Alguna vez deambuló en largos trasnoches, que sin duda le marcaron en cada batalla, en un lugar donde los guerreros de gruesa armadura se apoyaban con familiaridad y entusiata locura. Eran invatibles, aún dejando muchas veces de lado a la familia.
Pero los siglos transcurrieron, aún más voraces que las propias jergas emprendidas.
Miró un instante hacia atrás, y pensó en lo que significaba el volver a sus años, al redil de su esfuerzo y perseverancia. Ya no todos estaban, algunos ya habían buscado sus propios caminos, pero aún prevalecían algunos más antiguos.
Miró un instante hacia atrás, y pensó en lo que significaba el volver a sus años, al redil de su esfuerzo y perseverancia. Ya no todos estaban, algunos ya habían buscado sus propios caminos, pero aún prevalecían algunos más antiguos.
Tal vez, ya no viajaría tan cerca, tal vez viajaría lejos, en alas del gigante mecánico que alguna vez le mostró el camino. Una vez más, se sintió ajeno en aquello que alguna vez le fue tan familiar y pleno.
Entre dos mundos estaba, cada uno jalando el motivo, mientras sus brazos se extendían, y pese a pertenecer más a la enormidad, se dejaría llevar por el destino.
Era víspera de un nuevo año, algo debía cambiar, soltar una mano y prender otra, antes de que el tiempo también le consumiera por completo.
Escuchó, de todo, buenos y malos argumentos, inconformidad y alegría. Gustaba de conocer todos los puntos de vistas, sobretodo los más extremos, porque sabía que en algún punto de los dos mundos, encontraría un centro. Luego la balanza diría su veredicto, y eso determinaría su paso o no, hacia otro ejército.
De vez en cuando se levantaba por los aires, recibiendo elogios y desencantos a raudales. Nada era simple, todo era complejo, para una vida tan sencilla, su tributo sería a bien acogido con ruido y silencio.
Una cosa por otra, y el grado de conveniencia no escapaba de una lógica que nunca procuraba en sus pensamientos. Siempre prefirió estar a gusto, en paz, pese al precio, una vida que lograr en un tiempo que alcanzar nunca pudo, porque en cualquiera de los dos mundos, apremiado siempre estaría con el tiempo.
Qué hacer entonces, dejar que la marea impulse el crecimiento, o procurar a desmedro.
Entre dos mundos estaba, cada uno jalando el motivo, mientras sus brazos se extendían, y pese a pertenecer más a la enormidad, se dejaría llevar por el destino.
Era víspera de un nuevo año, algo debía cambiar, soltar una mano y prender otra, antes de que el tiempo también le consumiera por completo.
Escuchó, de todo, buenos y malos argumentos, inconformidad y alegría. Gustaba de conocer todos los puntos de vistas, sobretodo los más extremos, porque sabía que en algún punto de los dos mundos, encontraría un centro. Luego la balanza diría su veredicto, y eso determinaría su paso o no, hacia otro ejército.
De vez en cuando se levantaba por los aires, recibiendo elogios y desencantos a raudales. Nada era simple, todo era complejo, para una vida tan sencilla, su tributo sería a bien acogido con ruido y silencio.
Una cosa por otra, y el grado de conveniencia no escapaba de una lógica que nunca procuraba en sus pensamientos. Siempre prefirió estar a gusto, en paz, pese al precio, una vida que lograr en un tiempo que alcanzar nunca pudo, porque en cualquiera de los dos mundos, apremiado siempre estaría con el tiempo.
Qué hacer entonces, dejar que la marea impulse el crecimiento, o procurar a desmedro.
Del futuro nunca se sabe, a veces es malo, a veces es bueno. Paciencia, paciencia, ya vendrá, lo que venga y lo que viene consigo.
Sólo queda esperar y ver a que mundo pertenecemos.
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