (C)

En casita, en paz, en plena tranquilidad, en mi escritorio, frente a frete con un monitor y bajo mis manos un pequeño teclado de color negro, una copa de vino a mi izquierda y un montón de tiestos tecnológicos al rededor. Estoy mareado, el alcohol produce ese efecto embriagador, que locura, apenas media copa, y la sensación es ridículamente seductora. La poca costumbre quizás, pero se siente bien.


Y no puedo parar de escribir, ¿que motiva mis dedos?, ¿que cosas hay en este universo compuesto que me podría inspirar en este preciso momento?, no importa pero por ahora, sólo sé que se vienen tres historias complejas que aún las tengo en borrador, y una de ellas, posiblemente la llame "El Desplazador", ¿Qué sucedería de pronto si llegas dos días después a casa, y con otra ropa?, aunque la ropa es intrascendente, porque lo que si importa, es que no lo recuerdas....

Bueno, son ideas, y la imaginación es así. Gracias a ella, podemos hacer cosas que pernoctan en nuestro conocimiento cociente.






22 octubre, 2009

La casa en la copa (H)

Introducción

Suele ocurrir que se da la oportunidad de estar en lugares únicos, comunes para el resto del mundo, pero que pueden ser especiales por un instante, apreciar su belleza, y encontrar en sus detalles un fragmento de su historia, no por libros escritos, sino por lo que se percibe en ellos. Esta historia, en ningún caso pretende ser una historia de fantasmas, más bién se trata de una breve descripción de aquellas cosas que suceden más allá de nuestros tradicionales sentidos.

Historia

La casa era enorme, poseía un jardín exquisito, con múltiples árboles que daban un techo natural que invitaba a la meditación y al descanso. Su entrada imponente, de varios metros de longitud, totalmente techada, de grueso perfil, podía dar la bienvenida a más de cincuenta vehículos a la vez, en toda su superficie.

Era todo impecable, limpio, perfectamente cuidado. Hogar de algunos pajaritos que revoloteaban y cantaban libres por ahí. Apenas llegaron, recorrió el lugar, de estupenda vegetación, donde se podía respirar tranquilidad. Unas bancas en piedra talladas a mano, al igual que las piletas, hacían del hermoso paisaje la combinación perfecta entre lo sobrio y lo elegante, sin dejar de lado el detalle, perfectamente elaborado a mano en cada rincón.

En la puerta principal, apenas entró, se quedó plasmado frente a un espejo conformado por varios a su vez, que se entrelazaban para dar la bienvenida al visitante, como punto de partida en su elegante sala de estar. Poseía además, un par de estatuas que parecían mirar en todo momento. Sus rostros blancos de fino tallado, eran testimonio mudo de su visita, donde el crujir de las tablas a sus pies, anunciaba en cada paso, su tranquilo caminar.

Largos pasillos se extendía, dando acceso a otras piezas de gran tamaño también. Se aproximó a una de ellas, era una sala de reuniones, en cuyo centro estaba una mesa de gran magnitud, casi diez metros de largo alcanzaba, y sentado a la cabecera un rato se quedó.

Admiraba el prolijo trabajo que se realizaba en aquella época, donde el tiempo parecía no pasar tan deprisa como ahora. Recorrió la casa prácticamente por completo, salvo las habitaciones que se encontraban selladas, por motivos de seguridad. Era contradictorio encontrar ahí un computador, o un teléfono moderno desentonando el entorno.

Varios cuadros, pintados a mano, rellenaban los largos muros, en su mayoría retratos de sus antiguos dueños seguramente, iluminados con la tenue luz del atardecer que atravesaban los vitrales de unos gruesos ventanales multicolores.

Algunas figuras más pequeñas, talladas en madera, y barnizadas en tonos oscuros, adornaban los inmuebles y algunas paredes. Parecían espectros como si fuesen pequeñas gárgolas, que se apreciaban de vez en vez en algún rincón, discretos e inmóviles, pareciendo custodiar celosamente su territorio, abrazados a su propiedad.

