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Llegaba muy tarde a casa y muy cansado, después de una larguísima jornada, el calor, el trayecto, la ansiedad de la gente, las responsabilidades, el deber y el que hacer. Miles de voces revoloteando temas diversos por doquier.
Ya en casa, después de una buena ducha, y haber cenado gratamente con la familia, se dirigió a su escritorio. Buscaba algo para su pequeña, quién al poco rato se ganó a su lado. Hubo un momento en que la pequeña le habló en un idioma extraño que ya no lograba comprender, le miró, la abrazó con suma ternura, la llenó de besos, le dijo lo siento, no tuvo más opción, debía dormir.
Para alguien que suele dormir a las 02:00 y despertar a las 6:30, estar a las 12:30 así, era inadmisible. Tiempo, tiempo, tiempo.
Se sintió mal por el hecho, y aunque poco frecuente, no le fue indiferente. Hay veces que se desea detener el tiempo y establecer largos y gratos momentos con quienes más quiere, tener esa tranquilidad tan anhelada, pero nada se detiene, nada espera, y todo es movimiento.
Algo ha acelerado el curso de la vida, a tal punto en que la sensación de un suceso largamente esperado, pronto llega. Son esas señales tan perceptibles para todos, creyentes y no creyentes. Sólo basta verse a si mismos para entender como eran y como están ahora.
No quería dormir, sin embargo dormía en su lecho, y aunque habían ocasiones en que no se quiere despertar jamás, dejándose llevar por el sub mundo de un hermoso sueño, se vive aparentemente “despiertos”, en una realidad que supuestamente entendemos, y que aceptamos por la fe que nos mueve hacia lo “tangible” que creemos.
Pero ya es otro día, y así como este nuevo sol que ilumina, la noche se viene tan pronto como ayer, y más lento que mañana, en una lucha constante por lograr alcanzar lo que dejamos, justo en el mismo lugar donde temprano empezamos.
Ya en casa, después de una buena ducha, y haber cenado gratamente con la familia, se dirigió a su escritorio. Buscaba algo para su pequeña, quién al poco rato se ganó a su lado. Hubo un momento en que la pequeña le habló en un idioma extraño que ya no lograba comprender, le miró, la abrazó con suma ternura, la llenó de besos, le dijo lo siento, no tuvo más opción, debía dormir.
Para alguien que suele dormir a las 02:00 y despertar a las 6:30, estar a las 12:30 así, era inadmisible. Tiempo, tiempo, tiempo.
Se sintió mal por el hecho, y aunque poco frecuente, no le fue indiferente. Hay veces que se desea detener el tiempo y establecer largos y gratos momentos con quienes más quiere, tener esa tranquilidad tan anhelada, pero nada se detiene, nada espera, y todo es movimiento.
Algo ha acelerado el curso de la vida, a tal punto en que la sensación de un suceso largamente esperado, pronto llega. Son esas señales tan perceptibles para todos, creyentes y no creyentes. Sólo basta verse a si mismos para entender como eran y como están ahora.
No quería dormir, sin embargo dormía en su lecho, y aunque habían ocasiones en que no se quiere despertar jamás, dejándose llevar por el sub mundo de un hermoso sueño, se vive aparentemente “despiertos”, en una realidad que supuestamente entendemos, y que aceptamos por la fe que nos mueve hacia lo “tangible” que creemos.
Pero ya es otro día, y así como este nuevo sol que ilumina, la noche se viene tan pronto como ayer, y más lento que mañana, en una lucha constante por lograr alcanzar lo que dejamos, justo en el mismo lugar donde temprano empezamos.
Entonces ¿Qué es temprano?...
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