29 septiembre, 2009

Semilla (H)

Introducción:

Muchas veces, pasamos por alto aquellas cosas que nos parecen insignificantes, pero basta un detalle, donde todo puede cambiar en cuestión de segundos, y significar toda una existencia, incluso por generaciones. Esta es por ejemplo, una historia de una semilla, que en cierto sentido de la palabra, nos dá un verdadero motivo por el cual debemos cuidarla.

Historia:

Era primavera, sus pasos se hacían sentir entre la espesura de la naturaleza, bajo un cielo claro y despejado, adornado con pomposas nubes que se movían al compás de una suave brisa que se escabullía entre los grandes edificios cercanos, estáticos, rígidos, como gigantes presénciales de la grandeza existente en las minúsculas criaturas circundantes a sus pies. Poseían miles de ojos, y cada uno con pensamiento propio, observando, husmeando lo incomprensible, aquello que a simple vista no se podía distinguir a lo lejos. Un rasgo, un gesto, imperceptible, un mero aparente intercambio, nada inusual, pero en definitiva un suceso. De una a otra mano, una pequeña y aparente insignificante semilla cayó.

Nada parecía cambiar ante el hecho, pero ahí estaba, y todo comenzó a cambiar. Las raíces crecieron rápidas, frondosas e insistentes, las enormes enredaderas se fueron apoderando de los majestuosos gigantes, mientras los observantes sucumbían al transcurso del tiempo. Parecía unos pocos segundos, tan rápido como un pestañar, el sol se ocultaba una y otra vez, haciendo correr el día tras la noche en un eterno circular. Casi como líneas tenues, los diminutos seres se movían, en conjunto, solos, o en sus aparentes coches. Pobres, nunca sabrán que son, o que fueron, salvo aquellos que en un segundo tuvieron en sus manos la semilla que construyó aquel nuevo amanecer.

Mientras los edificios se roían, haciéndose desolados, despedazados, corroídos, doblados y doblegados en su estructura, la naturaleza crecía hasta más allá de sus cimas, inundando de verde todo el lugar, oscureciendo las zonas más bajas, y florecidas.

Habían pasado por lo menos 2000 años, todo había cambiado, el suelo, la atmósfera, el aire, el clima, la vida ya no era como se conocía, porque la semilla se había apoderado de aquel mundo en dónde sólo algunos pudieron perdurar pese al tiempo.

De esos pocos, nietos de los nietos de nietos, conocieron una nueva forma de convivir con el entorno, ya no vivían en aquellas primitivas estructuras creadas a razón de concreto. Solían dormir encapsulados en sus capullos, los mismos que les permitieron perdurar hasta el día que pudieron despertar y que conservaron como parte de su historia conocida, todo génesis para ellos.

Pero todo se escapa a la regla, y la fecunda semilla aún presagiaba la rebeldía, la inconformidad de aceptar lo preestablecido como una verdad absoluta. Por lo que dos de estos investigadores incansables, buscaron en lo más profundo de las peligrosas profundidades de aquel escenario selvático, una única respuesta, que les permitiese encontrar el origen y la razón de su existencia conocida. Se internaron, con equipo especial, tecnológicamente apta para la inclemente temperatura del subsuelo, hasta llegar a fondo, tocando el destruido concreto.

Buscaron por años, y no encontraron nada, no había rastro alguno, pero sabían perfectamente donde encontrarían la respuesta. Esta ahí, como siempre, bajo una raíz de varios kilómetros de ancho, y varios cientos de metros de profundidad, sumergido en la fortaleza de la convicción.

Escarbaron con cautela, con complejas y poderosas máquinas, gruesas y sólidas capas de una extraña naturaleza fecundada sin mayor necesidad de una explicación que la de su propia existencia, era vida, construida pacientemente a través de los años, más poderosa y más viva que el mismo tiempo, pero que con la paciencia de unos pocos años, fue posible descubrir, para revelar su misterio.

Después de muchos intentos, los 7 habitantes destinados para dicha misión, encontraron finalmente la respuesta. Cuando lograron llegar al centro mismo de la semilla, descubrieron lo insólito. Era un capullo herméticamente cerrado, tal y como los que les vieron nacer a los actuales habitantes, dos milenios después.

Trataron de sacarla en todas las formas posibles, sin dañar el capullo, pero este se resistía a salir, estaba atrapado por fuertes raíces que medían varios cientos de metros de espesor, lo que demoró los trabajos realizados por lo menos un par de años más.

Finalmente lograron sacar el curioso capullo, muy similar al resto, pero que denotaba un fuerte brillo en su interior.

