Introducción
Cada día es único, un inicio, incluso este preciso instante en que nos encontramos frente a una pantalla leyendo, y de pronto una idea, un pensamiento se nos viene a la mente, tornamos la vista hacia un objeto, algo sobre la mesa, o cualquier cosa que nos distrae por algunos segundos, dejándonos absortos, suspendidos en el tiempo, cautivándonos hasta que de pronto, sin motivo aparente, nos pararnos de nuestra silla en busca de una nueva dirección.
No es lo último que hagamos lo que prevalece, sino lo primero, porque en definitiva, es lo que de alguna manera, marca nuestras vidas, por siempre.
Pitchers
Era un día viernes, cualquiera, un fin de semana dónde cinco personajes se irían en busca de juerga. Caminaron muchas cuadras, hasta llegar a Plaza Brasil, un lugar cuyas callecitas se encontraba rodeadas de pubs y centros nocturnos. Ruido, música, humo, y mucha cerveza, donde la intensión de cuatro no era la misma que la de uno.
Se adentraron a un segundo piso, algo rústico, lleno de mesas y de personas que buscaban lo mismo, un comienzo de fin de semana para relajarse y conversar bajo el buen incentivo de unas Chelas.
Era temprano, 19:00 hrs. Cuando entraron al local, quedando perfectamente instalados a un costado del piso. Pidieron tres Pitchers para empezar y uno sólo una gaseosa, que les pareció extraño al resto. En fin.
Todo bien, similares edades, uno un poco más joven, conversaron gratamente, cada uno recordando alguna historia, anécdota, salvo uno, que casi en silencio observaba los detalles a su rededor.
Los cinco compartieron una apetitosa Chorrillana, y compartieron gratamente, mientras bebían sus cervezas, y uno su bebida.
Era un momento inusual para uno, muy normal para los otros, y mientras pasaba las horas, el pensamiento de uno se tornaba descriptivo, sin palabras, inundado por su diálogo interior que nunca le abandonaba.
Observó y vio en aquella alegría un destino que obviamente no le pertenecía, uno distinto que para él, que en sus propios pasos pronto desaparecería.
Absurdo o no, con gentileza uno anunció su pronta retirada, tras un par de horas, tal como lo había indicado antes de partir con el grupo. Todos se quedaron extrañados, el asunto en cuestión recién empezaba a entibar, y las miradas se hicieron notorias, en cuestionamientos sin respuestas.
Aún así, su frase fue simple:
“Debo retirarme caballeros, el tiempo sigue su marcha, y otro camino me espera”
Abrazó a sus amigos, salió por la estrecha puerta, sintiendo en un respiro el aire fresco de la calle, algo contaminada y sucia, pero sin tanto humo, en una cuadra que se llenó de gente y risas.
Caminó de prisa, por el sector, un lugar de lujo, uno corriente, y así, varias cuadras, hasta encontrarse en lugares más oscuros y solitarios, donde su diálogo se prendía en lo que quería y lo que tanto deseaba.
Fue grato, sí, lo fue, y de lo bueno poco, suficiente como para saber que aquel otro mundo le esperaba, en otro tiempo, uno que en la distancia, añoraba.
Cada día es único, un inicio, incluso este preciso instante en que nos encontramos frente a una pantalla leyendo, y de pronto una idea, un pensamiento se nos viene a la mente, tornamos la vista hacia un objeto, algo sobre la mesa, o cualquier cosa que nos distrae por algunos segundos, dejándonos absortos, suspendidos en el tiempo, cautivándonos hasta que de pronto, sin motivo aparente, nos pararnos de nuestra silla en busca de una nueva dirección.
No es lo último que hagamos lo que prevalece, sino lo primero, porque en definitiva, es lo que de alguna manera, marca nuestras vidas, por siempre.
Pitchers
Era un día viernes, cualquiera, un fin de semana dónde cinco personajes se irían en busca de juerga. Caminaron muchas cuadras, hasta llegar a Plaza Brasil, un lugar cuyas callecitas se encontraba rodeadas de pubs y centros nocturnos. Ruido, música, humo, y mucha cerveza, donde la intensión de cuatro no era la misma que la de uno.
Se adentraron a un segundo piso, algo rústico, lleno de mesas y de personas que buscaban lo mismo, un comienzo de fin de semana para relajarse y conversar bajo el buen incentivo de unas Chelas.
Era temprano, 19:00 hrs. Cuando entraron al local, quedando perfectamente instalados a un costado del piso. Pidieron tres Pitchers para empezar y uno sólo una gaseosa, que les pareció extraño al resto. En fin.
Todo bien, similares edades, uno un poco más joven, conversaron gratamente, cada uno recordando alguna historia, anécdota, salvo uno, que casi en silencio observaba los detalles a su rededor.
Los cinco compartieron una apetitosa Chorrillana, y compartieron gratamente, mientras bebían sus cervezas, y uno su bebida.
Era un momento inusual para uno, muy normal para los otros, y mientras pasaba las horas, el pensamiento de uno se tornaba descriptivo, sin palabras, inundado por su diálogo interior que nunca le abandonaba.
Observó y vio en aquella alegría un destino que obviamente no le pertenecía, uno distinto que para él, que en sus propios pasos pronto desaparecería.
Absurdo o no, con gentileza uno anunció su pronta retirada, tras un par de horas, tal como lo había indicado antes de partir con el grupo. Todos se quedaron extrañados, el asunto en cuestión recién empezaba a entibar, y las miradas se hicieron notorias, en cuestionamientos sin respuestas.
Aún así, su frase fue simple:
“Debo retirarme caballeros, el tiempo sigue su marcha, y otro camino me espera”
Abrazó a sus amigos, salió por la estrecha puerta, sintiendo en un respiro el aire fresco de la calle, algo contaminada y sucia, pero sin tanto humo, en una cuadra que se llenó de gente y risas.
Caminó de prisa, por el sector, un lugar de lujo, uno corriente, y así, varias cuadras, hasta encontrarse en lugares más oscuros y solitarios, donde su diálogo se prendía en lo que quería y lo que tanto deseaba.
Fue grato, sí, lo fue, y de lo bueno poco, suficiente como para saber que aquel otro mundo le esperaba, en otro tiempo, uno que en la distancia, añoraba.
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