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Todas las voces sonaban al unísono en aquel concurrido lugar, saturando sus sentidos, sin embargo, en la medida que transcurría el tiempo, trató de calmarse y discretamente se puso a observar los rostros de cada persona circundante, sin detectar ningún tipo de gesticulación facial que diera indicio para tal algarabía.
Algo había sucedido, efectivamente, había muchísimas personas, pero en realidad nadie estaba pronunciando palabra alguna, la iglesia, monasterio, punto de encuentro espiritual, o como se llame, era en sí un templo de meditación. ¿Entonces que era todo ese ruido?
Se levantó de su asiento, y se aproximó a un grupo sin interrumpir. Un niño pequeño de no más de siete años, correctamente vestido con su chaqueta ploma e inmaculada camisa blanca, le quedó mirando fijamente, algo dijo siendo acallado inmediatamente por sus progenitores con una sola mirada.
No pasó mucho tiempo y comprendió lo que sucedía, no eran sus voces las que escuchaba en su cabeza, sino sus pensamientos, como si todo fuese un gran panal de abejas alborotado. Al menos, eso creía.
Puso mayor atención, comenzó a descifrar cada “sonido”, separando el ruido ambiental de las voces, y las voces unas de otras. Luego de un buen rato, finalmente pudo enfocar su percepción hacia un solo grupo, y luego hacia una sola persona del resto. Eran evidentes las palabras, en su mayoría, reproches, recuerdos, planificaciones, jolgorio, seducción, anécdotas, peticiones, entre muchas diversas. Temas tan humanos que le parecieron curiosas las coincidencias entre unos y otros.
Hubo cierto grado de regocijo en su apreciación, se sintió poderoso por algunos minutos, más fue discreto y se guardó para sí lo que había descubierto. Quizás se habría desquiciado y sólo estaba imaginando, o tal vez se había activado algún potencial en su cerebro. Como sea, siguió su camino y se dirigió a otros sectores del recinto en que se encontraba.
Así estuvo durante el resto de la tarde, corroborando una y otra vez su insólita experiencia, terminando exhausto al caer de la noche.
Ya cuando volvió a su hogar, era tarde, solo quiso dormir, y a penas entró a su casa se dirigió inmediatamente a su dormitorio, cerró a medias unas cortinas, tumbándose boca abajo sobre la cama. Sentía algo de calor, y un fuerte zumbido en su cabeza se apoderó de sus sentidos, el cual fue mitigando poco a poco hasta desaparecer, quedándose profundamente dormido.
Mientras dormía, tuvo sueños extraños, escuchaba mormullos, seguramente asociado a sus últimos recuerdos.
De pronto despertó sobresaltado a mitad de la noche, desprovisto de sus ropas se levantó de inmediato y se dirigió a la cocina en busca de algo refrescante. Una luz tenue tras de sí iluminaba su camino desde una puerta, reflejando su silueta sobre el inmueble. Le llamó la atención, y miró con atención unos segundos, sacudió su cabeza de lado a lado, y fijó su vista nuevamente en su sombra, constatando la exigua figura de otras que se movían muy despacio. Luego de un instante escuchó ciertos mormullos, sigilosos, provenientes de las sombras que le rodearon cada vez en mayor número.
Por un momento se sintió perturbado, pero su curiosidad pudo más y le contuvo, ya que no percibía peligro. No dijo nada, no preguntó nada, sólo siguió observando con atención por un buen rato. Totalmente solo, entre sombras, una de las siluetas translúcidas se hizo notar, acercándose y haciéndose audible dijo:
- Ven… ven… ven…
El latido en su pecho se hizo cada vez más evidente al punto de ser audible por sobre el resto de los sonidos, se contuvo, tratando de tranquilizar su agitada respiración. Logró mantener la calma y se dejó llevar por la voz que afablemente le guiaba.
- Por aquí, replicaba la voz con suavidad.
Acentuó su audición, y confió sus sentidos a lo que escuchaba, prosiguiendo hasta una especie de nebulosa. No era como una puerta tradicional, más bien era una distorsión que se manifestaba en una esponjosa y suave transparencia, parecida a una gelatina, pero mucho menos viscosa y densa.
Caminó lentamente, dudoso, atravesó la nebulosa siguiendo la voz que le guiaba y de pronto estuvo en otra habitación, definitivamente distinta, otro lugar, muy lejos de donde estaba, más antiguo, lo cual se deducía por el tallado de los muebles, y el piso, de madera, y un piano clásico, que seguramente pertenecía a una casa aferrada a lo tradicional.
Se tomó un instante, y puso rigurosa atención en los sonidos, en cada ruido, en cada voz a lo lejos, y entonces comprendió lo sucedía… Las voces que había escuchado anteriormente, eran las mismas, como si fuese una reverberancia, una extensión de un tiempo pasado y todo lo demás seguramente se trataría de un sueño.
