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La felicidad no se busca, simplemente se lleva consigo, y se contagia.
De lado estaba, y mientras la extensión de su mano recorría con extrema delicadeza, la suave tersura de su piel sin despertarla, recogía en su mente una canción en vivo, de Ana Torroja “Mujer contra mujer”.
El profundo silencio de la noche le acompañaba, cuando ya eran más de las dos, irrumpido sólo por unos ladridos que se escuchaban a lo lejos. Quizás porque intentaban comunicar algo, un presagio, una pregunta, o una señal de lo que no se ve, pero que sin embargo, se siente.
Sería instinto natural, tal vez una capacidad cegada intencionalmente para restringir nuestra capacidad. Eso nunca lo sabremos.
Entonces, agudizó sus sentidos, y algo pudo percibir. Fue una noche inquietante, una noche de Jueves, una de esas noches en que si se pone la suficiente atención, se puede sentir el rugir de un mundo vivo, del que no mucho sabemos.
Quince dedos entrelazados bastarían para contar un solo anhelo, pero un solo anhelo bastaría para poder captar los sonidos de este mundo errático y pequeño.
El verdor tranquilo de un atardecer como siempre asombraba, con su música que con nostalgia cautivaba. Pero había que partir, y emprender prontamente el vuelo. El tiempo no se detendría, ni por un instante, y todo fluía sin miramientos, sin esperas, sin trabas, sin rezuelo.
Quería apreciar el paisaje, pero pasaba veloz como un trueno, como rayas tras la gruesa ventana, mientras el pensamiento sobre aquel sol extraño se encaprichaba bajo la música y un sueño.
Aquellos brazos largos, parecían extenderse más allá de lo que vemos, desde lejos, kilómetros eran, omnipotentes en el inmenso espacio, sin más, sin menos.
Pero ya era tarde, como siempre, tarde, inevitablemente tarde, odiosamente tarde, y aún así, todo se convertía en música suave que acompañaba, dibujando el clamor de una frase que con inquietante fuerza se impregnaba, bajo un sol extraño, y sereno.
Creo que una de las cosas simpáticas de la vida, es que nunca te puedes quedar sin movimiento, siempre hay algo, es como si fuese una corriente de agua que te lleva de un lugar para otro y no te deja ni siquiera respirar.
Hay ocasiones en que se desearía tener "tiempo", pero el tiempo es una cosa tan relativa, que no se puede medir, aunque creamos en algo llamado reloj. No se puede detener, no se puede encapsular, acelerar o enlentecer, y todo fluye.
Hay muchas historias pendientes de publicar aún, relatos, narraciones, anécdotas, vivencias, ciencia ficción que crear, y muchas veces cuando despierto a cualquier hora las escribo, ya sea en un papel, en un terminal, en un teléfono, en un dibujo, para no olvidar, la idea, el sueño, la imagen, el pensamiento de aquel segundo, que por algún motivo se desvanece en cuestión de segundos.
Hay tanto por hacer, tantas cosas que escribir, pensamientos e ideas que seguramente fueron apenas un chispazo en este universo complejo llamado mente. Pero ahí están, y ahí seguirán floreciendo.
Si alguna vez tienes una buena idea, no la dejes escapar, su valor tal vez ni siquiera sea llevarla a cabo, y puede que con solo compartirla sea suficiente para que este mundo sea un poco mejor.
Así, el pensamiento fluye, como uno, como un todo, y en él se respira libertad. Después de mucha actividad, donde mucha gente se vio pasar, una breve mirada hacia el cielo oscuro, en silencio luego nada más, y entonces sucede, y por algún motivo desde la ventana, las luces titilan en esta gran cajita mágica, donde el tiempo nunca ha de pasar.
Es cierto, porque después de tanto andar, un rato aquí, un rato allá, impregnado bajo el sol y la luna, lo realmente importante, lo creamos o no, por siempre perdurará.
Inevitable es, y las manos inquietas, finalmente así lo confirmaran, porque con sus líneas incomprensibles, figuras extrañas construirá, como un pequeño laberinto
en una esquina, donde no existe principio ni final, en sus recorridos solo por la inocencia de un muy breve tiempo que no supo esperar.
Así fue, así es, y así será, tres días que reflejan un todo, de aquí a la eternidad.
Muchos de muchos, a menos bastarán, y de esos muchos, aquellos grandes números se reducirán.
Tres grandes esferas son, del cielo amplio y visible, las que vendrán, en cada una de ellas, como capullos se abrirán, y cambiarán todo lo conocido hasta ahora, por algo más cercano a la verdad.
El gran manifiesto no vendrá por la ciencia, aunque apurados los progresos a si mismos se procurarán, intentando descifrar lo codificado, donde nada encontrarán.
Lo tecnológico dará un gran salto, uno como nunca se había visto jamás, involucrados la velocidad, la distancia, lo liviano y pequeño, se unirán, porque tiempo para guardar ya no quedará. Y aunque a manos llenas, de sus bondades recibiremos, la neutralización de los pensamientos hasta el último de los días en vano persistirá, porque ya contenidos en los dueños de sus dueños, no podrán estar más.
Pero todo este avance fascinante no es lo importante, porque más bien, como mero preludio, se quedará, de la mano de aquello que ya no se necesitará tocar más.
Nada será concreto, y entre bandos invisibles aún, ante nuestros propios ojos incrédulos, se pasearán.
De favores de manifiestos, las multitudes sucumbirán, ante la aceptación, la tozudez, la ceguera, y el aprovechamiento, de aquellos grandes y poderosos que como los demás, tampoco a los dueños de sus dueños, verán.
El recipiente será identificado, y en cada uno su señal detectarán, unos pocos serán los privilegiados que a su vez, discretos y en silencio, casi sin saber, continuarán.
Entonces, y solo entonces, dos es el primero de cuatro al final, más uno que antecede, mientras el segundo en la nada se convertirá.
Diez letras tendrán, el orden siguiente que se avecinará, cuando más cerca del final en círculo se convertirá.
El día es impredecible, porque algo inesperado sucederá, en el momento justo en que nuevamente dos y la nada más nada puntualmente se duplicara, terminando el ciclo que concluye regresiva, en otra nada al final.