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Todo era brillante y todo le encandilaba, mientras el lejano sol en el
horizonte se ocultaba, caminó varias cuadras, mientras su
rostro se iluminaba, con las caricias de una brisa que ya no le parecía tan lejana. Estaba
sola, aunque sola no estaba.
Miraba a ratos su recuadro y los escritos que portaba, era
lo único tangible ante lo intangible que existía y que sí estaba. Pensó entonces en muchas
cosas, y como hubiese sido todo si los caminos establecidos se hubiesen ido por
una dirección más anhelada.
Quería expresarlo, gritar a los mil vientos, y volar lejos,
como ave libre que busca su alimento, más allá del simple vuelo, y más allá de una simple mirada. Siguió
caminando, y el camino era inmenso, aunque se hizo breve, era claro, aún quería que durara. Lo sabía… Pensó de nuevo... Estaba
sola sí, pero no lo estaba.
Pensó entonces en la música, y eligió con cuidado, escuchó
rápidamente cada una buscando y seleccionando la que más quería, y entre muchas
descartó varias, y entre varias, eligió una, una que le gustaba.
Llegada la noche, y los quehaceres esperaban, siguió su vida
como siempre, como suele ser una vida acostumbrada. Varias horas pasaron, y
entre todo su mente a ratos divagaba, entre música y canto que sus pasos aún le
acompañaban.
Era tarde ya, cuando
sus oídos escuchaban, recordando y pensando en detalles de mundos y tiempos que
anhelaba. Sus manos fueron libres entonces, y como nunca en su imaginación
deambulaban, recorriendo cada rincón, de los pasos cortos que daba.