Aferrado a su conclusión, se resistía, y regresó al interior de la habitación, dejando a un lado la voz que le guiaba. En el interior, sólo pudo constatar sombras enlazadas, como si fuesen espectros de figuras alargadas.
Un interruptor se accionó con apuro, encendiendo una luz que provocó un rápido destello que en forma instantánea impulsó a gran velocidad su cuerpo etéreo, siendo devuelto por el mismo lugar desde donde vino, como si fuese jalado por un gran elástico, mientras escuchaba aquella voz que aún le guiaba, diciendo:
- Aún Noooooo!!!
Un ruido estrepitoso y molesto retumbó en sus oídos. El teléfono sonaba sin parar, y en una reacción se volteó a buscar el auricular cayendo tumbado al piso, junto con el aparato que se apagó de inmediato con el golpe. Sintió un profundo alivio a su vez.
Miró la hora en un reloj digital aledaño, era de madrugada 5:40, y la luz del sol ya daba sus primeros indicios de un nuevo día. Intentó recordar el porqué se encontraba en su casa y en la cocina, pero no pudo en principio.
Luego, sobre un sillón cercano, permaneció en total silencio. Ni un alma se escuchaba en las calles, se sintió extraño, enajenado y aún desorientado, se vistió.
El teléfono volvió a sonar con insistencia, lo miró desde donde estaba, pero no contestó.
Aún estaba levemente oscuro y algo nublado. Confuso, se quedó un instante pensativo, conciente de que algo debía recordar. Sin más, recogió algunas cosas y se vistió para salir. Los sonidos ya habían cesado por completo.
El teléfono retumbó nuevamente en sus oídos, y pese a sus dudas, se devolvió a contestar. Lentamente lo puso en su rostro, frunciendo el seño con un dejo de duda, y con cierta desconfianza dijo: - Haló!
Desde el otro lado, con ruidosa interferencia, inmediatamente se escuchó la misma voz profunda y calma que recordaba, diciendo: - Ven… ven… ven…
En una repentina reacción, soltó el auricular, lanzándolo lejos y pese a ello aún podía escuchar aquella voz en su cabeza, que le llamaba.
- ¿Es real todo esto?, se preguntó, pero la respuesta carecía de importancia, era un echo que sólo el podía escuchar esa frecuencia.
Resignado, quiso volver a su vida “normal”, a sus actividades diarias, pues el sol ya prendía sobre los cielos. Sin embargo la voz insistente y el mormullo ya eran parte de su vida, hasta el punto en que su propia voz pudiera seguir su propio destino, uno que no necesitaría guía, uno que está más allá de los sonidos, más allá de lo conocido y más allá de lo meramente auditivo.
Algo había sucedido, efectivamente, había muchísimas personas, pero en realidad nadie estaba pronunciando palabra alguna, la iglesia, monasterio, punto de encuentro espiritual, o como se llame, era en sí un templo de meditación. ¿Entonces que era todo ese ruido?
Se levantó de su asiento, y se aproximó a un grupo sin interrumpir. Un niño pequeño de no más de siete años, correctamente vestido con su chaqueta ploma e inmaculada camisa blanca, le quedó mirando fijamente, algo dijo siendo acallado inmediatamente por sus progenitores con una sola mirada.
No pasó mucho tiempo y comprendió lo que sucedía, no eran sus voces las que escuchaba en su cabeza, sino sus pensamientos, como si todo fuese un gran panal de abejas alborotado. Al menos, eso creía.
Puso mayor atención, comenzó a descifrar cada “sonido”, separando el ruido ambiental de las voces, y las voces unas de otras. Luego de un buen rato, finalmente pudo enfocar su percepción hacia un solo grupo, y luego hacia una sola persona del resto. Eran evidentes las palabras, en su mayoría, reproches, recuerdos, planificaciones, jolgorio, seducción, anécdotas, peticiones, entre muchas diversas. Temas tan humanos que le parecieron curiosas las coincidencias entre unos y otros.
Hubo cierto grado de regocijo en su apreciación, se sintió poderoso por algunos minutos, más fue discreto y se guardó para sí lo que había descubierto. Quizás se habría desquiciado y sólo estaba imaginando, o tal vez se había activado algún potencial en su cerebro. Como sea, siguió su camino y se dirigió a otros sectores del recinto en que se encontraba.
Así estuvo durante el resto de la tarde, corroborando una y otra vez su insólita experiencia, terminando exhausto al caer de la noche.
Ya cuando volvió a su hogar, era tarde, solo quiso dormir, y a penas entró a su casa se dirigió inmediatamente a su dormitorio, cerró a medias unas cortinas, tumbándose boca abajo sobre la cama. Sentía algo de calor, y un fuerte zumbido en su cabeza se apoderó de sus sentidos, el cual fue mitigando poco a poco hasta desaparecer, quedándose profundamente dormido.
Mientras dormía, tuvo sueños extraños, escuchaba mormullos, seguramente asociado a sus últimos recuerdos.