Todo parecía portar vida propia, cada rincón, incluso la chimenea que denotaba su falta de uso desde ya hacía mucho tiempo, sin mucha luz, aún así, no daba signos de ser tenebroso, pero sí sombrío. Era simplemente solitario, acogedor y a ratos melancólico.

Algunos visitantes casuales merodeaban el lugar, admirando lo cotidiano, tamaños, formas, colores, texturas, pero no lo que el percibía.

Siguiendo el recorrido, entró en varias de sus habitaciones, en algunas, encontró pianos, antiguos, de salón, añoso, pero en buenísimas condiciones. Entonces se detuvo en una de las salas, tan solo un instante, un exquisito y breve instante, para admirar esa solemne maravilla y meditar un momento. Cerró la puerta de la habitación, era una oportunidad única, grata, acorde a como se sentía en esos momentos. Se sentó un rato, levantó lentamente la tapa que resguardaba el teclado, y extendió respetuosamente sus dedos sobre el piano, y se puso a tocar sin saber nada de música, comenzando con unas pocas notas bajas, en lo profundo de su silencio interior.

Estaba oscuro, pero cálido a la vez, unos focos alumbraban desde los jardines, y las notas musicales fluyeron sin más, parecían cobrar un significado especial, era un momento muy especial. Mientras tocaba, con suavidad, pensaba en el porqué de las cosas, y observaba el sentido de todo lo que nos rodea. Cada cosa tiene su propósito, cada gesto, cada sonrisa, cada detalle, tiene su porqué, incluso las carencias. No siempre hay que entenderlo, a veces solo basta con quererlo, pensaba.

La realidad es tan relativa. Lo que es real para algunos, no lo es para otros, porque los pensamientos, las experiencias, la sabiduría y como se ven las cosas, varían según sus distintos sentidos. Imaginaba entonces, el sentido que tendría el construir una casa enorme como esa. Un cuestionamiento inútil, porque el sólo hecho de estar ahí, bastaba para entender su significado, plasmado en los sonidos del pasado, encerrados como eco en sus pasillos, inaudibles en sus habitaciones y en cada espacio, y pese a ello, sabes que están. Sólo eso bastaba, para entender que lo que se construye alguna vez, sí tiene sentido. La obra queda y trasciende como un mensaje eterno en el tiempo.

La imaginación era poderosa, y vuela libre creando imágenes en su mente que le permitían describir aquello que nunca ha visto. Las sensaciones eran tan reales… que podía tocarlas al viento.

De pronto, pudo ver una figura, tenue, delicada, vestida de negro y delantal blanco, con un delantal, seguramente era una de las nanas que transitaba presurosa con su gorrito blanco portando algo grueso en sus brazos. Después pudo ver unos trajes estilizados, en blancos cuerpos entallados en sus trajes, que colgaban con notoriedad una cadenilla sujetando un reloj desde uno de sus bolsillos, que solían mirar con frecuencia. Eran hombres distinguidos, denotaban cortesía, amabilidad y elegancia, caminaban siempre con un brazo tras sus espaldas. Habian también, mujeres de diversas edades, de largos y entallados atuendos, que se detenían a su lado a escuchar lo que tocaba, pero sin notar su presencia, y mirándose con incertidumbre, algo se preguntaban. Seguramente escuchaban la música del piano, pero no veían a nadie que lo tocara, que contradicción, porque el les veía, pero a su vez, no les escuchaba.

Podía sentir los diversos olores guardados y acumulados por siglos, de cada lugar, algo proveniente del rocío fluctuante del jardín, regado y cuidado con esmero. Algo se preparaba en la cocina, algo se fumaba en el despacho, algunos perfumes se entremezclaban, un piso que era encerado.

Era mucha gente que se movía, sólo en apariencia, ya que se entremezclaban los instantes, mismas personas en tiempos distintos. Como si fuesen secuencias de tiempo, a intervalos relativos. Quizás el mejor ejemplo, es cuando batimos nuestras manos de un lado para otro, frente a la pantalla de un televisor.

