Una mano gentil y generosa se posaba en su rostro candente, que con cierta extrañeza reticente se dejaba llevar por su anhelo, una pronta y clara mejoría. Era un muchacho fuerte, resistiría bien aquel desventurado momento. No obstante la ocación daba pie para que una abnegada madre se quease a su lado unos momentos, pese a sus propias incomodidades. Así, la madre sentada en su cama le miraba con esperanzadora ternura, y aunque el muchacho ya contaba con ciertos años, para ella aún sería su hermoso bebé, fruto de una descisión y un buen camino forjado en la más absoluta convicción de que la vida siempre debe continuar.
El desgano físico les acompañaba en un lugar impecable y muy iluminado por dos grandes ventanales, pero pese a ello el momento era especial, algo distinto y conmovedor, donde algunos recuerdos, juegos, y cuidados daban pie al cariño y la mutua compañia, donde una caricia podía reemplazar a mil palabras en dicho momento.
La fueza interior de una madre siempre se hace presente, aún en las más inóspitas circunstancias, porque un hijo es un hijo, indisolublemente por toda una existencia, un tesoro divino, un regalo de Ds, un preciado fruto que es capaz de superar cualquier dificultad, cualquier duda, cualquier cosa aún siendo la más bella. Un hijo es algo especial, sobretodo para una madre por siempre hermosa, y eterna en lo emocional, en lo afectivo, en su entrega.
La vida nos llenará de momentos una vez más, ya habrán nuevos que compensaran estos que son pasajeros como muchos otros que vendrán, más un hijo de vientre propio es un todo, en una querida y amada eternidad. Que maravillosa es la vida que nos dá tan dichosa oportunidad, de mirar hacia delante los nuevos caminos de un nuevo andar, que sin importar la profundidad de sus hueyas, por siempre nuestros niños serán.
El desgano físico les acompañaba en un lugar impecable y muy iluminado por dos grandes ventanales, pero pese a ello el momento era especial, algo distinto y conmovedor, donde algunos recuerdos, juegos, y cuidados daban pie al cariño y la mutua compañia, donde una caricia podía reemplazar a mil palabras en dicho momento.
La fueza interior de una madre siempre se hace presente, aún en las más inóspitas circunstancias, porque un hijo es un hijo, indisolublemente por toda una existencia, un tesoro divino, un regalo de Ds, un preciado fruto que es capaz de superar cualquier dificultad, cualquier duda, cualquier cosa aún siendo la más bella. Un hijo es algo especial, sobretodo para una madre por siempre hermosa, y eterna en lo emocional, en lo afectivo, en su entrega.
La vida nos llenará de momentos una vez más, ya habrán nuevos que compensaran estos que son pasajeros como muchos otros que vendrán, más un hijo de vientre propio es un todo, en una querida y amada eternidad. Que maravillosa es la vida que nos dá tan dichosa oportunidad, de mirar hacia delante los nuevos caminos de un nuevo andar, que sin importar la profundidad de sus hueyas, por siempre nuestros niños serán.
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