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La vida continúa...
La felicidad no se busca, simplemente se lleva consigo, y se contagia.
Finalmente la lluvia llega, aquellos grandes y oscuros nubarrones que quién sabe desde dónde viajan, se han hecho presentes en una tarde tibia, que fácilmente anunciaba precipitaciones desde temprano.
Saturado de una ocupadísima semana, aquel hombre se arranca lo más temprano que puede, y encausa sus largos pasos hacia el metro. Mucha gente satura el lugar, pero el viajante, hábilmente busca su rincón más despejado, y se presta a comenzar un fin de semana ya agendado, por el cumpleaños de su madre.
Durante el trayecto, intenta escuchar música, mira su artilugio electrónico, y se detiene unos segundos, suficientes como para cambiar de parecer y dedicarse a leer un poco, su página favorita de obras literarias. Tras eso, se queda pensando un instante, en como sería poder viajar más allá de las acostumbradas limitaciones y ver el mundo como lo que es realmente, un lugar pequeño, donde todo en realidad está muy cerca, sin prejuicios ni medidas.
El trayecto se hace muy corto, y a la salida se detiene un rato, aún no llovía, pero unas pequeñas gotas ya se hacían presente. El lugar era más bien corriente, y la vereda donde estaba, no le ofrecía ninguna seguridad. Cruzó entonces la calle para simular ser un transeúnte más, en espera de colectivo, y ahí se quedó por un rato.
No pasó demasiado tiempo, y un auto reconocible apareció. El hombre cruzó la calle nuevamente y se puso delante de él, alzó su mano, las luces le encandilaban, y el automóvil no se detenía, pero sí disminuía su velocidad, hasta el punto de detenerse y recogerle. El se subió, y en grata sorpresa se encontró, por lo menos siete personas iban apretujados, pero felices, arriba del vehículo, en su mayoría jóvenes y niños. Era parte de su familia que sonriente le saludaban.
Visitaban a otros parientes, y en eso pasaron las horas, rodeado siempre de gente, conversando, riendo un poco, compartiendo algunos elementos tecnológicos, como también otros no tanto.
De pronto, una señal, débil, pero clara, apareció de pronto en su mente. Un pequeño mareo le inundó por algunos minutos, y miró la hora, eran las 20:10 PM. Estaba con unos niños, jóvenes adolescentes que jugaban fútbol virtual, inmersos en la pantalla de un televisor. Fue apenas un instante, pero suficiente para entender que en este mundo se puede estar y no estar, sujeto a una dimensión que escapa a la voluntad, donde un pensamiento es suficiente para doblar el universo y romper en silencio, el poderoso rugir del viento.
Luego de haber compartido un rato, las despedidas y el caminar imparable de la vida, nuevamente emprende el camino. Se pasan a dejar a los acompañantes, dos grupos, dos generaciones, una misma familia, y luego a casita. Llegando, el hombre se baja a abrir el portón, y nuevamente esa sensación de mareo momentáneo que le hace detenerse unos segundos, imperceptibles, mira hacia el cielo, y la lluvia en su rostro le envuelve cautivadoramente. Entonces reflexiona y se apura en su cometido, entran a la casa, un par de llamadas telefónicas, algunos preparativos de coordinación para el otro día, por lo del cumpleaños, una rápida cena y el sueño prontamente se apodera de todo el grupo familiar. El hombre acompaña a su pequeña mientras comparten un serial de dibujos animados basados en artes marciales.
El rey Morfeo hacía de las suyas, y el cansancio vencía prontamente al grupo a tempranas horas, serían como las 11:38 PM.
Pasaron por lo menos unas tres horas, y entre sueños y pesadillas con zombies, el hombre despierta, pero como siempre, controlado.
