05 abril, 2011

A Toda Velocidad




La jornada comenzó a las 6:00 AM, un poco más temprano que de costumbre, aún bajo la oscuridad de una madrugada que se inicia como termina, rápida y sin pausas.


Entre colectivo, metro, u otro medio de transporte, se encausó hacia el centro de la ciudad, tan sólo para buscar su chaqueta, arreglar algunas cosas y prontamente continuar con su travesía por el mundo laboral.


Así nace esta historia, como una observación hacia este mundo vertiginoso que nos impulsa a seguir sin desvíos por nuestras responsabilidades y obligaciones, donde el tiempo siempre nos deja sin respirar.


El destino… era estar presente en la ubicación misma de lo encomendado, para muy luego regresar. Mientras, un hombre impaciente discutía en el camino, por unas zapatillas, a la vez que otro le trataba de calmar.


Fue una jornada algo inusual, rodeado en todo momento de quienes reunidos se pusieron fehacientemente a trabajar. Quiso por un momento decir muchas cosas, pero breve y conciso, sólo quiso en un comienzo saludar.


Luego, ya cuando todo fluía, y sin retorno, sólo pensaba en una sola letra que en vano se puso a esperar. Resignado, procuró que la carrera valiera la pena, y que los 13 caballos llegasen a su destino eventual, a un Norte como aquel en que desde su nave le vio un día esperar.


Son cosas propias de un mundo saturado, codificado en un mismo lugar, tan lejos y tan cerca que casi se podía tocar, como si fuese una paradoja, y que obviamente furor ha de dar.


Pero el tiempo no perdona, y un gesto de paciencia no podría esperar, entre lo escueto por sobre lo informal, sobre todo si en los pocos datos no se ve lo que con arrebato se ha de tirar.


Recordó entonces su infancia, y ese mismo pesar, incomprendido, restringido y todo un mundo para volar.


Que tiempos aquellos, se decía, donde la inocencia podía más, una suerte de locura sana que por siglos le ha de acompañar. Pero así es la vida, y nos impulsa a correr, a seguir corriendo una y otra vez más, deambulando como salmones contra la corriente en una vertiginosa carrera que no puede parar.



Así es esta sociedad, tal y como está, todo fluye muy de prisa, y cada día más, tanto así, que lamentablemente no deja los espacios para poder hacer siquiera una pausa, una reflexión o un momento de paz.


Nada se detiene, nada es igual, el pulso se acelera y lo único cierto, es el nerviosismo presente se hace real, por todo lo que se siente cuando todo gira tan cercano en su andar.


Como hubiera deseado una pausa, pero ya no se pudo y ya, todo lo que queda, presente y ausente, rápido pasará, como el soplido del viento, en los ojos buenos de otro mirar.



Si no quedó claro, pues así no más quedará, un día tan cercano, tal cual como otro tan lejos está, donde la distancia es nada, en un mundo inmerso en la mente pensante de quién reniega de su propia velocidad.




PD. Y ya es de noche, una vez más!...


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