Así fue como sometiéndolo a numerosas pruebas, un día finalmente lograron abrir el capullo y liberar su preciado contenido. Era una nueva semilla, que se desprendió de su interior, al suelo calló, y cuando eso ocurrió, todo el lugar quedó en blanco, como la nada misma, todo se rodeaba de una luz absoluta, sin sombras, sin olor, sin sabor, inmensamente silencioso, sin dolor y sin miedo. Fue entonces el día de la eterna paz, tan esperada por algunos, tan temida por otros, la cual duró, exactamente lo que duró mientras lentamente caía en la nada esta nueva semilla, convirtiendo todo en un nuevo renacer.

Al culminar el segundo, que pareció eterno, todo volvió a ser normal, y la semilla volvió a las manos de quién inicialmente la portaba, quién mirando con extrema ternura a los ojos de su receptor, dijo: - No la dejes caer, jamás.

27 septiembre, 2009

Dormir (R)

Introducción:

Dormir es un lujo en estos días, las actividades, las responsabilidades y la constante carrera contra el tiempo, tratando de disfrutar aquellos momentos bellos y dejando atrás los que ya no lo son. En forma irregular nos llega el descanso, y en el entre tanto, se produce lo inesperado, una situación, un pensamiento, un nuevo momento. No se detiene lo que no se puede detener, y mientras miraba una película ensobrado bajo la tranquilidad de la madrugada, imaginaba que podía ver más allá de las paredes, y que otros verían lo mismo que yo, cosa muy común, pero a su vez pensarían en las coincidencias que brotan en aquellas imágenes creadas a razón de otras existencias. Gran diferencia es entre los que pueden recordar y los que olvidan, a fin de cuentas todo tiene una razón de ser, y aunque una película sea sólo eso, es.

Historia:

El insomnio se hacía presente en la lejanía próxima, con la claridad de aquello que no podía ver, cuando de pronto supo interpretar su origen. Permaneció en la tranquilidad de su cálido hogar, cosa que siempre disfrutaba por la paz que le regocijaba, cuando en foma inexplicable visualizó un movimiento cercano, desplazándose de un lugar a otro, con la inquietud de un nómade, como queriendo estar en todas partes a la vez. El tiempo transcurría rápido, y sin más llegó la noche.

Aquel día procuró dormir temprano, el cansancio le rendía, no obstante debió despertar por los típicos motivos paternales. Luego de eso, trató en vano de dormir, y mietras miraba la televisión, su constante diálogo le describía insaciablemene dada actividad del ser que le transgredía en su mente. Era de madrugada y casi era como si pudiese percibir sus pensamientos, tan real como fixticio, tan nítido como borroso a la vez, creía captar que no todo fué como esperaba para el ser, pero si notaba que cumplió cabalmente cada objetivo trazado, menos uno que sólo fué un anhelo momentáneo. Entonces quiso escribir un mensaje que le permitiera confirmar su extraña sensación, pero no se atrevió y simplemente lo expuso de otra forma. Fué una noche larga, donde el merecido descanso se le hacía tan esquivo como el aire entre sus dedos. Pensó y pensó, porque siempre tataba de racionalizar las cosas que le sucedían. Tapó por unos breves segundos su rostros con sus dos manos juntas, y pensó en lo cercano que le parecían ciertas escenas de la pelícual que observaba, un pensamiento que no era propio, porque provenía del otro ser.

Un breve diálogo entonces se produjo sin emitir palabra alguna, bajo la tenue luz de un parpadeo luminoso de su televisor, que duró apenas unos minutos, tan claros como para saber que tan despieto se encontraba. Entonces notó un movimiento de cabeza, y la comunicación se perdió.

21 septiembre, 2009

La cajita de Jahé (H)


Introducción:

Nunca es lo suficientemente tarde o temprano para aprender, y por perfectos que nos creamos siempre se nos escaparán detalles, aunque estos hayan sido antes señalados. Es lo que nos hace más humanos, más cercanos, más dóciles y menos orgullosos.

La voz involuntaria de la inconciencia, nos provoca que el destello de una luz cobijada, se escape de aquella preciada cajita interior, como una señal que nos advierte sobre nuestra incidencia en esta trayectoria de tiempo llamada, vida.

Historia:

Caminando entre la muchedumbre, se encontraba Jahé, un tipo simple de lento caminar, quién portaba sobre sí una cajita poligonal parecida a un cubo. Era un parque de Providencia donde la gente se conglomeraba a celebrar las fiestas patrias. No había escusa para no ir, por tanto acompañó a su familia aquel día, un tanto nublado, pero cálido a la vez. Estaban al aire libre, de gran bullicio, con muchos trajes de huaso, cánticos típicos, escenarios, competencias de baile, una gran variedad de puestos de venta de objetos y juguetes. Unas piletas armonizaban el entorno que contaba con una gran extensión de minúsculas piededrecillas que a sus pies empolvaban sus zapatos, mientras recorría el lugar. Por otra parte el pasto fue su mejor aliado, y en las cercanías de un circo se hizo con su descendencia, donde permaneció como un niño más observando el espectáculo. Así pasaron las horas, en armónica compañía familiar, recorriendo aquel concurrido lugar.

