09 septiembre, 2011

Nitidez



Eran más de las 3:00 AM, después de una agotadora jornada de trabajo, y mientras la velocidad del vehículo encausaba sus pasos hacia el hogar, una amena conversación con el anciano pero estilizado chofer no se dejó esperar.

Luego de un rato, la conversación cesó, y como era de esperarse, tras las escasas horas de sueño, el agotamiento decantó en un hipnotismo cautivador, que con la tranquilidad y seguridad del momento, se tornó gratamente apacible.

De pronto, por un segundo, casi en un estado de somnolencia absoluta, una imagen se vino a su mente…

Era un rostro, increíblemente nítido, como nunca antes había visto, con todos los rasgos propios de la actualidad, hasta el más mínimo de sus detalles. Pudo apreciar que su dedo índice apuntaba con vehemencia a alguién, no por una exigencia, sino más bien por una recriminación. Vestía de negro y una chaqueta rojiza sin mangas, como para aplacar la baja temperatura que sentía su debilitado cuerpo. No había enojo en sus palabras, pese al ceño fruncido y su mirada incisiva que se escabullía por sobre sus lentes pequeños. Algo exigía, era una clara indicación de algo, como una arenga, pero de la cual no se entendía su diálogo desde la distancia. Al frente, un joven medianamente alto y delgado le escuchaba cabizbajo con aparente atención, más algo de paciencia y notorias ganas de que toda aquella amonestación terminara pronto, e irse a sus aposentos. Así le vio.

Parecieron minutos, quizás horas, pero en su estado, devuelta a la “realidad”, tan solo habían transcurrido apenas un par de escasos segundos, como si todo empezara desde un punto antes al último instante en que la conciencia le dejara casi por completo.

Cuando por fin llegó su hogar, bajó del vehículo desplegando su silla de ruedas, con extraordinaria habilidad, y agradecido se despidió del chofer.

Aquella imagen quedó impregnada con una inquietud claridad, y se quedó inevitablemente recordando aquella extraña experiencia. Era una especie de desvinculación de sus limitaciones. Sabía que no podía ser, pero lo cierto es que ahí estaba, y así fué.

Sin duda, sus pensamientos le llevaron donde todo es posible, a un mundo donde la capacidad humana, aún no explorada, puede gozar de la libertad del observador, más allá de lo inimaginable, en un segundo de total..., nitidez.


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