31 enero, 2018

Existencia

Cuando Robert declinó aquella invitación, fue cuando todo pasó. Los acontecimientos se dispararon en una secuencia casi ilógica de eventos sucesivos inexplicables. Salió aquel día del edificio ubicado en pleno centro de la ciudad, y en vez de ir a su cita, volteó sin pensar en otra dirección. Caminó varias cuadras, a paso presuroso como siempre, pero esta vez sin un destino. Se adentró en un parque y se dejó llevar por la armonía y el verdor del entorno. Deambuló entre los grandes y añosos árboles, bajo el cobijo de las sombras danzantes de las hojas que se entrecruzaban en el cielo. Parecía época de otoño, muchas hojas caían al compás del viento, mientras otras repletaban el camino húmedo y arenoso.
Después de un rato, Robert se detuvo, pareció extrañado, desorientado, estaba frente a un árbol que por algún motivo le parecía familiar, nunca lo había visto, pero en su sub consciente estaba una sensación entrañable. Palpó aquel tronco añoso como queriendo sentir la textura. El paso del tiempo había menguado su corteza, sin embargo aún florecía a destiempo. Se quedó contemplativo frente a él y sonrió al ver que una silueta parecía desprenderse desde su piel rugosa. Era una figura tenue y pequeña, como queriendo extender sus brazos hacia donde él estaba. Se acercó con timidez y sostenida curiosidad, algo le atraía, era una sensación, era su imaginación, o simplemente era su destino en ese breve espacio de tiempo. Cómo saber…? Solo podía disipar su sentir de una manera posible. Tocó entonces aquel árbol, y sus dedos parecían traspasar su esencia, fusionando sus dedos con las ramas. Con temor reaccionó ante tal fenómeno, y dando un paso atrás se retiró velozmente, cayendo al suelo, ante lo cual pudo ver como aquél árbol se inclinaba hacia él levemente. Sería su apreciación, o estaba desvariando.
Retomó su posición, sacudió sus ropas con cuidado, y se acercó nuevamente, constatando la presencia de una joven que se dejó ver entre la vegetación y el árbol. Era una menuda figura, piel canela, con su cabello tomado con un cole, dejándose caer como cola de caballo. Se acercó mientras el aún limpiaba sus ropas sin dejar de verle.
-          ¿Quién eres? – Preguntó él con un dejo de desconfianza.
-          Yo sólo pasaba por aquí, y me acerqué porque no te vi muy bien. – Respondió la joven.
-          Gracias, pero algo sucede con este árbol. – Replicó el algo mareado con la caída.
-          Vivo cerca de aquí, permíteme ayudarte… Te llevaré y le daré una taza de té. Pareces frío y estás muy pálido.
Robert asintió con la cabeza, en un gesto de entrega. Solía ser desconfiado, pero aquella dulce imagen parecía inofensiva. Además, no tenía mucha alternativa, estaba total desorientado y débil.
Caminaron un par de cuadras, ella apoyándole para que volviera a caer. Su cuerpo pesado de 1’80, pese a lo delgado que era, podía ser un problema, pero pudo caminar a paso lento, apoyado por ella.
Llegaron a una casa, con puerta de madera antigua, había que subir unos peldaños hechos de roca y concreto. Robert miró la subida y le pareció eterna, pero paso a paso avanzaron, hasta llegar a un lugar con grandes  ventanales y una hermosa vista.
La joven lo dejó apoyado a un costado, mientras con premura buscó sus llaves, con un dejo de preocupación en su rostro. Vamos, vamos… le dijo, y lo apoyó nuevamente sobre sus pequeños hombros.
Una vez adentro, Robert se abalanzó sobre un gran sillón, también de madera pulida en tono café, como todo el entorno. El lugar era acogedor, intentó mirar alrededor y pronto se desvaneció, junto con el sol que se ocultaba al caer la tarde.
Qué haré contigo…!!! – Exclamó la joven, con una leve sonrisa en su rostro. Te he encontrado de nuevo, después de tantos siglos, en el mismo lugar donde todo empezó. Veo que no me conoces, como la mayoría de los humanos, tus recuerdos han sucumbido al renacer en este tiempo. Lo cierto es… que ya no volveremos a estar más desfasados en el tiempo, y ahora todo puede ser distinto. Nos hemos alejado de ellos, y ya no podrán interferir. Solo debo ser discreta, y pensar como devolver tu memoria, a esta realidad.
La joven se recostó a su lado, cubriéndolo con una manta, intentando menguar el frío que emanaba del cuerpo de Robert, quién debía aumentar prontamente su temperatura a niveles estables, sino le perdería… nuevamente.
Robert estaba sudoroso, y sus dedos parecían tomar un tono morado y verdoso. Estaba contagiado con la plaga UHZ, derivada de los desechos de combustibles orgánicos de la época, implantados cuando la energía solar ya no fue viable, debido a los filtros sintéticos que debieron ser instalados en la atmósfera por los excesos de rayos ultravioleta.
El sol ya bajaba, pero aún desprendía sus rayos luminosos desde el horizonte, la vista era realmente hermosa.
La temperatura de Robert ascendía, para asombro y alegría de la muchacha. Entonces él despertó con sus ojos iluminados por el brillo de aquella luz majestuosa. Miró a la joven, y ambos sonrieron, entonces él la abrazó con ternura, y le dijo….
-          Puedo recordar… sí. Ya puedo recordar toda mi existencia.
 