No obstante, para Jahé, era inevitable estar pendiente del discreto bulto que en sus ropas hacía aquella cajita que le acompañaba, por tanto de vez en vez, la revisaba en su bolsillo una y otra vez, deseoso de saber como funcionaba.

Así, mientras la función de circo continuaba, y unos dulces eran arrojados al público, Jahé, sólo pensó por un momento en su cajita, queriendo sacarla, pese a que ya había sido advertido de que no debía ser expuesta bajo ninguna circunstancia donde hubiese público. Pero en su tozudez, Jahé se distrajo, e inconcientemente la sacó de su bolsillo bajo su mano empuñada. Cuando se dio cuenta de su acto, la ocultó rápidamente, y pensó que nadie se daría cuenta. Miró alrededor, tratando de captar si algo había sucedido, pero la gente seguía igual, como si nada.

Que alivio, pensó Jahé, encontrando absurda su preocupación, aunque sabía que quién le había dado aquel preciado objeto, sin grandes conocimientos, poseía de sabiduría, y no en vano le dijo que fuese cauto y humilde en su proceder, porque aquella cajita contenía en su interior la luz vital de su existencia.

Jahé dudó de aquellas palabras, y le inquietaba el destello que se escapaba desde su bolsillo, y siendo imprudente la sacó del envase que la contenía. El destello luminoso era muy notorio, y la gente alrededor, más próxima retrocedió en un reflejo de incertidumbre. El resto se puso de pie, mientras los trapecistas empezaban a caer.

La gente de todo lugar empezó a acercarse, así como muchos otros también desde las se asomaban ventanas de los edificios cercanos para apreciar aquel luminoso fenómeno.

De pronto, la luz de la cajita se hizo más intensa en sus manos, y creció en cuestión de segundos, encegueciendo a los curiosos, hasta que todo desapareció en un entorno blanco absoluto.

Jahé se asustó, y la cajita se soltó de sus manos, la que en ruedo fue cayendo lentamente como si el tiempo estuviese detenido, hasta romperse en el suelo, haciéndose trizas.

La luz se apagó, y todo el lugar volvió a su aparente normalidad. La función continuaba como si nada, y los niños felices seguían disfrutando del espectáculo. Ya no habían curiosos, ni el destello luminoso de la cajita que yacía intacta en el suelo.

Jahé recogió su cajita con extremo cariño, y la miró con ternura, observó alrededor y como nada vio, simplemente la devolvió con sumo cuidado a su bolsillo. Al poco rato se juntó con el resto de la familia y se encaminó hacia su casa. Nada había sucedido!.

Al otro día, Jahé realizó sus actividades normales, no obstante, observó que todas las personas tenían cola. Era curioso, en definitiva, algo había cambiado.

17 septiembre, 2009

Dos Hermanos (R)


Dos hermanos se encontraban en pleno campo, rodeados de vegetación y muchos árboles pino que en su conjunto hacían una gran sombra bajo sus frondosas ramas. Una casita de rústica apariencia, construida en madera y algo de pintura celeste se apreciaba en las cercanías, en conjunto con algunos gruesos troncos talados y leños amontonados por doquier. Era un día diferente, primaveral, en una zona seudo tropical, inundada por el cambio climático que sufría la tierra en aquella época, era un día de Septiembre próximo a ciertas festividades, donde el ajetreo normal de la euforia daba poco pié para un momento de profunda tranquilidad. No obstante, ahí se encontraban los dos hermanos, bajo la tibieza de una lluvia inusual, diferente, e incomprensiblemente presente.

Mientras conversaban afanosamente, recordaban su niñez, sus aventuras, juntos, a sus padres que ya habían partido, a sus familiares, los lugares recorridos, sus juegos, sus penas y alegrías. Era un momento especial, de sinceridad sin más, uno al lado del otro, como siempre, hablando sin mirarse mientras bebían una tasa de café al aire libre.

Era un clima errático, llovía torrencialmente a ratos, y salía sol a la vez, con muchas nubes densas que rápidamente se iban diluyendo y condensando a intervalos de tiempos irregulares.

Tras cada trago de café, vertido en cada jarro, y protegido por sus vestimentas, se daban cita en el mismo lugar cada año, tan sólo para recordar y compartir sus más preciados recuerdos.

Con la lluvia sobre ellos, uno de los hermanos Jho, quedaba totalmente empapado, sin embargo el otro Jheler permanecía seco como si nada. Para ellos, eso no era significativo en lo absoluto, conocían el motivo y entendían perfectamente el porqué de las cosas, sin mayor cuestionamiento absurdo. Para los demás, sin embargo, aquellos que eran próximos al lugar, y que transitaban por un camino cercano a la casa, siempre observaban hacia abajo, pudiendo ver sólo a una persona, creyéndole ermitaño, sin prestarle mayor importancia.