Lo primero que siente es la lluvia, fuerte y clara, que le hace sonreír con gustosa alegría, haciéndole imaginar el fuego de una pequeña chimenea en la tranquilidad de un recito acogedor, donde sentado sobre una especie de alfombra y algunos cojines, podría contemplar la sutileza de unas candentes llamaradas, que no podía dejar de ver. Su rostro y su mirada yacía a lo lejos, pegada hacia aquella luz, con su inevitable hipnotismo. Era curioso, no estar, y aún así, sentir claramente aquel calorcito, una sensación indescriptible, como una especie de refugio interior, captando algunas estructuras de madera y rocas en formas de cubos alrededor, en donde se podía abrazar el viento y dejar de sentir frío a la vez, mirar al cielo, buscando aquel breve instante donde nada más hace falta, y la soledad deja de ser.
Retornaba de una reunión, directo a continuar con mis labores cotidianas, en otro lado, y por las casualidades de la vida, en pleno metro, aparece Camión. Una sonrisa al instante se sembró en ambos rostros, y prontamente un abrazo de hermano se manifestó sin más. Mucho ruido y algunas palabras de intercambio, hasta que llegamos a estación Sta. Anastasia, y nos detuvimos unos pocos minutos. No estaba planificado, pero así fue, y si lo hubiésemos planificado, no hubiera sucedido, que contrariedad más positiva. En fin.
Conversábamos de la vida, y el significado que encausa nuestras existencias, sometidos a nuestras actividades, a nuestras obligaciones, y lo escaso que se percibe el tiempo cuando es ameno el momento. Siempre corriendo, de un lado para otro, en una u otra cosa, y son pocas las veces que se generan estos espacios, que son totalmente necesarios para compartir y expresar lo que se siente con la tranquilidad suficiente, alejado del bullicio de la ciudad. Nada se detiene, todo circula, y la marea te lleva. No sales de una y entras en otra, nada es quietud. Así es, así será, y cada vez todo más rápido que antes.
Como siempre, algunas trivialidades se entremezclaban con temas profundos e intensos. Tenemos una historia en común, ambos nacidos de un mismo padre, nada raro, pero de distinta madre, y aún así, muy buenos hermanos, que curioso.
El tema es, que cuanto más se piensa, se llega a la conclusión que lo vivido por nuestros ancestros no tiene nada que ver con lo que vivirán nuestros hijos, y es nuestro deber apoyarlos para que descubran su propia verdad interior, su propio camino, alejados de nuestra propia introspección, de nuestras limitantes. La vida es como un abanico, un manojo de oportunidades, en distintas direcciones, y son nuestros niños los que deben tener acceso a un mundo abierto a dichas posibilidades, sin límites, más que aquellos que nos procuren una conducta correcta frente a la vida, como hombres y mujeres de bien.
No es necesario ser religioso para entender que la bondad y la generosidad nacen de la libertad, y que toda libertad limita en la libertad de otros. Todo lo que hayamos vivido es nuestro, por tanto aquellas nuevas vidas cruzaran por distintos destinos, sin los temores que hemos arrastrado desde nuestra propia historia. Todos tememos, lo queramos o nó, y cada uno tiene su porqué, aún no resuelto. Muchos dirán que nó, pero es simple soberbia.
Recuerdas una frase de Jean Luc Picard, que refiriéndose a los Cyborg, que decía:
"Siempre cedimos, ellos avanzan, y nosotros retrocedemos un paso, por nuestros temores, esto tiene que parar aquí y ahora".
No sé si recordarás ese capítulo, pero en el fondo, nuestras limitantes son sólo nuestras, y existe todo un mundo, en un tiempo nuevo y distinto para ser explorado y conquistado libremente por nuestros niños. No los limitemos por nuestros propios temores.
No es una tarea fácil, las aprensiones, los miedos adquiridos por años, las dudas, las EXCUSAS, son un perjuicio que debe concluir. Te lo digo, así de fuerte y claro, pese a que para mí, como para muchos, no es una tarea fácil. Todo tiene un precio en esta vida, y lo que siembras, cosechas.
El resto, la gran masa, limitada por su imponente ceguera, ricos y pobres, simplemente seguirán viviendo y creyendo que la vida es tal cual como la viven, sin más visión que la de sus propias limitantes.