28 diciembre, 2017

Teléfono antiguo

Dicen que el tiempo no existe, y que solo es una percepción según el punto de vista del observador. Después de tantos años, las cosas tienden a atenuarse, aunque nunca desaparecen del todo, sea físico, mental o emocional.
Las personas que son poseedoras de una mayor capacidad de memorizar podrán retener más fidedignamente los detalles de aquellos momentos que fueron importantes alguna vez en sus vidas, independientemente a su magnitud. Por otro lado, están aquellos que tienden a olvidar, pero que poseen una cualidad que se acerca más hacia lo perceptivo. Ambos después de muchos años, indudablemente ya no recordarán todo con tanto detalle, pero son dueños de una sensación eterna, una que cada cierto tiempo golpea las puertas del mundo subconsciente. En cierta forma todos tenemos una necesidad, que suele dar  vueltas en nuestras mentes de una u otra forma, una y otra vez, incluso cuando las tratamos de ignorar y olvidar voluntariamente.
Tal vez lo hermoso de la vida sea eso, el no perder nunca esta conexión, y estar aún vigentes en la luz de este universo carente de luz, sin perder aquello que nos conmueve y nos indica el camino, incluso cuando no lo vemos, pero que si sentimos, desde tiempos remotos, desde tiempos antes de los tiempos, incluso desde la época sin conocimiento alguno.
Los paradigmas fluyen por doquier, y como muchos los seguimos, o nos revelamos ante ellos,  hasta un punto en que se despierta por breves destellos en esta segunda consciencia interior. Muchos son seguidores, otros podrán creer que son líderes, mientras están aquellos otros, invisibles como fantasmas, como nosotros, ajenos a los patrones preestablecidos, que se dan cuenta de que algo en este universo no es lo que parece.
Pero… ¿Por qué piensas…? o más aún… ¿Por qué pienso…?. Es algo que no se desprende nunca porque quedó impregnado para siempre en los peldaños del tiempo. ¿Puede acaso, algo tan simple y tan breve, marcar tanto la vida de un ser humano?, si es que eso somos.
La vida continuó, como río imparable abriéndose paso, tan rápido como una marejada y tan impaciente como un hada que huye del enclaustro. Había que cumplir el ciclo de la vida, o la “normalidad” de la misma, y así fue, sin esperas, sin mirar atrás, donde rápidamente las páginas de la historia fueron pasadas sin replicar.
Aún se recuerdan las palomas caminando bajo la sombra tardía en el centro de la cuidad, en las cercanías de un teléfono público, bajo el color plomizo de una imparable sociedad en constante movimiento. Recordó por ejemplo, aquella voz de hermana al otro lado del teléfono que sintió como un muro insondable. Tal vez si hubiese sido otra voz, la esperada, todo hubiese sido tan diferente.
Qué hubiese sucedido…?
-          Haló!!!
-          Sí, diga…
-          Soy yo…
-          Tú…?
-          Sí, yo.
-          Oh!!! Dios Mío…
Después de unos breves segundos, aquellas pocas palabras se hubiesen ahogado en sigilosa prudencia, entrando luego en un trance de felicidad, pánico, inquietud y nostalgia. Qué hacer… si los dados ya fueron lanzados, que decidir si ya todo estaba encausado y resuelto. Escuchar aquella voz, no era trivial, y definitivamente no era lo mismo que ver, y la necesidad de ver era grande, casi al punto de la ebullición, inundada por una ansiedad pendiente por siglos, pausada por el antaño de otros, pero renacida y fluyendo como una adicción incontrolable.
Pero... Qué decir en ese momento… cual hubiese sido la señal correcta en aquella voz lejana, aquella palabra que gatillara la imperiosa necesidad de escapar de todo lo establecido y correr al encuentro de la cordura sumida en ansiedad de un despertar embriagador, algo refugiado y cautelado por tanto tiempo en el manto del aparente olvido.
Todo era tan normal, y todo hubiese sido tan diferente…
Escusas… solo son escusas.
Pero… Si tan sólo en su tiempo, el teléfono no hubiese sido algo tan antiguo…