Quiso coger una copa, puesta sobre el piano, pero no pudo, era como querer tomar el aire escurriéndose entre sus dedos. No obstante, no desistió, y por un segundo, lo tuvo claro, pudo sentir su solidez momentánea, y lo tocó. El vaso dejado a orillas del piano se inclinó aún más hacia el borde y luego de tambalear un poco calló lentamente al vacío, rompiéndose en diminutos pedazos al llegar al suelo, derramado el rojizo vino que contenía.

Nadie notó lo inusual del accidente, pasando por alto el incidente sin prestar mayor importancia a lo sucedido, salvo una niña pequeña, que con sus brillantes zapatitos negros de charol, se acercó al piano y frunciendo el ceño en la nada le vio.

El le sonrió con ternura, y la niña esbozó también una sonrisa, ladeando su cabeza para ver mejor. Era el único testimonio real que entendió el porqué del vaso roto. No obstante, fue rápidamente retirada por sus padres, dado el peligro de los filosos cristales esparcidos a sus pies, y en brazos se la llevaron. Mientras se iban, ella batía su pequeña manito, diciendo: - Adiós, nos veremos luego. El hombre asintió con una reverencia discreta, y poco a poco, todo se esfumó.

P.D.

Luego de eso, se quedó un instante más, aferrado a su piano, tocando lo incomprensible, un recuerdo que jamás fue desvanecido de su mente, que con mucho cariño lo cuidó, protegiéndole del olvido, porque fue importante, un momento en su vida donde pudo compartir aquello que nunca más dejó.

18 octubre, 2009

Trekking (R2)

El Morado, un lugar absolutamente recomendable para toda la familia. Indudablemente lo mejor es ir bien equipado, y liviano. Así fue, como partimos una travesía sorprendente, un paseo que definitivamente fue mucho menos demoledor de lo que esperaba, y mucho más hermoso de lo que me imaginaba. Cientos de fotos fueron sacadas al lugar, pero ninguna podrá dar un sabor tan real como la de estar ahí.

Sentirse como un niño, jugar en la nieve de la montaña vista casi por primera vez, tan de cerca, tocar su textura, rodar en ella barios metros hasta quedar empapado totalmente, riendo hasta más no poder, gritando al viento que la vida es maravilloza si se sabe tomar de la mano la bondad de la naturaleza junto a personas de bien. Eso no tiene precio.

Era un grupo humano breve, de no más de doce personas, subiendo con la paciencia de quien va a disfrutar un paseo, tan simple como eso. La idea era compartir y disfrutar, mantener el grupo unido o por lo menos a la vista siempre. Todos por igual, manteniendo siempre el espíritu de la prudencia. Caminamos varios kilómetros, gratamente, conversando, bromeando, tirando una talla, sin miramientos de quién es más, quién es menos.

Quien se rezagaba, se ayudaba, quién se adelantaba, esperaba. Muchos jóvenes, grupos estudiantiles, de diversos idiomas se observaban como mandas en ileras a la distancia. Cortesía se respiraba en cada acercamiento, todo el mundo saludaba con una sonriza. Unos niños argentinos nos preguntaban de que país éramos, confusos quizás por la variedad de personas que subían, incluso vi a un hombre con un bebé en brazos, algo curioso.

Las distintas tonalidades del terreno estaban forjadas bajo un cielo despejado, azul, intenso, y sobretodo, limpio, prontamente se vistió de un blanco intenso en la medida que subíamos. Incluso pudimos ver un zorro pasar por encima de la nieve.

Jugamos como niños, enterrados en la nieve hasta las rodillas, con mis compañeros y amigos. Pese al esfuerzo, no había cansancio que mermara tan bellísimo espectáculo de la naturaleza.

Pero basta, las palabras sobran, las imágenes hablan por sí mismas...