Pero aquel día fue diferente, no solo por el clima destellante, sino porque un niño, que circundaba en su bicicleta por el destartalado camino, repentinamente se volcó, cayendo cuesta abajo en ruedo, hasta quedar detrás de la casa. El niño se llamaba Cloth, era un jovencito de no más de nueve años, blanco, de apariencia sencilla, que siempre gustaba de pasear por el lugar en su vieja bicicleta.

Aturdido, Cloth, tímidamente se asomó detrás de la casa, no había sido detectado debido al ruido de la tormenta, la cual cesaba a ratos en cuestión de minutos.

Puso atención, miró hacia donde sentía una conversación, pero el muchacho sólo vio a Jheler, y tímidamente se le acercó. Con pasos sigilosos, notó que conversaba afanosamente, y se quedó parado al lado de Jheler por unos minutos. El hombre no se percató de inmediato, hasta que de pronto mientras sujetaba su jarro, volteó su mirada, dando un brinco de espanto, ya que nunca recibía visitas en aquel lugar. Se tropezó, y el jarro saltó lejos, quemándole levemente una de sus manos. Cayó al suelo cuando se tropezó con uno de los leños próximos a sus pies, y una vez en el suelo miró al muchacho, que también se había asustado, y le dijo: - ¿Y tú quien eres?. El muchacho le miró con curiosidad, más no desconfió y le dijo su nombre. - ¿Qué haces aquí pequeño? Replicó Jheler, despabilándose de la impresión. El niño, le respondió – ¿Sólo me caí, lo siento señor?, no quise interrumpirlo, lo vi conversando con alguien, pero no a nadie más.

Jheler, al observar la curiosidad natural del niño, se acercó con cuidado y le dijo: - No todo lo que parece es una realidad absoluta, y este lugar no es lo que crees hijo, aquí nada malo te pasará, sólo debes abrir tu mente y comprenderás.

Jheler, le ofreció asiento y le explicó de qué se trataba todo aquello, con paciencia, con ternura, sus palabras tranquilas y serenas convencieron al muchacho de que no había nada que temer, lo cual era cierto.

El niño, sin entender mucho todas sus palabras, frunció el seño, meditó unos minutos y luego dijo – Entiendo señor.

Una vez dicho eso, Jheler desapareció ante los ojos del niño, y todo el lugar cambió rotundamente. La casa se veía más deteriorada y se podía apreciar muchos más árboles talados. Entonces el muchacho se sintió extraño, diferente, pudiendo observar el suelo un poco más distante a sus pies, a su vez que se encontró vestido diferente. Variados recuerdos que no poseía se conglomeraron en su mente como si los hubiera vivido, y muchos recuerdos que no tenía fueron apareciendo en cuestión de segundos.

Cuando concluyó la turbulencia, el niño tenía la apariencia de un hombre joven, de impecable aspecto, y su atuendo estaba totalmente seco y limpio, bajo un clima totalmente caluroso. Miró a su alrededor sin entender mucho lo que pasaba, hasta que de pronto vio al otro hermano, era Jho, y curiosamente le conocía. Se mostró muy amable, se acercó y le abrazó con afecto, diciéndole – Bienvenido Cloth, has pasado el umbral, nadie lo había logrado jamás, ni si quiera nosotros que lo descubrimos, ahora comprenderás realmente lo que te comentaba Jheler.

Cloth, estaba consternado, y taciturno, pero recordaba claramente las palabras de Jheler, de que debía abrir su mente y comprender que no existía nada de que preocuparse, y que él sería el único capaz de ver lo que otros no.

Desde entonces, Cloth se dedicó a ayudar a los demás, gracias al conocimiento que fue adquiriendo a través de lo mejor de cada mundo, y tanto como un hombre o como un niño, se desenvolvió eficientemente en el difícil camino del entendimiento.

Así pasaron los años, y otros también llegaron, pero nunca nadie pudo pasar el umbral que era celosamente custodiado por los dos hermanos, desde hacía ya unos cuantos siglos.

Sólo Cloth podía ver a ambos hermanos, a cada uno en su mundo, separados y juntos a la vez, por un azar de la vida, pero que sin embargo, sin importar el qué, cómo ni cuando, hacía comprender la importancia que tiene, aquella hermosa unificación, llamada, familia.


Pd. Por cierto… Cloth tenía hermano.