Por años acumulamos temores y miedos, por ende, años entonces nos costará la valentía de dejarlos, pero el tiempo nunca se detiene. El DESPUÉS nunca fue, porque por mucho que queramos, algo se presenta, siempre algo cambia, y ya nada es igual que antes. Pero hay algo hermoso que nunca se pierde, y eso es nuestra esencia. Recuérdalo, piensa en ello, tú que podías ver el aura, y aún puedes, no dejes de ver en el interior de los demás, no apagues aquella hermosa capacidad y mira dentro de ti, y mira dentro de ellos, y me entenderás, por más complejo que te parezcan mis palabras, la solución es simple y siempre ha estado en tus manos, en tus propias acciones.
Eres un buen hombre, y mucho más valiente que yo, creélo, porque así es, pero no dejes que tu responsabilidad sea un todo absoluto, permíteles volar, porque sé que ellos pueden.
Las cosas suceden por algo, y por algo este grato encuentro ha sucedido.
Con cariño
de un hermano para un hermano
Historia 1: Negativo (Viernes 11:45 PM, notificación)
Después de una semana totalmente compleja, como una gran tempestad, aparece el sol. Dentro de un sobre, se encontraba un papel blanco con algunos datos escritos, pero que daban clara señal de que había luz al final del camino, con ciertos términos poco claros, pero suficientes como para dar fe de que aquello que se presentaba como grave, ya había salido de su cuerpo. Biopsia negativa, por lo menos el médico así lo confirmaba en su interpretación. Un alivio inmenso, al corto plazo. Buenas noticias, por fin, y la clara esperanza de poder seguir siendo más de dos. Tal vez fue aquella oración, una plegaria, un buen pensamiento, suficientes como para que un manto gris se fuese transformando en luz, y eso sí que es algo que de corazón se agradece.
Historia 2: Octavo Sueño (Viernes 5:15 AM, sueño)
Un cansancio absoluto se apoderaba de aquel hombre, de aspecto sereno y apacible. Contenía sobre sí un mareo constante sobre sus sienes plateadas, un nuevo síntoma que ya llevaba por lo menos un par de meses y que poco a poco se acentuaba. Se recostó aquel Viernes, casi temprano, era la media noche, y sucumbió rápidamente a los designios de un profundo dormir. Mientras dormía, su mente se llenaba de imágenes, algo tenues, en un lugar que era su casa, ordenada, cómoda, de pocos muebles, era amplia y confortable, con dos ambientes notoriamente predeterminados, estaba oscuro ya que era de noche, y las luces se encontraban apagadas en aquella habitación, una especie de sala de estar, el otro ambiente era una especie de cocina americana y living a la vez, en donde se encontraba la familia, con unos pocos parientes y amigos, que a lo lejos se les escuchaba reír y compartir. En el primer ambiente, había una persona, de menuda figura, cabello negro que acompañaba al dueño de casa, mientras miraban un programa de televisión. El aparato iluminaba aquel lugar, y los dos conversaban y comentaban con asombro las imágenes. En la pantalla se observaba una persona, una persona desconocida, aventada con fuerza por los aires en una especie de estadio, girando en dirección a la pantalla, un caso inédito mostrado en un noticiero deportivo de cosas insólitas. Los dos comentaban la curiosidad del inusitado hecho, cuando en un momento dado, aparece una niña pequeña de unos nueve años, y se acerca a ambos. La pequeña observó con curiosidad a la extraña que acompañaba a su padre, ya que no le conocía, pero sin embargo lograba congeniar rápidamente al momento que el diálogo se establecía. La mujer miraba a la niña, con cierto grado de asombro y preocupación, y de reojo al hombre, por la inesperada presencia, ya que supuso que causaría cierta incomodidad su presencia en aquella familia. No obstante, la niña hizo un gesto que al hombre le conmovió. Era tan simple y tan significativo, la pequeña tiernamente apoyó sin más, su cabecita en el brazo izquierdo de la mujer que al parecer sentía un poco de frío aún vistiendo su grueso abrigo negro, y se quedó ahí un instante, algo le dijo, pero el hombre no escuchó. Luego de eso, la niña se retiró alegre y saltando con su cola de caballo agitándose. Lo que sí quedaba claro, es que la incomodidad que se creía, en realidad no existía, porque quizás nunca existió. Aquellas personas se miraron con un dejo de asombro, y continuaron viendo el noticiero.
