19 marzo, 2009

Pedrito y la manzana


Pedrito era un chico de vida tranquila, sin mayores pretensiones que las de cualquier mortal. De humilde origen, creció basándose en sus propios principios y conocimiento interior.
Un día, al atardecer, bajo la intensidad de la lluvia, Pedrito caminaba por la ciudad, y se detuvo de pronto tras un gran ventanal de una Shopería. Estaba molesto, incómodo, por sentirse mojado, y muy hambriento ya que hacía tres días que no comía, por diversas circunstancias. El cansancio le vencía, debido a un arduo trabajo que debía entregar. Se miró su abrigo empapado, y se sacudió como pudo. Sacó de su bolsillo derecho, un papel blanco desechable, y trato de secarse un poco. Miró con cierto pudor, sus manos húmedas y temblorosas por el frío.

Pedrito se quedó unos instantes en aquel lugar, mirando hacia al suelo, casi con desesperación, donde sólo pudo ver la rotura de uno de sus zapatos, que dejaba entre ver que pronto necesitaría un cambio.

Al poco rato, volteó, y vio a través del vidrio de un loca, encima de una mesa, una estupenda fruta. Era una manzana pequeña, pero con el hambre acumulada le parecía gigantezca. Entonces pensó, que nada pudiese importarle más en ese minuto, que entrar a aquel local, y comerce aquella hermosa manzana. Entonces, ni corto ni perezoso, decidió entrar. No traía mucho dinero, más no quiso despreciar en lo absoluto aquella única oportunidad. Se sentó a la mesa, y observó aquella manzana, correctamente adornada en un bonito plato de color enteramente blanco, tal cual fuese un fino postre. Quiso observar por un instante aquella imágen, porque simplemente le pareció especial, y entonces extendió su mano para cogerla. Nadie le molestaría, pero en ese instante sintió una incomodidad inusual. Sintió nuevamente la humedad de la intensa lluvia, que aún persistía en sus manos, y se retractó. Se sintió suciedad en sus manos y lo hayó impropio.

Su hambre lo atormentaba, no obstante, su conciencia le indicaba que aquel postre le pertenecería a otra persona, por tanto debía dejarlo. - Qué hacer entonces, que era lo que realmente quería o debía hacer.

Al final, el motivo o la necesidad, pensó, son sólo instantes que quedarán por siempre en un recuerdo, y como tal quedarán por siempre, sin importar lo simple, sencillos o breves que estos sean. Lo importante es estar, aun que sea por un momento,con aquello que enmarca tú felicidad para el resto de tu vida.Osea, estar y no estar.

Luego de un largo rato, el hambre y el frío de Pedrito, se fueron diluyendo en la tibieza de sus pensamientos, y cuando encaminó sus pasos hacia la salida, miró nuevamente por aquel ventanal, y pudo observar con mucha nostalgia, como otra persona devoraba, casi sin tino, aquel delicado bocado, pese a haberlo visto primero.

Así fue, alguien gana, y alguien pierde. Pero nunca es como imaginamos, porque en la vida siempre tendemos a pensar que lo que vivimos es lo correcto, y dejamos o tomamos de a cuerdo a lo que creemos en un determinado momento.

Reconocer, un espacio de tiempo mejor, será siempre una tarea incierta, pero viable, donde después de una intensa lluvia, el sol nuevamente brillará, con la merecida cualidad, de haber hecho lo correcto.

En cualquier circunstancia, con cualquier opción, de todas formas se arrepentiría.

Pase lo que pase. La vida siempre continúa..

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