 

05 octubre, 2016

Fluir con el viento

Fue un día de trabajo, de reuniones, almuerzo “ejecutivo”, contrapartes,  colegas y acuerdos. El lugar era llamado “La Casona”, una casa grande ubicada dentro de una gran institución, utilizada como oficina, de no más de tres pisos, entre edificaciones y estructuras más modernas y recientes, algo que notoriamente se extrañaba.
 
El ambiente denotaba amabilidad por doquier, aún antes de llegar, la gente muy atenta y cortes, procurando asistencia en todo momento. Algo que fue notoriamente grato.
Después de la ardua jornada, hubo un espacio de tiempo, al finalizar, entre la distancia que hubo al caminar hacia la estación de buses, la que se transformó en un momento de agradables sensaciones. El aire fresco costero inundaba con fuerza las calles, y la brisa impetuosa se impregnaba en el rostro como queriendo marcar territorio, denotando su intensa presencia.
Era una caminata simple, solitaria y tranquila, con alegría en cada paso, muchos edificios alrededor, pero definitivamente un ambiente cálido y reconfortante. Después de tanto tiempo, aquellos pocos minutos fueron algo maravilloso. Caminar, pensar, sentir, vibrar con la naturaleza entre el cemento, entre verdes colores y vivas flores, un aire más puro, y un espacio limpio a disfrutar.
-          Y tú… Qué haces aquí?... Dijo el viento, como cogiendo su rostro con ambas manos.
La respuesta silenciosa era obvia, estaba, tenía que estar, y a su vez, deseaba estar, porque siempre es necesaria la cercanía. Eso no se cuestiona, pensaba, porque simplemente el flujo del universo es así, y nos guía misteriosamente como una corriente hacia donde queremos estar, aunque sea por breves instantes, los suficientes como para poder percibir la naturaleza, y algo más.
Todo es tan rápido en estos días, la gente fluye tan sujeta a sus obligaciones y obsesiones, que casi corren tras el tiempo,  dejando de lado lo maravilloso que es la contemplación de aquellas cosas simples que nos otorga la vida. Son pocos los respiros, entre vivencias tangibles, mientras los pensamientos fluyen siempre en libertad.
Quizás de eso se trata la vida,  no es avanzar y dejar atrás, o llenarse de cuestionamientos, acumular riquezas, o solo conocimientos, o creer en tener la razón sobre muchas cosas, asumiendo que el único punto de vista válido es el propio, no, no es así, es más simple, es mucho más simple que eso, es simplemente… sentir y disfrutar, hasta encontrar el punto en que la nitidez que nos otorga la verdadera verdad, caminando entre el sutil y constante fluir con el viento, sin más.

31 agosto, 2016

Gatos

Resultado de imagen para ojo de gato tiernoCaminó una vez por unas estrechas calles antiguas, llenas de gatos, y fue curioso recordar una de sus tantas pesadillas antiguas. Quería salir pronto de aquella sensación de encierro y asecho, para luego querer correr alrededor sin trabas por nuevas calles más despejadas y más amplias, y lo hizo soltando su mano cogida por unos escasos segundos. Esa era el único motivo de saltar entre escalones y grandes bloques de cemento. Quería sentir vida plena en aquellos breves momentos de emotividad.

