14 abril, 2011

Desde una Ventana


Miraba desde la ventana los transeúntes que como hormigas que circulaban por las contaminadas calles del centro de la ciudad, era un atardecer nublado, un tanto triste, desanimado, con anuncios de lluvia. Sus manos entrelazadas tras de sí, denotaban sus dedos inquietos y ansiosos, esperando lo que generalmente no esperaba, su hora de salida, su “libertad”.

Miraba desde la ventana, y observaba a su vez su propio rostro a través del reflejo, y podía apreciar la blancura de sus pensamientos en un tono puro y calmo, desde la altura en que estaba.

Miraba desde la ventana y meditaba en como son las personas, y como todo apuntaba a un patrón común del cual nadie podían escapar. “Sólo piensan en si mismos, acercándose sólo a la luz que les convence, que los mantiene cálidos y vigentes, aquella que más les conviene.

Miraba desde la ventana, como una verdadera selva se ligaba, donde el concepto de competir para salir adelante era lo más importante, donde hay que luchar para desplazar a otros, donde incluso, para entrar a un simple bus, un carro de metro, o en la misma calle, la gente se atropella sin cortesía, sin fianza.

- “No me parece”, pensaba.

Miraba desde la ventana y recordaba con profunda nostalgia, la inocencia de otros tiempos, donde lo profundo no era lo monetario, porque simplemente no existían monedas, todo era escaso y lejano. Recordaba las enormes caminatas de unos pies más nuevos que le permitían avanzar cuadras de cuadras, feliz, en una época en que el verde de los árboles era más verde y tiempo parecía detenerse con el sol de una inocente mirada. Recordaba también los relatos de aquellos más antiguos que corrían descalzos por la escarcha, para ir a un colegio distante a kilómetros, en otro tiempo aún más antiguo, aún más limpio, aún más amigo de lo simple y de lo sencillo que ya descansa.

Miraba desde la ventana, los autos pasar, cada día más veloces, y las gentes alborotadas. Pesaba, que todo pasa tan deprisa, que de menos otros tiempos más calmos extrañaba.

Miraba desde la ventana y pensaba que indudablemente todo cambia, nuevos edificios, nuevas obras, otras artes, nuevos ojos, y nuevas canas. Es algo que llamamos civilización, evolución, prosperidad, crecimiento, unos antes, otros después, desfasados por siempre en el tiempo, generaciones enteras encaminadas. ¿Hacia dónde?, ¿Cuál es su destino?, quizás nunca lo sabremos, o quizás a un destino de esperanza.

Miraba desde la ventana, y escudriñaba en que había vivido un pedacito de aquella luz que por siempre guardó para sí, cristalina y pura como el agua de un manantial, sin darse cuenta que su origen había cambiado, por el sentido práctico de la vida que envuelve a los seres humanos a continuar por la senda elegida, aquella que no te “estanca”, aquella que se deja llevar por la convicción del simple orgullo de ser más que los demás, y no menos de lo que pasa.

Miraba desde la ventana, y podía ver su sueño, envuelto en las imágenes sobrepuestas que invadían su mente, tan nítidas, como el mismo instante en que fueron impregnadas en su ser, en una iteración infinita que se fusionaba a su existencia en una encrucijada.

Miraba desde la ventana, y así estuvo, meditando, pensando y dialogando cosas de la nada, cosas de todo, cosas que permanecían y de cosas que se alejaban.

16:16 PM, de pronto todo se despejó. Una sensación de alivio inmenso en su cabeza le dio alivio, y todo fluyó con una normalidad inesperada.

Poco después, ya había salido, y miraba hacia la ventana, más alta y más inalcanzable, mientras que entre el bullicio se diluía, sin perder aquel sueño que por siempre guardaría, al otro lado de la ventana.

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