14 septiembre, 2009

Antes que nada, Madre (P)

Una mano gentil y generosa se posaba en su rostro candente, que con cierta extrañeza reticente se dejaba llevar por su anhelo, una pronta y clara mejoría. Era un muchacho fuerte, resistiría bien aquel desventurado momento. No obstante la ocación daba pie para que una abnegada madre se quease a su lado unos momentos, pese a sus propias incomodidades. Así, la madre sentada en su cama le miraba con esperanzadora ternura, y aunque el muchacho ya contaba con ciertos años, para ella aún sería su hermoso bebé, fruto de una descisión y un buen camino forjado en la más absoluta convicción de que la vida siempre debe continuar.

El desgano físico les acompañaba en un lugar impecable y muy iluminado por dos grandes ventanales, pero pese a ello el momento era especial, algo distinto y conmovedor, donde algunos recuerdos, juegos, y cuidados daban pie al cariño y la mutua compañia, donde una caricia podía reemplazar a mil palabras en dicho momento.

La fueza interior de una madre siempre se hace presente, aún en las más inóspitas circunstancias, porque un hijo es un hijo, indisolublemente por toda una existencia, un tesoro divino, un regalo de Ds, un preciado fruto que es capaz de superar cualquier dificultad, cualquier duda, cualquier cosa aún siendo la más bella. Un hijo es algo especial, sobretodo para una madre por siempre hermosa, y eterna en lo emocional, en lo afectivo, en su entrega.

La vida nos llenará de momentos una vez más, ya habrán nuevos que compensaran estos que son pasajeros como muchos otros que vendrán, más un hijo de vientre propio es un todo, en una querida y amada eternidad. Que maravillosa es la vida que nos dá tan dichosa oportunidad, de mirar hacia delante los nuevos caminos de un nuevo andar, que sin importar la profundidad de sus hueyas, por siempre nuestros niños serán.

12 septiembre, 2009

Algo positivo (D)

Después de tantas cosas, es siembre bueno ver el lado amable y divertido de la vida, y este es un claro ejemplo de ello:






Y por su puesto su segunda parte:

09 septiembre, 2009

El raciocinio de Verhó (R)



Detuvo su automóvil a unos pocos pasos de un hermoso acantilado, rodeado de naturaleza, y un verdor que ya anunciaba una fresca y renovadora primavera. El lugar elegido no era nuevo, pero aquel día tenía un sabor diferente. Hacía algo de calor, el día estaba totalmente despejado, y los colores alrededor parecían cobrar vida. Entonces miró por algunos breves segundos unos adoquines cercanos a sus pies, y pensó en las proporciones, las distancias, las justificaciones, mientras observaba sus diminutos zapatos. Podía recordar todo, y todo en su vida era claridad, portando en sí tanto los buenos como los no tan buenos recuerdos.

Entonces recapituló en su interior, y sintió nostalgia seguida de rabia, porque trataba de entender lo incomprensible. Tanta información, tanto conocimiento, y no podía desentrañar el puzzle que le presentaba una situación totalmente atípica a lo racional, a lo común, a lo cotidiano. Cómo podía manejar lo inmanejable, en realidad no podía, lo peor de todo es que no había nada malo en su crucigrama, era como tener todas las piezas a la mano y aún así no poder armar el rompe cabezas.

Luchaba lo emotivo con racional, algo que siempre estuvo claro, y que sin embargo en ese instante ya no, y eso le inquietaba. Tal vez era la costumbre de tener el control, de saber como mover las piezas a la perfección, le hacía pensar el por qué invertía involuntariamente tanta energía y tiempo en ello.

Miró los gráciles brotes de hojas de un árbol cercano, no muy grueso, de aspecto limpio y estilizado, que se erguía al lado de una roca, y se dirigió hacia el tocándole sigilosamente con su mano derecha, con sus dedos extendidos, casi juntos entre sí.
Puso atención, y leyó algunos escritos en el tronco, donde encontró varias cosas típicas y una en particular que le llamó la atención, acompañada de un gracioso dibujo.

Pensaba y pensaba mientras caminaba, buscando una esquiva respuesta. El enigmático algoritmo era simple, 2+2=4, no tenía sentido darle más vueltas, estaba claro, es más, porque como dice el dicho: “aquello que no tiene solución, deja de ser un problema”, pero en su pensamiento nunca le abandonaría. Estaba en su espíritu, inquieto, nómade, indómito e investigador, donde todo debía tener algún sentido científicamente explicable, y espiritualmente aceptable.

A fin de cuentas, todos somos diferentes, dificultades, problemas y soluciones siempre existirán, por tanto, “no hay nada que entender, solo hay que querer”.



08 septiembre, 2009

Brisa (R)


Ya atardecía cuando las luces de xenón con sus 6.000 watts de potencia iluminaban desde la cima, dando a la enorme estructura, un esplendor aún mayor de la que poseía. Era una arquitectura conformada por más de 18.000 piezas forjada en hierro, sólida, imponente, inaugurada un 31 de Marzo de 1889.

