Es curioso cómo se comporta la vida, y como en cuestión de un segundo las cosas suceden.
Después de una jornada totalmente normal, de vuelta a casa, y mientras bajo del colectivo, frente al hogar, el chillido en un auto blanco, conducido por una distraída mujer, doblaba la esquina a alta velocidad, quedando a escasos centímetros del vehículo en que me encontraba.
Miré lo sucedido, sin perder la calma, y no quise olvidar la reflexión del momento mientras buscaba las llaves para abril el portón de mi casa.
Es todo tan raro, pero después de variados sucesos (accidentes), me doy cuenta de que aún no es mi turno. Debo ver, incluso aunque no quiera.
La misión aún no ha concluido, y el desconcierto inunda mi mente.
Buscamos respuestas, pero no siempre tenemos las preguntas adecuadas ante una sabiduría esquiva, en un tiempo en que la vida parece tan frágil, como un pensamiento confuso que fluye por una convicción, generalmente errada, donde una vida se puede apagar, sin siquiera preguntar, en tan solo un segundo.
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