16 octubre, 2009

Trekking (R)


Mañana será un día diferente, cada día lo es, habrá mucho espacio por recorrer, una montaña gigante espera a ser conquistada, no sé si lo lograré, pero ahí estaré. Será un día de Trekking, destino, el Morado, a 93 Km. de Santiago en la localidad de Baños Morales, doloroso difícil para mí, pero hermosa fuente natural de más de 3.000 hectáreas de superficie, donde sin duda las fuerzas físicas ya no sólo dependerán de la voluntad, porque el músculo cuando no quiere, no quiere y punto. Pero el entusiasmo está, y mientras esté, con positivismo y alegría, sé que permitirá llegar lejos. Un paso a la vez, sin apuro, con tranquilidad, la idea no es competir, sino disfrutar del paisaje y la compañía de unos pocos amigos.

La creencia de lograr una determinada meta, tal vez sea una ilusión, o una realidad, eso nunca se sabe, porque el futuro es incierto, y depende de tantas cosas. Pero tener fe, no es malo, creerse el cuento y pensar que se puede lograr la cima, es suficiente, y aunque no llegue ni a la mitad de la montaña o un cerro, algo lograré. Por ahora, tendré que subministrarme del equipo adecuado. La hora pasa tan rápido, que el día se va sin más.

En mi incursión anterior, pequé de soberbia, y tomé mi propio camino que por poco me costó caro. Aporrearse en una caída de treinta metros, a cualquiera le cambia la vida. Recuerdo que esa vez me quedé sólo, y pese al dolor, me vi obligado a subir. Difícil fue, pero en mi mente siempre estuvo el recuerdo de todos mis seres queridos. Recordé los buenos momentos, y pensé en los muchos que aún quedaban por vivir. No niego que el pánico se quiso apoderar de mí, pero al final lo logré y pude salir. No caeré, porque hay personas que dependen de mí, que me necesitan, personas por las cuales vale la pena vivir. Y no hablo solamente de la familia.

Así es, y es cierto, hay que puro mirar hacia delante y seguir. Siempre se aprende, y en esta nueva escalada prometo ser más prudente. Yo creo que nadie encadena a nadie, y en este caso voy porque quiero ir, tampoco niego que me da temor, porque será un lugar desconocido para mí. Un amigo sostendrá una mano, si alguien ha de caer, aunque está claro que no siempre es posible estar en todas.

No sé que pasará mañana, nadie lo sabe, las promesas son inciertas en principio, hasta que el tiempo pasa, y se aprecia que en realidad llegado su momento, estas se cumplen.

Aprender, sostener una mano, tener seguridad, son cosas que uno se propone, con la mejor voluntad del mundo. No hay garantías, no hay cadenas, no hay contratos de por medio, no hay ni triunfos ni derrotas, porque el terreno será siempre distinto. Aguantar es el lema, porque una vez arriba, hay que saber volver, sí o sí, como dijo un amigo. No hay más alternativa.

Y es cierto, con cada día uno aprende, y nunca se termina de aprender. Se es fuerte, y se sabe lo que uno vale cuando aprecia todo lo que significa para los demás.

Vamos, no hay que rendirse, me digo. La timidez se me nota, y un amigo me increpa amistosamente, y me dice - “No me dirás que se te hacen los chitecos”, yo le miro, y nos reímos. Me pica, y más ganas me dan de participar en la travesía. Lleno de temores, claro, obvio, porque sé que si soy imprudente puedo afectar a otros, y eso no es razonable.

Bueno, tímido o no, la aventura de la vida espera una vez más, un día a la vez, subiré a la montaña si Dios quiere, hasta donde pueda. Es un paseo, no es competencia, y la idea es encontrar la satisfacción de lograr la cima, la propia.

Temor, siempre, y no me avergüenza en lo absoluto, prefiero la prudencia, porque sé que debo ser responsable y hay gente que me espera de vuelta. Para quienes me conocen realmente, entienden el valor de estas palabras. Está claro que quién no se atreve, no cruza nunca el río, y el que no es prudente, se ahoga. Entonces, hay que buscar siempre un punto de equilibrio, ni mucho que te pases, ni poco que te quedes.