Es cierto que no es fácil interpretar, dado que solo observamos lo que vemos, y también es cierto que somos capaces de percibir sin ver, pero lo más importante es la certeza sobre la existente eternidad, desde antes, en el ahora, y en un infinito más...

Las palabras son solo un pedacito de lo que somos cada día, nacidas de la memoria, de las vivencias, de los pensamientos que fluyen al viento y que sin duda, son recogidas sin más.

Hacer o no hacer, el eterno conflicto que limita la vida de muchos, y que no debiese existir jamás.

La esfera nos contiene, y el móvil que nos transporta es el que nos hace circular, en esta vida tangible, donde existen plagas y enfermedad. Es la eterna lucha de nuestras células, ante el enemigo que es nuestra propia verdad. Por eso, la salud es un valor importante que siempre debes cuidar, para poder tener un poco más de tiempo, y poder disfrutar, de cada momento, de cada instante, incluso de la suave brisa que es solo de quién es de corto caminar.

Las palabras fluyen, y mientras se escucha la música, lenta y elegida, aparece su rostro apacible entre la nada y un todo que no se quiere apartar. Porqué… preguntas sin preguntar… y es a bien sabido que es… y te das cuenta que en ese momento no necesitas nada más. El lugar apacible, casi silencioso mientras escribes, te inspira con total libertad, es el tiempo calmo, de una dimensión donde nadie más puede estar.

Al frente en un frasco los lápices juntos parecen estar, con distintas letras y en distinto lugar, dibujando en cada trazo que nadie más sabrá interpretar. Es así, levantas la mirada y sonríes porque sabes que es verdad. Entonces sientes aquella verdadera compañía que por siempre seguirá.

Es inevitable, lo sabes, y sigues leyendo, porque entre cada letra hay algo más, entre lo vuelves a leer, desde un inicio hasta el inconcluyente final.

Como quisiera correr, como quisiera…, una vez más, para alejar la mirada en un mismo horizonte, usando la imaginación, jugando en lo abstracto de un mundo ideal.

Así caminó entre gatos que le dejaron pasar.

26 agosto, 2016

Pisos de madera

Así como los recuerdos y la imaginación, las vivencias importantes en la vida siempre quedan, impregnadas como manuscrito sagrado, en lo más profundo de nuestro ser. Su valor e importancia nunca se desprenden de la mente, y de vez en cuando lo recogemos voluntaria o involuntariamente, sin importar lo transcurrido.
 
Es esa nuestra naturaleza, nuestra programación o diseño, es el ser recolector, coleccionista, o aprensivo que llevamos para con todo lo que queremos, sea objeto, persona, o meta. Es lo que podríamos denominar memoria, la cual a veces se activa bajo alguna influencia externa, un color, un aroma, una música, incluso el sabor o una textura. Es como revivir el arte, aquello que alguna vez nos cautivó, y que en el presente aún nos conmueve con su extraña presencia.
Recordaba así un museo y sus largos pisos de madera, caminando con cortos e inquietos pasos, esperando, deambulando por sus rincones, apreciando el arte y liberando la imaginación de cada expresión, buscando coincidencias, observando lo mismo, casi tan cerca como las mudas palabras producidas por el silencio, que sólo era interrumpido por el crujir de la madera bajo sus pies. Ahí estaba, por fin a su lado, queriendo murmurarle enseñanzas, como estatuas ambicionando extender sus brazos, para poder tocar lo infinito, en medio de lo deseado, casi irracional, al punto de entender y compartir las complejas imágenes cruzadas al paso.
Así circularon, casi al borde del contacto, entre oscuridad y espacio, buscando siempre la cercanía, y en el arte un poco de contacto.
Pero la partida era inminente, y entonces con su espigada envergadura y negra vestimenta, tuvo que caminar por el gran espacio, despidiéndose en forma silenciosa, alzando su mirada, expresando lo que sentía, para detenerse tan sólo unos segundos más en la salida observando. Mientras en el otro extremo, la visión se devolvía como queriendo detener el tiempo, mitigando los espacios.
Era uno de los tantos sueños hecho realidad, uno de los tantos viajes realizados, en la mente, y que aún estarán presentes cuando sea necesario, al paso alzado en su eterno piso de madera, cuando ya camine despacio.

