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Ayer fue un día especial, maravilloso, después de tanto tiempo, una llamada telefónica, y la noche se extendió fácilmente hasta casi ver el sol de un nuevo día. La treintena se reunía en el hermoso lugar hecho a pulso de uno de los niños, el primero, el más antiguo, que había logrado alcanzar uno de sus tantos sueños, un hogar.
El girante de negro, ya no encorvaba su envergadura como antes, sus pequeños habían crecido, y en algunos casos ya se tenía que empinar. El saludo fraterno, emotivo, y gustoso no podía faltar, la música casi ochentera acompañaba el ambiente que se fue prendiendo sin vacilar. Alegres, dicharacheros, la enorme prole se reunía una vez más, y la satisfacción de verles no sólo más altos, más hermosos, más despiertos frente a la vida, regocijaba en su mente un pensamiento de paz.
Cuatro velas para cada década vivida a falta de una más, era sólo la escusa sin más, porque el anhelo interior de cada uno, no dependía del motivo, más bien de una necesidad. Era el sólo hecho de reunirse, aunque sea de vez en cuando, suficiente como para alimentar el espíritu regocijándolo de verdadera felicidad.
El gigante plateado alcanzó a conversar con casi todos, preciados minutos donde no sólo se encontró con sus palabras, sino también con sus sentimientos que con profunda intensidad respetó, y respetará hasta el final. Uno a uno, los reconcomios afloraban en la inquietud mágica del propio caminar, no solo por lo aprendido en la vida, sino por lo forjado a punta de enormes sacrificios, que de seguro darán sus frutos en un próspero pasar. El gigante vio con orgullo que las hebras de cada hilo tendrían un curso correcto, como mucho esfuerzo en un comienzo, pero con la juventud a favor, llenos de esperanza y vitalidad.
La humedad en los ojos de algunos, sólo encomiaba sinceridad, pensamientos guardados, intensos, contenidos para no desbordar, se daban cita en cada detalle bajo el cariño silencioso que cada minuto dejaba apreciar.
Son pensamientos, son emociones, replanteamientos, decisiones, son el futuro, son el presente de lo que queremos y lo que el futuro nos deparará. Pero sobre todo, los sentimientos por siempre nos acompañarán.
El girante de negro, ya no encorvaba su envergadura como antes, sus pequeños habían crecido, y en algunos casos ya se tenía que empinar. El saludo fraterno, emotivo, y gustoso no podía faltar, la música casi ochentera acompañaba el ambiente que se fue prendiendo sin vacilar. Alegres, dicharacheros, la enorme prole se reunía una vez más, y la satisfacción de verles no sólo más altos, más hermosos, más despiertos frente a la vida, regocijaba en su mente un pensamiento de paz.
Cuatro velas para cada década vivida a falta de una más, era sólo la escusa sin más, porque el anhelo interior de cada uno, no dependía del motivo, más bien de una necesidad. Era el sólo hecho de reunirse, aunque sea de vez en cuando, suficiente como para alimentar el espíritu regocijándolo de verdadera felicidad.
El gigante plateado alcanzó a conversar con casi todos, preciados minutos donde no sólo se encontró con sus palabras, sino también con sus sentimientos que con profunda intensidad respetó, y respetará hasta el final. Uno a uno, los reconcomios afloraban en la inquietud mágica del propio caminar, no solo por lo aprendido en la vida, sino por lo forjado a punta de enormes sacrificios, que de seguro darán sus frutos en un próspero pasar. El gigante vio con orgullo que las hebras de cada hilo tendrían un curso correcto, como mucho esfuerzo en un comienzo, pero con la juventud a favor, llenos de esperanza y vitalidad.
La humedad en los ojos de algunos, sólo encomiaba sinceridad, pensamientos guardados, intensos, contenidos para no desbordar, se daban cita en cada detalle bajo el cariño silencioso que cada minuto dejaba apreciar.
Son pensamientos, son emociones, replanteamientos, decisiones, son el futuro, son el presente de lo que queremos y lo que el futuro nos deparará. Pero sobre todo, los sentimientos por siempre nos acompañarán.
Mis niños, por siempre mis niños, que grandes que están.
Mis niños, mis preciados niños, que grandes estarán.
Mis niños, mis preciados niños, que grandes estarán.
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