El viento parisino se hacía sentir con un aroma distinto a lo familiar, pero grato por la emoción de estar en una actividad diferente. El lugar era hermoso, rodeado centros comerciales, luces, turistas, y paseantes de distintas partes del mundo, reunidos ahí con un solo propósito en común, disfrutar las maravillas del entorno.

A casi 276 metros de altura, de un tercer nivel, se encontraba una menuda figura, contemplando hacia el lejano horizonte, con sus manos fuertemente adheridas a los soportes de seguridad, viendo aquella hermosa ciudad a sus pies.

En un momento dado, quiso escuchar su música favorita, y se puso unos audífonos con sumo cuidado. Una vez puestos, dio play al aparato y unos melodiosos son de guitarra confortaban aquel grato minuto de tranquilidad en soledad.

Pasó así un buen rato, hasta que de pronto sintió que alguien le tocaba con suma delicadeza su mano derecha. Volteó rápidamente, pero no vio a nadie cerca, sólo gente a unos cuantos metros, indiferentes y absortos en sus propios asuntos. Frunció el ceño, en señal de análisis, y no le dio mayor importancia, porque lo asoció a su imaginación. Volvió a su música nuevamente, y al poco rato, percibió aquella presencia nuevamente, esta vez, desplazándose lentamente a sus espaldas, como si fuese una brisa helada rebelde a la dirección del viento, causando una sensación de remolino, hasta llegar a su otra mano, tocándola con suma sutileza. La sensación era nítida, no era su imaginación. Volteó lentamente esta vez, queriendo ver con calma aquello que no estaba, pero que sin embargo, se hacía claramente presente. No sintió miedo en lo absoluto, sino al contrario, percibió absoluta tranquilidad, libre, limpia y transparente, que le hizo pensar en que todo estaba bien y en armonía. No dijo nada, más esbozó una discreta sonrisa, y con su visión pegada en el horizonte, sólo mormuró al viento: - “Ves, todo es posible”.

Sus pulsaciones subían lentamente, y un breve escalofrío se iba apoderando de sus sentidos hasta que prontamente se fue transformando en una cálida sensación de tibieza y cobijo. Entonces, cerró sus ojos y mientras un leve pero grato mareo le invadía, pensó en cosas bellas, algunos recuerdos de infancia y de juventud, que en su mente compartió a la nada que le acompañaba. Era un momento especial, único, en dónde no existía soledad, porque en su mente, un diálogo eterno se entrecruzaba con su realidad interior. Era su propio mundo, exclusivo, de nadie más, egoísmo quizás, pero necesario, que no afectaría ni dañaría a nadie. Era un momento sublime, propio, personal y de mucha melancolía.

De pronto, en forma sorpresiva, alguien le tomó por los hombros, provocando un sobresalto inesperado. Era un tipo alto que irrumpía aquel mágico momento, y que intrusamente, indagaba con conspicuas preguntas, entre las cuales, dijo: - ¿Qué miras tanto?, a lo cual sólo recibió una respuesta despabilante: - Nada. Sólo veo la Ciudad. -¿Hablabas… algo… con quién…?

Aquel grato momento había sido quebrantado sin necesidad, y tras un ir y venir de preguntas y respuestas sin mayor sentido, la persona aferrada a sus pensamientos se retiró del lugar y se dirigió hacia los centros comerciales, entremezclándose con el grupo que le acompañaba. El sujeto le siguió con cierta insistencia, siendo majadero en su actuar, disimulando muy bien su ansiedad. Pese a ello, no pudo lograr su objetivo, no le contuvo, quedando unos pasos atrás, y miró con desazón la habilidosa huida.

El imprudente volvió al lugar donde le vio meditar, y en la misma postura trató de entender, miró y miró a su alrededor, y simplemente no vio nada, absolutamente nada que le llamara la atención, y que le diera a entender el motivo de tan profunda meditación.

El menudo personaje, una vez con los demás, compartió con sus amigos y amigas, amenamente, y en algún instante, mientras en su mano portaba una copa, conteniendo un líquido rojizo, volteó hacia el lugar donde estaba, y brindó muy discretamente en señal de satisfacción, por aquel breve instante.

Finalmente todo el grupo volvió a su actividad, continuando con el propósito que los convocaba en ese lugar, y pronto se retiraron.

El tiempo es algo abstracto, y un breve instante, tal vez, sea la magia que todos necesitamos para entender que no estamos solos en esta vida, que existe un mundo interior, donde todo es posible, una realidad diferente, donde la felicidad es bella, donde siempre sentiremos aquella grata presencia, que es nuestra eterna y más dulce compañía.