02 agosto, 2016

Y yo

Muchas veces quise comprender el motivo, pero ante la incomunicación sólo queda la adivinanza o las sensaciones que se pueden percibir en el aire. El clamor se despliega al viento y las oraciones parecen no ser escuchadas, es la cuota de dolor que se intensifica con el paso del tiempo, para todos por igual, y es una moneda que todos no sé porqué, tarde o temprano, debemos debemos pasar.
La fe inunda la mente como último recurso ante lo intolerable, se dobla nuestro vigor, se desprende nuestra energía para seguir, y finalmente cede nuestra voluntad. Esa es la última etapa del camino, una frontera que para todos es igual, unos antes otros después, ya no importa el tiempo en que se esté. Es inevitable, desconocido, misterioso y por ende tememos, hasta el punto en que el dolor doblega nuestro último aliento de resistencia, de negación, de querer más. Siempre es triste, y es inmenso, así es el espacio que debemos cruzar, y nos sentimos tan pequeños ante el universo.
Son etapas, son momentos, son instancias de tiempo, que se quiera o no, pasan, y pronto pasarán.
Su mano a ratos tiembla, aún trata de escribir y aún trata de leer, necesita las palabras adecuadas, precisas, aquellas que siempre ha querido ver en su interior, aquellas que sólo sabe que existen en lo más abstracto de su mente, y que aún desea en su soledad. Cree en el abandono, de todo y de todos, pero no es así. El dolor cuando es grande ciega la razón, es un punto donde el comienzo y el fin se unen, haciéndonos creer en la convicción. Argumentamos en nuestra mente, y el cuestionamiento sobre muchas cosas prevalece. Recordamos nuestra existencia, escudriñamos en nuestra historia, e inevitablemente miramos hacia atrás. Lo hice bien, lo hice mal, que importa ya. Dicho fue que el hacer sería un motivo para arrepentirse, y a su vez el no hacer, también.
Que ganas de haber hecho lo que no hice... pero al menos sé lo pude hacer.
No sé por qué existe, pero ahí está, así de simple, reclamando nuestra atención, cada día, y más ahora que antes. Desde siempre, durante, y después...
Escucho en su voz mi nombre, casi como murmuro silencioso, en esos momentos de mayor soledad, dónde sólo se puede escuchar una canción, bajo una melodía que siempre me acompaña, en  el mismo lugar que se repite una y otra vez en el verdor, donde puedo encontrar la paz que alimenta mi alma, en la música y yo.

21 julio, 2016

Por partes iguales

Manos
Cerró sus ojos un momento, frunciendo su seño, y entre las innumerables manchas que vio en la oscuridad, pudo contemplar aquellas menudas manos asediadas por el tiempo. Recordó entonces con extrema ternura la suavidad de ellas en su rostro y el cómo eran cuando solían dibujar una sonrisa en su ser. De vez en cuando, añoraba esa sensación de compañía y apoyo, de cobijo y comprensión, de cercanía y tierna miraba que se alzaba a su estatura. Era como si nunca más fuese a caer en el abandono, y aunque comprendía perfectamente que nada es eterno, algo en su interior hablaba en silencio, murmurando las palabras que nunca pronunció.
 
Brazos
Sus brazos solían alcanzar todo aquello que deseaba, y entre tiempos pasados y nuevos, aprendió que en  la vida no se puede ser feliz si no se alzan con desfajo. Era simple estar frente a frente, y recibir sin ni una sola palabra, el dulce significado de un simple abrazo. Son instantes preciados, apenas unos pocos minutos en los cuales existen los lazos, enajenados del entorno, y únicos entre tantos. En esos momentos, no existe nada más, no existe nadie más, y todo se vuelve cálido, entre los cánticos de los pájaros que revolotean al pasar.
 
Piernas
Son la fuerza de la razón. Así era la firmeza de su convicción, que estuvo presente en su ser, con pleno desplante y avanzaba siempre con decisión,  así era la fortaleza de sus jóvenes piernas, una que rebozaba de entusiasmo y alegría al saltar, corriendo a veces, y otras caminando en busca de lugares sin explorar. Así fue, si es que se recuerda, cuando un caracol era, aquel del cual se tuvieron que alejar, porque una vez un hombre se acercó con prohibiciones sin razón, para que no pudieran estar donde se procuró.
 