Tranqui, tranqui. La paciencia tiene sus buenos frutos.


Referencia:

http://www.gochile.cl/Activ_s/trekking.asp

14 octubre, 2009

Discusión (P)


Introducción:

Una cosa es evidente, no se discute aquello que no importa, porque si realmente algo no es trascendente, simplemente se ignora y desaparece. Pero pensar es infinito y no se compara a un objeto, no tiene precio, no ve conveniencias. Pensar es el único espacio de libertad que realmente tenemos, por siempre, disponible en cada momento y lugar, es portátil y quizás sea lo único verdadero de nuestra existencia. ¿Por qué es así?, quizás eso nunca lo sabremos.


Historia

Eran las cuatro de la madrugada, y repentinamente una vocecita pequeña llamaba. A sus breves añitos, ya era capaz de captar su entorno, tenía la habilidad, aunque aún no lo sabía. Era un infante, limpio, puro y transparente al mundo, sólo inocencia que recién empezaba a caminar por la vida. Una pesadilla repentinamente le despertó. Buscó refugió, y muy cerquita se cobijó, sintió tranquilidad, y prontamente se durmió.

Mientras todos dormían, quién paternamente despertó, también lo procuró, de inmediato, pero no lo consiguió. Sintió en ese mismo momento, un impulso intenso de comunicación, lo cual se transformó rápidamente en un diálogo, pero sin pronunciar una sola palabra, como si estuviese con alguien.

Vio en su mente, entre sombras, la insinuación del brillo de una lágrima en otros ojos nostálgicos. Seguro de que no era sólo su imaginación, era demasiado real, se sintió pésimo también, y pese a la oscuridad, apenas un rostro lejano, aferrado a una almohada vio. Entonces no aguantó más, y a oscuras se levantó. Deambuló de un lado para otro, motivado por su propio dolor y desamparo. Sólo quería abrazarle y quedarse así un momento, nada más, darle paz, sintiendo el desahogo intenso de su propio pesar.

La discusión continuó, acaloradamente por varios minutos, argumentos que iban y venían, donde ambos seres tenían razón. Vio algunos gestos delicados de unas manos, como expresando una explicación, sus dedos estaban abiertos, como queriendo explotar en un sin fin de ideas y preguntas nunca dichas, botando todo de una sola vez, sin compasión, pero siempre manteniendo una buena intensión.

Todo le pareció abstracto en ese minuto, y un repentino mareo se apoderó de su cabeza. Entonces se acostó nuevamente, y sólo vueltas se dio. Por qué tenía que ser así, se decía. Era un desentendimiento absurdo, ajeno a toda razón.

En la oscuridad de la noche, apenas percibía una menuda figura, que en un disimulado sollozo, aferrada a su almohada, por fin se durmió.


Fin de la discusión.

13 octubre, 2009

Pena (P)

Que falta de respeto, con que autoridad, con que descaro, uno más grande le arrebata de sus manos, un objeto a un niño. El niño indefenso alza sus pequeñas manitos incapaz de recuperar su preciado tesoro, mientras el grande manipula a voluntad el pensamiento del niño, y sin comprender realmente lo que significa un sentimiento verdadero, critica y se mofa, motivado por intereses personales.

El niño, que obviamente miraba al gigante desde abajo, sólo podía esperar la crítica, nada podía hacer, era comprensible, ya que por envergadura física no ganaría.

Era demasiada la distancia para impedirlo, y el intruso simplemente convenció al niño de que su tesoro era tontería. Así lo asumió el niño, observando la lógica de sus palabras embaucadoras, se dejó llevar, como posiblemente en otras ocasiones. El gigante finalmente consiguió lo que quería, e internamente sin que fuese notorio, triunfante se sintió.

Seguramente, el niño crecería, evolucionaría y alcanzaría el olimpo. Pero su preciado e incomprendido tesoro, jamás lo olvidó.