De pronto despertó sobresaltado a mitad de la noche, desprovisto de sus ropas se levantó de inmediato y se dirigió a la cocina en busca de algo refrescante. Una luz tenue tras de sí iluminaba su camino desde una puerta, reflejando su silueta sobre el inmueble. Le llamó la atención, y miró con atención unos segundos, sacudió su cabeza de lado a lado, y fijó su vista nuevamente en su sombra, constatando la exigua figura de otras que se movían muy despacio. Luego de un instante escuchó ciertos mormullos, sigilosos, provenientes de las sombras que le rodearon cada vez en mayor número.
Por un momento se sintió perturbado, pero su curiosidad pudo más y le contuvo, ya que no percibía peligro. No dijo nada, no preguntó nada, sólo siguió observando con atención por un buen rato. Totalmente solo, entre sombras, una de las siluetas translúcidas se hizo notar, acercándose y haciéndose audible dijo:
- Ven… ven… ven…
El latido en su pecho se hizo cada vez más evidente al punto de ser audible por sobre el resto de los sonidos, se contuvo, tratando de tranquilizar su agitada respiración. Logró mantener la calma y se dejó llevar por la voz que afablemente le guiaba.
- Por aquí, replicaba la voz con suavidad.
Acentuó su audición, y confió sus sentidos a lo que escuchaba, prosiguiendo hasta una especie de nebulosa. No era como una puerta tradicional, más bien era una distorsión que se manifestaba en una esponjosa y suave transparencia, parecida a una gelatina, pero mucho menos viscosa y densa.
Caminó lentamente, dudoso, atravesó la nebulosa siguiendo la voz que le guiaba y de pronto estuvo en otra habitación, definitivamente distinta, otro lugar, muy lejos de donde estaba, más antiguo, lo cual se deducía por el tallado de los muebles, y el piso, de madera, y un piano clásico, que seguramente pertenecía a una casa aferrada a lo tradicional.
Se tomó un instante, y puso rigurosa atención en los sonidos, en cada ruido, en cada voz a lo lejos, y entonces comprendió lo sucedía… Las voces que había escuchado anteriormente, eran las mismas, como si fuese una reverberancia, una extensión de un tiempo pasado y todo lo demás seguramente se trataría de un sueño.
Aferrado a su conclusión, se resistía, y regresó al interior de la habitación, dejando a un lado la voz que le guiaba. En el interior, sólo pudo constatar sombras enlazadas, como si fuesen espectros de figuras alargadas.
Un interruptor se accionó con apuro, encendiendo una luz que provocó un rápido destello que en forma instantánea impulsó a gran velocidad su cuerpo etéreo, siendo devuelto por el mismo lugar desde donde vino, como si fuese jalado por un gran elástico, mientras escuchaba aquella voz que aún le guiaba, diciendo:
- Aún Noooooo!!!
Un ruido estrepitoso y molesto retumbó en sus oídos. El teléfono sonaba sin parar, y en una reacción se volteó a buscar el auricular cayendo tumbado al piso, junto con el aparato que se apagó de inmediato con el golpe. Sintió un profundo alivio a su vez.
Miró la hora en un reloj digital aledaño, era de madrugada 5:40, y la luz del sol ya daba sus primeros indicios de un nuevo día. Intentó recordar el porqué se encontraba en su casa y en la cocina, pero no pudo en principio.
Luego, sobre un sillón cercano, permaneció en total silencio. Ni un alma se escuchaba en las calles, se sintió extraño, enajenado y aún desorientado, se vistió.
El teléfono volvió a sonar con insistencia, lo miró desde donde estaba, pero no contestó.
Aún estaba levemente oscuro y algo nublado. Confuso, se quedó un instante pensativo, conciente de que algo debía recordar. Sin más, recogió algunas cosas y se vistió para salir. Los sonidos ya habían cesado por completo.
El teléfono retumbó nuevamente en sus oídos, y pese a sus dudas, se devolvió a contestar. Lentamente lo puso en su rostro, frunciendo el seño con un dejo de duda, y con cierta desconfianza dijo: - Haló!
Desde el otro lado, con ruidosa interferencia, inmediatamente se escuchó la misma voz profunda y calma que recordaba, diciendo: - Ven… ven… ven…
En una repentina reacción, soltó el auricular, lanzándolo lejos y pese a ello aún podía escuchar aquella voz en su cabeza, que le llamaba.
- ¿Es real todo esto?, se preguntó, pero la respuesta carecía de importancia, era un echo que sólo el podía escuchar esa frecuencia.
Resignado, quiso volver a su vida “normal”, a sus actividades diarias, pues el sol ya prendía sobre los cielos. Sin embargo la voz insistente y el mormullo ya eran parte de su vida, hasta el punto en que su propia voz pudiera seguir su propio destino, uno que no necesitaría guía, uno que está más allá de los sonidos, más allá de lo conocido y más allá de lo meramente auditivo.
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