07 septiembre, 2009

Ver o no ver (H)


Hola Camión, mi buen hermano, mi buen amigo. Pese a que esto es totalmente público, y podría decir esto en un correo privado, pensé prudente compartirlo, que más dá. Sé que han sucedido muchas cosas esta semana, algunas muy tristes para mi familia, y yo ausente de ellos he estado, y de todos, por mis propias responsabilidades. Nunca es fácil ver partir a otros, y siento el no poder estar presente en aquellas ocasiones en que algunos me necesitan.

A veces, parece que nos alejamos, pero no es así, sólo son nuestras obligaciones que nos mueven por caminos diferentes, y aquel tiempo tan preciado, siempre se nos escapa entre los dedos, pero no nos separa, ni mucho menos nos aleja, aunque sí hecho de menos aquellos días en que salíamos.

Bueno, mañana será un día especial para tí, la espera ha terminado, hay que velar por los vivos, y para quién no ve, ahora tiene la esperanza de ver, como nunca antes ha visto. Es un sueño, una ilusión, pero una realidad posible. Ojalá no que ahora vea con sus nuevos ojos no le decepcione, no lo creo, pero lo que si es cierto, que le cambiará la vida. No es sólo la visión, sino el poder ver con otros ojos, no todo es tan blanco y negro, también hay matices, y son bellos por el solo hecho de que pertenecen a aquello que llamamos variedad.

Ruego por tí hermanito y tu familia, porque todo salga bien, y no lo dudes ni por un instante, ahí estaré, en lo posible presente, sino, de alguna manera. No te dejaremos solo, y ojalá todo resulte bien.

Pd. Pese a todo, siempre hay que ser positivos... ánimo brother.

03 septiembre, 2009

Cruzando el Umbral (R)

Introducción: (Por Camión)

Los ojos ven lo que nuestra mente quiere que veamos, simple restrégate los ojos en la noche y sal a caminar sin luz... te divertirás un montón. El stress diario, fatiga y demases, a veces sientes cosas que las ignoras... para mantener tu tranquilidad mental... en un momento de la batalla diaria ... haces una pausa y miras al edificio de enfrente que toda tu vida laboral a estado en el mismo sitio ... incluso viste cuando lo construyeron, es algo conocido común y de repente , te ves tras la ventana de ese edificio mirándote de improviso, eres tu , pero por alguna razón te sabes mas viejo , y lo peor ... es que te vez que te estas viendo,. Estas unido por un lazo pero solo sabes, nada mas... -que sigue?

Historia:

Era un día viernes, día normal de arduo trabajo, de constantes llamadas telefónicas, problemas y soluciones por doquier. Un constante flujo de ir y venir comunicacional que no daba ni un solo instante de respiro. El strees diario que ya se había acumulado durante la semana, se manifestaba en fatiga. No obstante, y pese a todo el agitado golpeteo de botones y voces circundantes, a veces se sienten cosas que por lo general son pasadas por alto. Quizás sea un mecanismo de defensa del organismo, para mantener una cierta tranquilidad mental, como una distracción que nos aleja de la atención, o un olvido que nos permite dejar el dolor. Pero aquel día fue distinto para Mark, quién nunca se desprendía de su concentrada eficiencia laboral.

El joven Mark apoyaba su teléfono contra su hombro, mientras sus ágiles dedos hacían de su mouse un amigo fiel e inseparable, atendiendo a sus usuarios habituales. De pronto, por un segundo, mira a través de la ventana, y ve una figura que al igual que el se encuentra en la misma postura, trabajando, con un teléfono a su costado. Despreocupadamente se devuelve a mirar su pantalla, olvidando por un instante lo que había visto. Una reflexión momentánea, lo distrae nuevamente, y cuando una atractiva chica pasa muy cerca de su lado, se voltea nuevamente. Su mirada la sigue inconcientemente, casi como un reflejo natural, una corta y ajustada falda lo deja clavado nuevamente mirando por la ventana, en donde ve una vez más al mismo tipo, en las mismas similares circunstancias que el.

Se queda mudo unos segundos, y el teléfono se desprende de su cuello, cayendo suavemente entre sus ropas, con una voz al otro lado diciendo - hola! -hola!.

Inquieto, se deshace de sus artilugios tecnológicos y se aproxima lentamente hacia la ventana, con pasos meticulosos intenta no perder de vista al tipo que también hacía el mismo gesto.
En primera instancia, Mark se imaginó un ventanal del tipo espejo en el otro lado de la calle, porque los movimientos eran parecidos a los realizados por el.

Levantó uno de sus brazos, y el aparente reflejo realizó la misma maniobra, no obstante, con un leve retrazo que a Mark le llamó, aún más la atención. La imágen que visualizaba, era la de un tipo mayor, aproximadamente unos 60 años, vestido igual que el, con la misma facha casi, pero usaba barba. También le miraba en la distancia, con la misma expresión de incertidumbre.
Con unos pocos movimientos, Mark se dió cuenta de que no era un simple reflejo como pensaba, era una persona, de extraordinario parecido, pero 20 años mayor, que le miraba.