Muchas veces se ve en las noticias como algunos padres explotan los talentos de sus propios hijos, por sus propias carencias, por cosas que no fueron capaces de lograr. O como abusan los más grandes de los más chicos, o como los más astutos embaucan a los más inocentes.

Posiblemente se puede tener todo lo que se quiera en la vida, si así se desea, pero hay cosas invaluables, que no se regalan, que no se compran, que no son públicas, que son tan personales y propias, que nadie tiene derecho a pisotearlas.

De alguna u otra forma, somos seres infantiles, niños eternos en un envase que por razones naturales cede al tiempo, y pese a ello, por siempre existe aquel máximo tesoro que se ha de conservar, que es aquel que encierra nuestra propia niñez. Sin importar lo grande o pequeños que seamos, o a que nivel estamos, nadie tiene derecho a arrebatar de las manos, aquello que se quiere de verdad. No importa lo que sea, un juguete, una joya, un dulce, una pata de conejo, un recuerdo, una carta, un sentimiento.

Pero los niños crecen, y lo mejor que siempre se debe esperar de ellos, es que logren sus sueños, que sean felices, y que si un objeto fue quitado de sus manos, jamás nadie podrá quitar de su mente y de su corazón, sus más hermosos recuerdos.

Qué sí, que no, eso ya no importa, porque de alguna u otra forma, en nuestro interior, invaluablemente, por siempre seremos niños.

03 octubre, 2009

Fiebre (R)

Miraba su carita tierna y enrojecida, tenía tan sólo nueve añitos, y sus manitos extendía, buscando el cobijo de un abracito de su padre, que por unos instantes, más de cerca le quería. Ella hablaba sin parar, cosas cuerdas y otras que no se entendían. Un pañito en su frente, unos medicamentos y paciencia, era lo más acertado que el se decía.

Han pasado ya cuatro días, y aún en fiebre herbía, a veces un poco más, otras un poco menos. Una lucha interna estaba declarada, los buenos se defendían ferozmente de los bichitos malos que en su cuerpo combatían.

Sentado a su lado, le miraba, y mientras le observaba podía recordar sus días, aquellos tan lejanos y que muy presentes en su mente le parecían.

Es increíble, ver como las historias se repiten, de una u otra forma, y pese a sentirse igual, el instinto le sometía, desde madrugada, la noche o el día, a cualquier hora, no importaba, porque en cualquier minuto, al más mínimo ruido, aquel padre se erguía.

Que cansancio mi Dios, que desgano, que dolor, los mismos síntomas y que porfía, en momentos buenos o en aquellos malos, mis manos buscaban siempre su frente, y una ansiedad confusa se entremezclaba en vano. Paciencia siempre repetía, tranquilila y serena, que todo tiene su ciclo, a su señor le decía, porque todo lo que empieza, también termina. Nuevas batallas habrán, nuevos destinos, pero lo cierto es, que como padres siempre estaremos en una infinita vigilia.

Miraba la hora a cada instante, y de pronto, tan sólo un puntito veía. Imaginaba los motivos, pero nada que hacer podía. Un sentimiento paternal fuertemente le inundaba y cauto como siempre seguía.

Los niños son sagrados, sobre todo si son nuestros preciados hijos, aquellos seres bajitos que siempre nos brindan la luz de cada nuevo amanecer que seguía. Un paso a la vez, y al atardecer por fin la fiebre cedía. La batalla iba en buen camino y todo a su curso volvería, tal como alguien dijo alguna vez "que el caudal de un río, puede desviarse, doblegarse, pero tarde o temprano, su rumbo retomaría".

Ya habrán nuevos tiempos, otras oportunidades y otros momentos, por ahora es tarde, la miro en su camita desde cerca y de lejos, con su carita de ángel, mientras, por fin, tranquila dormía. Su cuerpecito ya estaba frío, y mañana sería otro día.

02 octubre, 2009

El Portador (H)

Introducción:

Muchas veces, creemos lo que diariamente vivimos, nuestra rutina, nuestra forma de vida, nuestra existencia tal cual y como la conocemos, pero de pronto, algo distinto sucede y conmociona nuestros sentidos, lo que se lleva consigo ya sea por años, o por generaciones. Tan sólo un pequeño detalle, y todo puede ser diferente, pese a nuestras convicciones, a nuestro entendimiento o a lo que realmente somos.