Pies
Hacía algo de frío aquella primera vez, las botas empinadas en discreto taco parecían estables y frágiles a la vez. Sus pasos eran cortos, como antes, como ayer, como eran y como solían siempre ser. El apuro sobre la marcha siempre le acompañaba, y aunque la vida gire sin parar, a veces sólo basta un segundo para cambiar todo. Caminaron muchas veces en busca de verdes caminos, sólo para detenerse en los largos maderos, solo para hacer una breve pausa, conversar y compartir. En otras ocasiones, solía percibir sus pasos, aún desde lejos, y más aún, cuando casi jugando como niños pretendían al otro sorprender. Aunque necesitaba algo, necesitaba sentir el control bajo sus pies, pero los peldaños fueron aquellos que dieron el inicio a un infinito después.
 
Cola
De suave y ondulado pelaje era, alisado por tantos cuidados. Su pelaje siempre ordenado y limpio,  con el aroma de la naturalidad, discreta al compás de sus movimientos, y correcta en su oscilar. Su cola de caballo fluctuaba con alegría y entusiasmo en cada actividad que hacía en la vida, siempre fue salvaje y de espíritu libre, azabache en su galope, y sin esperas, siempre con mentalidad amplia, era un todo, o era un nada. Nunca se detendría, y jamás cuartaría sus alas. Esa era su verdadera timidez, su fragilidad, su temor natural a ser dominada por aquello que nunca supo gobernar. Necesitaba sentir el control, y el control se escapaba. No podía contener lo incontenible, hasta que un día tomó la decisión y soltó su pelo a la libertad.
 
Oídos
El ruido de la muchedumbre parece siempre ensordecedor, y sin importar la hora parece que la ciudad nunca descansa. El apuro era lo más común y en todo lugar muchas veces el ruido no dejaba escuchar. Siempre hay que estar pendiente del entorno, es algo necesario y natural, y como cualquier ser humano, respondemos de acuerdo a lo racional. No obstante, hay momentos de paz, donde los sentidos se agudizan permitiendo a lo lejos incluso escuchar los sonidos del mar. Otras veces, deambulamos entre sombras, preferentemente al intentar dormir, y escuchamos una suave voz que aclama nuestra atención, a veces son reproches, otras veces son dulces palabras que provienen de una antigua canción, con suaves sonidos de una eterna canción.
 
Vista
Aquí es donde más se aprecia el poder de la imaginación, donde la silueta es grande a la luz de la ventana que da al balcón. Es el pensamiento que juega en nuestra mente, vaciando recuerdos y construyendo nuevos escenarios libres de gravedad y libres en pasión. Es como pintar un cuadro, pleno y lleno de colores que fluyen en cada construcción, cada línea, cada contorno, y cada detalle que pudo ser y cada momento que pasó. Las imágenes se hacen presentes, plenas y llenas de variada posición, sobre todo en los momentos en que la soledad acompaña, cuando hay más paz y dónde descansa la razón.
 