En cualquier otra circunstancia lo hubiese obviado, como un montón de extrañeses que siempre solía pasar por alto. Pero esta ocasión era distinta, no sólo por lo que observaba, si no que además por la sensación que percibía. Era como si estuviese algún vínculo con aquel extraño.

Era casi la hora del término de la jornada, y una alarma discreta así lo anunciaba. Sin embargo, Mark se quedó ahí pegado a la ventana, sin poder entender el porqué aquel tipo le miraba con tanta vehemencia.

Le hizo algunas señales, y después de un rato le escribió un cartel, decía: -Hola. El tipo al otro lado, desapareció del ventanal. Mark, quedó aún más desconcertado, y ya cuando se dignaba a voltear, apareció repentinamente, con otro cartel respondiendo con el mismo saludo y una pregunta: -Hola, ¿quién eres? Mark rápidamente agarró su plumón y le respondió: - Me llamo Mark, ¿y tú? El tipo abrió los ojos con expresión de asombro y rápidamente le devolvió la pregunta: - ¡Yo también me llamo Mark! Ambos sonrieron levemente, en un gesto casi imperceptible.

Así estuvieron por un rato, comunicados a punta de plumón hasta que a uno se le ocurrió usar el teléfono.

Hablaron por largas horas, cada palabra, cada historia, recuerdos, anécdotas, vivencias eran idénticas, salvo las últimas, en donde Mark no tenía los mismos recuerdos.

Después de corroborar cada entredicho, el segundo Mark le contó como había llegado hasta el trabajo que tenía, el cual no difería mucho del primer Mark.

El segundo Mark, le contaba al primero, que hubo un tiempo en el cual el trabajó en el mismo edificio (del primer Mark), y haciendo las mismas cosas, pero con un inmueble y tecnología más de a cuerdo con su época.

El primer Mark le escuchaba con atención, pareciéndole increhíble la coincidencia. De hecho, el mismo no había trabajado ahí hace 20 años, tenía 40, era un edificio viejo donde estaba, y soñaba con trabajar en el edificio de el frente, que era nuevo y moderno, donde estaba el segundo Mark.
El segundo Mark invitó al primero a visitar su habitáculo de trabajo, y sin mayor contratiempo, el Mark mas joven accedió. Bajó tan rápido como pudo y cruzó la calle, que ya estaba oscura porque era tarde, cerca de las 12:00. Era un edificio ostentoso, impecable, brillaba por sus adornos. Preguntando en el hall, se dirigió al ascensor, las puertas automáticamente se abrieron, mientras una dulce voz femenina le decía -bienvenido, a que piso desea ir?. Piso 30 dijo, y las puertas se cerraron, quedando solo en el ascensor, observando su propia imagen que se reflejaba infinitamente como si estuviese dentro de un caleidoscopio gigante.

Llegando al edificio, las puertas del ascensor se abrieron suavemente, y la voz femenina se despidió - Gracias, que tenga buen día. Al cerrarse, el hombre que vio desde lejos por la ventana se le acercó lentamente, con prudencia y caballerosidad, le dijo - Así que tú eres Mark?, a lo que el más joven respondió, - Mark, igual que tú!. Los dos se quedaron mirando, atónitos por el extraordinario parecido.

El lugar era acogedor, había cómodos sillones y una mesa de centro, un lindo inmueble de madera forrado en cristal.

Ambos se sentaron un rato, y se tomaron unas copas. Conversaron amigablemente toda la noche, hasta que el amanecer dio sus primeros anuncios.

El Mark más viejo, observaba algo muy distinto al Mark más joven. De hecho para él, el edificio de en frente era más nuevo que el suyo, sus añosos sillones, se imaginaba, no podrían compararse a los otros. No obstante, aquél joven lo visitó, aunque sea motivado por la curiosidad, acudió a un lugar olvidado por el tiempo.

Como era posible, ambos en el mismo lugar, pero observaban cosas distintas y contrapuestas, el joven miraba al viejo en un edificio nuevo, y el más viejo observaba al joven en su desgastado habitáculo.

Cuando ya el sol logró iluminar el lugar, todo se esclareció, y la realidad pura cedió ante la luz. Ambos estaban en un edificio en construcción, sentados sobre los cimientos que aún no daban forma definitiva al lugar, que fue erguido sobre un edificio anterior, que fue derrumbado años atrás.

Entonces el más joven se acercó y en un gesto de entendimiento pudo ver su propio destino, aquel que siempre estuvo en sus manos. El más viejo, por su parte, entendió el lazo que los unía, y sin importar lo dicho o hecho, entendió aquel pasado que una vez, sin querer, dejó... su propio yo.