Historia:

Caminaba en dirección al metro, era un día soleado, tranquilo, como cualquier día, sin mayor contratiempo. De pronto, se aproxima desde el frente por la misma vereda, una mujer, de menuda figura, apariencia sencilla, sin mayor belleza que fuese lo suficiente como para prestarle demasiada atención. Portaba una guagua en brazos, envuelta en una frazada, impecable, con aspecto de recién comprada, parecía haber caminado bastante, pero no denotaba un esfuerzo notoriamente demoledor, pese a que era obvio que ya había transitado bastantes kilómetros a pie. Nada inusual.

Jonas era un hombre sencillo, alegre, siempre positivo, con una vida totalmente común, siempre corto de tiempo por sus actividades, solía caminar muy deprisa, y rara vez se detenía. Pero en ese momento, durante los breves segundos que duró el acercamiento con la mujer, Jonas tuvo una sensación diferente, su visión se perdió en el abismo de sus pensamientos, y en un abrir y cerrar de ojos, de pronto sintió un mareo intenso y se vio observando en dirección contraria a donde iba.

Todo parecía levemente más grande, y sus pasos parecían más cortos, sentía una carga pesada sobre sus brazos, que se encontraban doloridos y agarrotados, cosa que notó al momento que recobraba su conciencia después de un par de segundos desconectado.

Se quedó inmóvil, y volteó lentamente en forma temerosa, vio como se alejaba tras de sí una persona de su mismo aspecto, figura, y vestimenta. Era exactamente igual a el, y se encaminaba hacia el metro a grandes pasos, sin parar. Era totalmente irracional lo que sucedía, al menos para su entendimiento. Estaba enajenado de si mismo, en otro envase y más encima con un bebé entre sus brazos.

Reconoció la frazada que envolvía a la dulce criatura, entonces aceptó plenamente lo sucedido. El como y el por qué, estaban demás en ese minuto, ya que la prioridad era la enorme responsabilidad que sujetaba con sigo.

Lo último que recordaba era la dirección en que iba, y donde estaba, parado, desconcertado aún por el acontecimiento. No podía ir tras de sí, porque su caminar era rápido, y su actual menuda contextura le hacían imposible perseguir lo que era su nuevo cuerpo. Lo extraño, pensaba, es que la otra persona debía estar en las mismas condiciones que el, no obstante, su cuerpo se distanció sin mirar atrás, como si la actividad normal no se hubiese quebrantado, y sólo él, era el único que se percató del cambio sufrido. Trató de gritar, infructuosamente, pero el ruido de la ciudad y la distancia menos cabo su inútil intento.

¿Que hacer?, ¿dónde ir?, en sus actuales condiciones, nadie le creería. Ir a donde se dirigía en esos momentos, cuando todo era normal, parecía la mejor alternativa. Estaba conciente de que no contaba con su documentación habitual, o dinero que acostumbraba para movilizarse. Respiró hondo y procuró calmarse, se sentó al pie de una escalera cercana de un edificio, y procuró buscar entre las ropas, algo que le sirviera. Prontamente revisó una cartera negra que prendía en cima, de aspecto rústico, algo desgastado, más bien parecida a un bolso común y corriente. La revisó meticulosamente, encontrando cosas típicas de mujer, pero ninguna identificación, y sólo algo de escaso dinero.

Sus brazos le dolían, y se sentía extraño, totalmente distinto, su motricidad y equilibrio eran preocupantemente erráticos, por lo que debía continuar con cautela. Por suerte el bebé dormía plácidamente, cosas que sabía, no duraría.