20 julio, 2016

Una puasa sin más

De vez en cuando, se rompe la monotonía y con todo lo predefinido como “normal”. Eso ocurre  cuando se puede viajar fuera de nuestro medio de transporte tangible, nuestro envase. Así es como se pueden alcanzar tiempos y espacios lejanos, enajenados más por causas ajenas que propias. En ese momento, que puede ser cuestión de unos pocos y escasos segundos, se abre el umbral, esa señal intangible que permite sintonizar, consintiendo atravesar una ventana imaginaria que no existe en este mundo,  hasta el punto de poder ver todo, tan nítidamente como si se estuvieras ahí mismo.
Es cierto… no siempre es oportuno, y no siempre encuentras el momento apropiado a la paz que se necesita, porque es mucho el ruido alrededor y son pocas las ocasiones. Pero es curioso como la mente igual encuentra el cómo, y se evade, por ejemplo, al coger una copa de vino, mientras la vista se pierde en el movimiento de su líquido al agitarla con suavidad entre los dedos, con sutiles movimientos circulares que van estimulando la magia de la imaginación, hacia mundos más perfectos, donde la gravedad no existe, donde la temperatura es más agradable, donde la textura es más cálida y suave, y donde realmente se quiere estar.
Sabemos tan poco, y creemos que nada es real, pero es perceptible y no se puede negar. Es un espacio de tiempo propio y personal, de tan sólo un par de segundos, una evasión del entorno, en otro tiempo que parece una eternidad. Entonces, miras aquella ventana, de cortinas blancas y traslúcidas se mueve al compás de una brisa, reflejada en la copa de vino, algo que nadie más verá, resistes un poco pero sabes que es la señal, tan clara y certera, que sólo tú la puedes detectar.
El cuerpo flota ingrávido por la habitación de piso de madera, acercándose a la ventana para mirar, se observa un hermoso paisaje, y ahí te  quedas sin más. Es un momento especial, no hay apuros, no hay nada que pueda interrumpir esos preciados segundos. Se respira la calidez del aire, y tu mano derecha se extiende para tocar. Los dedos se entrelazan en el todo de un momento especial, no tiene que ver con la “realidad”, y aun así existe y se entregan los pensamientos con total libertad. Todo fluye, sin palabras, sin pautas, sin escatimar en prejuicios ni devociones que puedan coartar. En ese preciado momento, te olvidas de todos los diálogos, y reconoces que esa es tu verdadera realidad, lo que siempre has deseado, lo que siempre estuvo y lo que siempre está.
Luego… el ruido agudo y punzante del entorno te devuelve abrupto a la “realidad”. Sin gesticular expresión levantas la mirada aún perdida en la “nada”, con tus pupilas aún dilatadas, y respondes algo gracioso mientras disimulas con una sonrisa. Muy hábil. Hablas algo, respondes casi por inercia, ofreces una disculpa, y te levantas de la mesa, para volver luego, mientras caminas al baño, miras alrededor, y observas a la gente, inmersa en sus mundos de superflua conversación.
En tu interior queda el recuerdo de lo que guardas y contienes, porque es sólo algo propio y de nadie más. Continúas con tu vida, haces una pausa mientras miras tu rostro en el espejo apoyando tus manos en el borde de un mueble,  respiras profundamente, y haces una pausa para recobrar el sentido. Luego… te das cuenta de que el mundo “tangible” es una cosa que vives, y otra muy distinta es aquel otro mundo, cuando de vez en cuando es lo que realmente necesitas, para hacer pausa sin más.
 

15 julio, 2016

Textos

Aquel día era de invierno, caminaba con paso presuroso hacia el trabajo mientras veía su serie favorita. La escena que observaba era la de un hombre recostado abrazando su almohada, que  trataba de imitar el diálogo solitario de su amigo en la pieza colindante, quién murmuraba despacio sus vivencias, añorando la compañía de su esposa que ya no estaba.
De pronto, la frase fue “Hola papá”… inmediatamente provocó un nudo en su garganta que le congojó mientras la humedad contenida de sus ojos brotó discretamente. Trataba de enfocar su vista borrosa en las angostas calles que transitaba, mientras su mentón y sus labios se contraían.
Evitó algunos saludos al subir las escaleras y rápidamente se desplazó a su destino, su trabajo. Quiso entender ¿Por qué... sintió lo que sintió?, y en pocos minutos la imagen de aquella frase hizo que su mente se quebrara doblegando sus emociones. No era él añorando a su padre, y se percató del tiempo. Su mente se había desplazado hacia un raro futuro, uno en el que se visualizó unos pocos años después. Entonces la imagen fue más clara, la frase no era de él, era de su hija, y el ya no estaba. Sintió una profunda pena, al corroborar que el significado de sus dolencias apuntaba hacia ese futuro. No era lo que quería, pero era inevitable sentir lo tangible del tiempo en su cuerpo. Pensó que debía ir al médico, era lo más sensato, y recordó como  muchos  caían en ese juego, acortando aún más su tiempo. Sólo esperaba tener más, sólo quería tener más, para poder estar, y apoyar a quién más le necesitaba, aquel rostro pálido, vívido reflejo del suyo, que no merecía soledad ni desiertos.
Pensaba que la vida es tan incierta como una gota de agua que cae sobre una mano. Nunca se sabe el camino que seguirá. El futuro es algo impredecible, por mucho que lo planifiquemos, y fluye con los acontecimientos del entorno y del universo.
A veces pensaba que el flujo de los acontecimientos imaginados, era fruto de una ventana que se abría a la luz de un tiempo futuro, u otro hilo en secuencia paralela. Pensaba también, que todo, absolutamente todo lo que podamos imaginar, ya existe, incluso en mismo espacio y tiempo.
El cuidado era primordial, procurando estar bien, alimentando y ejercitando el cuerpo cada día, pendiente de superar el dolor y no lesionarse en el intento. Debía permanecer, quería permanecer, era su responsabilidad y a su vez era su sentimiento, por eso, aquella frase recibida perforó su alma, en un simple texto.
Muchas preguntas inundaban su mente, y deseaba conversar largamente las cosas que sentía su alma. Exteriorizar su ser y contar cada detalle de su vida, sus vivencias, sus experiencias, sus emociones, quería entregar su ser en palabras, en un tiempo infinito y calmo, sin distancias, sin tapujos, sin guardarse nada. Quería desahogar sus emociones, levantando los muros por tantos años forjados, tan sólo para entregar todo de sí en un gran mensaje, en un infinito momento.
No, definitivamente no, no son culpas, no son resentimientos, no son enojos ni mezquindades, ni reclamos, ni reproches. Son sólo textos, en la mente, desde siempre, desde antes de conocerse, desde antes de sus responsabilidades, de sus caminos, de sus deberes, de su historia, son, y son así  simplemente porque son textos, importantes, leídos, una y otra vez, por la necesidad interior de querer percibir, entre lo simple y lo complejo, aquellos por siempre eternos textos.
 

