Introducción
Esto lo escribí hace una semana atrás, y es curioso que lo publique ahora, ya que esta simple historia, sin mayores pretensiones, tal vez sea la historia de muchos, o quizás sea la historia de todos.
Discernimientos
Es cierto que muchas cosas en la vida requieren el nutriente básico de la constante retroalimentación, aún así, es asombroso ver como un simple cactus sobrevive con la escasa agua de un rocío, hasta el punto incluso de florecer en el desierto.
Como bien se sabe, mucho se ha hablado de señales en el cielo, de fenómenos de la naturaleza, apariciones, acontecimientos, de fechas que se aproximan, de nuevas que arrasarán con todo lo conocido, y como algunos creen, un nuevo “orden”, etc.
Lo cierto es que independiente que un día sea distinto a otro, existe una sensación interior inconfundible y colectiva que nos alerta, nos hace ver por ejemplo, que tiempo ya no es el mismo de hace unos años, desvaneciéndose los días como si fuesen apenas unos pocos minutos, o que nuestras mentes están más sensibles, abrumadas, saturadas, inducidas a querer creer, incluso por sobre lo que tanto se confía.
Los síntomas pueden ser variados, dolor de cabeza, de espalda, mareos, memoria, distracción, emotividades repentinas, ansiedad, arritmias, ansiedad, etc… El cuerpo sólo responde dando aviso a un estímulo, que no vemos, pero que sí es inminentemente perceptible.
Sólo es cuestión de hacer un ejercicio simple, caminando por la calle por ejemplo, y se podrá apreciar en tan solo una mirada, los diversos envíos que esos otros ser emanan, con o sin tecnología encima que los sature (distractores), humanos y no tanto, sin importar de qué especie se trate, o su condición, sólo es cuestión de saber observar un poco más allá de lo meramente externo, de la cáscara que se oxida, de lo que se pretende v/s lo que realmente es.
Lo concreto, en resumidas cuentas, es lo que verdaderamente portamos en nuestro propio interior, ya sea porque cabe en un bolsillo, en la punta de un alfiler o es tan grande que no lo vemos, porque prende inmenso sobre nuestras cabezas. Todo un mundo en simple grano de tierra.
En cualquier caso, pesa, y con regocijo debemos saber que todo lo vivido, si valió la pena, hasta el último de sus detalles, aquellos que atesoramos y recordamos, o aquellos que olvidamos porque los guardamos. Entonces, si la felicidad y la tristeza no existiesen, el dolor y el goce desaparecerían, y aún así, seguiríamos existiendo, para un fin, un propósito, encausado, guiado, o quizás propio, en libertad plena o en rebeldía, pretendiendo alcanzar metas, buscando respuestas en cientos de lugares, escarbando en lo desconocido, o simplemente ahí mismo donde estamos en este preciso segundo, contemplando aquel horizonte lejano, que encandila nuestros ojos reducidos, mientras pisamos una y otra vez con nuestros pies pequeños, un mundo idealizado, que se va convirtiendo un poco en sal, y un poco en arena.
----------- o ------------
Después de toda esa reflexión, el hombre que estaba de pié sobre los maderos, cogió su caña de pescar, acopió sus canas, y se sentó en su silla de playa, tranquilo, bien abrigado, con su sombrero de ala ancha, y una buena lonchera que le acompañaba, se puso a esperar el amanecer, bajo un resplandor distinto, uno de color rojizo bajo una fuerte brisa, que poco a poco brillaba en el horizonte, entre cúmulos y grandes aguas, anunciando la aparición de un nuevo día, que desde mucho, esperaba.
Esto lo escribí hace una semana atrás, y es curioso que lo publique ahora, ya que esta simple historia, sin mayores pretensiones, tal vez sea la historia de muchos, o quizás sea la historia de todos.
Discernimientos
Es cierto que muchas cosas en la vida requieren el nutriente básico de la constante retroalimentación, aún así, es asombroso ver como un simple cactus sobrevive con la escasa agua de un rocío, hasta el punto incluso de florecer en el desierto.
Como bien se sabe, mucho se ha hablado de señales en el cielo, de fenómenos de la naturaleza, apariciones, acontecimientos, de fechas que se aproximan, de nuevas que arrasarán con todo lo conocido, y como algunos creen, un nuevo “orden”, etc.
Lo cierto es que independiente que un día sea distinto a otro, existe una sensación interior inconfundible y colectiva que nos alerta, nos hace ver por ejemplo, que tiempo ya no es el mismo de hace unos años, desvaneciéndose los días como si fuesen apenas unos pocos minutos, o que nuestras mentes están más sensibles, abrumadas, saturadas, inducidas a querer creer, incluso por sobre lo que tanto se confía.
Los síntomas pueden ser variados, dolor de cabeza, de espalda, mareos, memoria, distracción, emotividades repentinas, ansiedad, arritmias, ansiedad, etc… El cuerpo sólo responde dando aviso a un estímulo, que no vemos, pero que sí es inminentemente perceptible.
Sólo es cuestión de hacer un ejercicio simple, caminando por la calle por ejemplo, y se podrá apreciar en tan solo una mirada, los diversos envíos que esos otros ser emanan, con o sin tecnología encima que los sature (distractores), humanos y no tanto, sin importar de qué especie se trate, o su condición, sólo es cuestión de saber observar un poco más allá de lo meramente externo, de la cáscara que se oxida, de lo que se pretende v/s lo que realmente es.
Lo concreto, en resumidas cuentas, es lo que verdaderamente portamos en nuestro propio interior, ya sea porque cabe en un bolsillo, en la punta de un alfiler o es tan grande que no lo vemos, porque prende inmenso sobre nuestras cabezas. Todo un mundo en simple grano de tierra.
En cualquier caso, pesa, y con regocijo debemos saber que todo lo vivido, si valió la pena, hasta el último de sus detalles, aquellos que atesoramos y recordamos, o aquellos que olvidamos porque los guardamos. Entonces, si la felicidad y la tristeza no existiesen, el dolor y el goce desaparecerían, y aún así, seguiríamos existiendo, para un fin, un propósito, encausado, guiado, o quizás propio, en libertad plena o en rebeldía, pretendiendo alcanzar metas, buscando respuestas en cientos de lugares, escarbando en lo desconocido, o simplemente ahí mismo donde estamos en este preciso segundo, contemplando aquel horizonte lejano, que encandila nuestros ojos reducidos, mientras pisamos una y otra vez con nuestros pies pequeños, un mundo idealizado, que se va convirtiendo un poco en sal, y un poco en arena.
----------- o ------------
Después de toda esa reflexión, el hombre que estaba de pié sobre los maderos, cogió su caña de pescar, acopió sus canas, y se sentó en su silla de playa, tranquilo, bien abrigado, con su sombrero de ala ancha, y una buena lonchera que le acompañaba, se puso a esperar el amanecer, bajo un resplandor distinto, uno de color rojizo bajo una fuerte brisa, que poco a poco brillaba en el horizonte, entre cúmulos y grandes aguas, anunciando la aparición de un nuevo día, que desde mucho, esperaba.
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