A duras penas, se adaptó lo mejor posible para controlar su nuevo cuerpo, y se dirigió a su destino. Llegó apenas al metro, y se trasladó hasta llegar a la casa de unos tíos, que era su destino original, mientras el bebé aún dormía. Una vez logrado su objetivo, se acercó con cautela, y tímidamente tocó el timbre de la puerta y esperó. Desde el interior salió una mujer, su señora, con una expresión de extrañeza, pero amable, y le preguntó: - Buenas tardes, ¿qué desea?

El hombre se quedó mudo por unos pocos segundos, y dijo su nombre: - Marie, soy yo. La mujer no entendía como una perfecta extraña conocía su nombre, y se inquietó. Llamó a su marido, quién salió al instante, constatando a la mujer.

- La conoces, preguntó Marie con extrañeza, ante lo cual Jonas indicó que no. - ¿Qué sucede, preguntó Jonás con discreción? - No lo sé, ella sabe mi nombre, no te parece extraño.

La menuda mujer, desde la puerta, empezó a describir poco a poco cada etapa de la vida de ambos personajes, con múltiples detalles, y mientras lo hacía, los celos y el temor se apoderaron rápidamente de Marie, que no entendía como una total extraña podía conocer tantos detalles de ella y de su marido.

Jonas, también se inquietó, y en su nerviosismo, se vio envuelto en excusas inútiles que eran ignoradas por ambas mujeres. Prontamente la conversación se transformó en discusión, y pese a la racionalidad que siempre tenían, la desesperación de la desconocida mujer se sobrepuso ante el desentendimiento. Así pasó por lo menos una hora, en que el matrimonio totalmente desconcertado, finalmente le permitió entrar, motivados por el repentino llanto del bebé que aún permanecía en los brazos de la mujer.

Una vez dentro de la casa, se produjo un silencio absoluto, donde sólo el desesperado llanto del bebé, de un par de meses de vida, dio una dirección más productiva al momento, y lo atendieron. Tenía hambre, estaba acalorado, y necesitaba pañales.

Pasaron varias horas, y el dialogo se reestableció. Ya se hacía tarde, y el matrimonio finalmente decidió acoger a la mujer en su casa aquella noche.

Lo más preocupante de todo, era que la menuda mujer no tenía identificación, y no sabía su nombre. Conversaba consigo de igual a igual, con entendimiento absoluto, ante el asombro de Marie, quién a medida que pasaban las horas, se convencía cada vez más de la inusual situación en que estaba su marido.

Estaba claro, habría que hacer los trámites necesarios para identificar y contactar con la familia de la menuda mujer, para no incurrir en un problema mayor. No obstante, estaba claro que se trataba del mismo Jonas, lo cual complicaba la situación.

Al otro día, los tres se levantaron muy temprano, y después de atender al bebé, conversaron nuevamente. Jonas hablaba mucho con Jonas, y Marie no lo podía creer, definitivamente eran la misma persona.

Pero la vida continúa. Así pasaron los días, las semanas, los meses, los años, y los tres convivieron de la mejor manera posible, con la mayor discreción posible respecto al tema, no exentos de problemas, prejuicios, emociones, confusa intimidad, que en ocasiones desconcertaba la armonía del grupo. Mientras tanto, el bebé crecía, y se iba convirtiendo en niño y después en joven, decente, hermoso, muy bien cuidado, pilar fundamental para la existencia de los tres personajes, que con sabiduría, comprensión y profunda inteligencia emocional, lograron sobrellevar su curiosa situación.

Los años se vinieron encima, el niño se hizo hombre, sus progenitores sucumbieron ante el implacable paso del tiempo, y consigo quedó el recuerdo de aquella historia. Había formado familia, y no podía tener hijos en principio, pero después de mucha insistencia por fin lo había conseguido y una linda familia formó. Su hijo creció sano y prodigio, pero tenía un defecto, porque por extrañas circunstancias médicas mudo nació. El médico sólo indicó que un milagro podría devolverle la voz. Tristes los padres quedaron, pero esperanzados se sometieron a la paciencia, y un día, después de 10 años, el niño habló, y ante el asombro de sus padres, el niño dijo: - Mi nombre es Jonas, soy el portador.