01 julio, 2016

Plaza

Era un cálido atardecer de verano, estaba en casa de sus padrinos, había personas entrando y saliendo, algo ocurría, y entre ese ir y venir de personas, de pronto le reconoció, era Yf, una joven con quién nunca había tenido contacto alguno en persona. Ella se acercó casi por casualidad, su  saludo fue cordial, conversaron un par de minutos, había poco tiempo, al parecer tenía cosas que hacer al igual que el. Le acompañó a la salida, el se quedó en la puerta, mientras ella caminó  alrededor, cruzando la calle en un ir y venir desde y hacia donde estaba, seguían conversando, ella  comentaba que era de naturaleza inquieta y no podía permanecer inmóvil. Al parecer no solía conversar mucho sobre temas personales.
Ya debía partir, al igual que ella, se despidieron prontamente y el se fue caminando por una calle aledaña, continuando luego por una calle principal. A los pocos minutos de estar caminando, un vehículo se acercó al lado de él, despacio se abrió la ventanilla, y era ella nuevamente, quién  preguntó dónde iba?... El le dijo que iba al supermercado, ambos coincidían y con amabilidad propuso llevarle. Se produjo un breve silencio, y ante su insistencia, él accedió.
Se fueron conversando esencialmente cosas sobre sus estudios. El recorrido fue breve, y llegaron a una plaza cercana al supermercado. Debo pasar a buscar a alguien - dijo ella, y se  bajaron del vehículo, encaminando sus pasos hacia unas mesas que estaban dispuestas al aire libre.
Mientras caminaban, comentaban sobre el lugar y ella hablaba sobre un evento al cual tenía que asistir justo al frente cruzando la calle, en un local enorme de grandes letras. Llegaron a su destino, en dónde había una pequeña mesa de madera, de color café, en una esquina. El lugar era apacible, agradable, lleno de naturaleza, mucho verde alrededor, con gente que ocasionalmente pasaba por ahí, o se reunía en familia. En la mesa,  estaba la menuda figura de una persona de oscura y mediana cabellera, que escribía afanosamente sobre un cuaderno, rodeada de libros, lápices y gomas de borrar.
Ella se acercó a la mesa y saludó con cariño, e inmediatamente quién escribía levantó la mirada, correspondiendo el saludo con un fraternal abrazo, mientras se iba acomodando sus lentes, para ver mejor a su compañía. Se produjo un breve e incómodo silencio entonces, la joven presentó a quien le acompañaba sin mencionar su nombre ya que no lo sabía, entonces, quién escribía, simuló su inquietud y extrañeza como pudo, y saludó con escueta cortesía. La joven muy dinámica rompió inmediatamente el hielo comentando sobre las coincidencias de la vida, y los tres se quedaron un rato platicando. Pese a la incomodidad inicial, todo se fue distendiendo en una amena conversación sobre la vida y los estudios.
Entonces... el sol ya se ocultaba, y mientras las luces iban iluminando con decoro el lugar, todo se fue transformando en un instante  agradable, porque al fin, simplemente, el tiempo parecía ya no importar más.