Historia 3: Una visita (Viernes 11:59 PM, vivencia)
Jorge se llamaba, igual que un amigo que tenía, era su hermano, un gordito simpático y dinámico, pese a su extenuante labor y constante cansancio producto de su extenuante actividad y poco dormir. Le visitaba para saber de la familia, y esencialmente para conocer del estado de salud de la dueña de casa. Todo era impecable, se tomó un momento, que se extendió con una tacita de té, mientras conversaban amenamente. Luego de eso se pusieron a ver videos de MJ, parte de la colección inédita que disponían. Recordaban esos maravillosos tiempos de su música y de sus bailes, una gran época. De pronto, después de varios DVD vistos, entre cientos de temas, apareció uno en especial, maravillosamente interpretado por el cantante, aún negro en su época de infancia, se llamaba “la música y yo”, una pieza de colección, genial, que lamentablemente no tenía vídeo-clip propio, pero se ajustaba perfectamente a las imágenes mostradas. El hombre la escuchó con extrema atención. Sintió gratamente el perfecto sonido remasterizado de las cuerdas de una guitarra con el que comenzaba el tema. Recordó la importancia de una época y el porqué una canción pudo lograr marcar su emotividad para siempre. Entonces, sucumbió a sus recuerdos, y guardó silencio, porque lo importante siempre fue guardarlos con cariño y respeto, aún después de siglos. Así, una extraña combinación entre alegría y nostalgia le envolvió, recordando en ese instante que vería su queridísimo tema, ahora incluso en sus sueños.
Historia 4: Al otro lado del río (Sábado 02:04 AM, cuento)
Dos hombres se encontraban atrapados en un desierto, donde curiosamente cruzaba un anchísimo río. El agua no se podía beber, y el calor prontamente descompensaría la última energía que quedaba en el cuerpo de ambos tipos, que ya no tenían fuerzas para levantase del piso.
Sentados ambos estaban, y algo se gritaba a lo lejos. El río era demasiado bullicioso y ancho como para poder escucharse, y los hombres estaban demasiado cansados para poder levantarse y hacer alguna señal.
De pronto el río se detuvo, y las aguas se aquietaron por completo, a su vez que la turbiedad de la misma cambiaba rápidamente, hasta el punto de poder apreciar las rocas en el fondo. Parecía un milagro, y sin más ambos hombres en su desesperación bebieron de la misma agua, recobrando la vitalidad que ya escasamente aún les acompañaba.
Se pararon como pudieron, y con el poco de fuerzas que les quedaba, ambos, cogieron algunos maderos cercanos que usaron como pequeñas balsas, en donde a duras penas se recostaron. Estaban muy débiles, pero su instinto de sobre vivencia intacto. Así manoteando como pudieron lograron avanzar a través de las quietas aguas. El calor era agobiante, y logró mermar rápidamente la conciencia de ambos tipos, los que en el trayecto, al poco avanzar perdieron el conocimiento.
Las pequeñas balsas improvisadas avanzaron lentamente por un par de horas, hasta llegar al centro del río que aún se encontraba transformado en un lago limpio y cristalino. Las balsas chocaron suavemente entre sí, y circularon para luego desprenderse, prosiguiendo el camino inicialmente trazado. Cada balsa llegó a la otra orilla, con cada hombre aún inconsciente.
Después de un largo rato, se vino la noche, y ambos hombres despertaron a orillas del río, y sin darse cuenta, habían cruzado totalmente las aguas que volvía a tener movimiento. Se miraron nuevamente a lo lejos, y desorientados nuevamente se saludaron, cada uno pensando que mañana sería otro día y un nuevo intento.