07 octubre, 2011

Los Fumigadores



Trabajaba arduamente en su hermoso jardín, con guantes protectores, y unas tijeras para podar, recortando, abonando y ordenando cada flor, con especial cuidado, mientras lo hacía, ella cantaba y les hablaba a sus flores, confidenciando su vida en cada retoque. Sus compañeras le llamaban con cariño, la Jardinera 1, o su diminutivo JD1.

Era un huerto inmenso, en las proximidades de una carretera. Había otras mujeres en las mismas actividades, que al igual que ella se preparaban arreglos florales para una convención en la que participaban desde ya hace varios años.

Una figura espigada vestida en túnica negra, se acercó al grupo sin pronunciar palabra, con pasos largos y tranquilos, extendió su mano tocando con delicadeza el hombro de una de las mujeres que trabajaba, retirándose de inmediato, con calma y prudente sigilo.

Pocos prestaron importancia, y todos continuaban con sus faenas sin mayor preocupación. Sin embargo, a los pocos minutos, comprobaron que una de sus compañeras caía inerte al suelo. Asustadas, las demás corrieron a socorrerla, sin poder recuperarla, sin encontrar explicación. Entre el alboroto JD1, se quedó alejada del bullicio, y pudo ver a lo lejos la sombra de quién les había visitado, y sin decir a nadie, le siguió.

La extraña figura prosiguió su camino, hasta llegar a la ciudad, donde se encaminó por una de las calles más concurridas. A su paso, tocaba tenuemente a alguien de vez en cuando, personas aparentemente común, que al igual que en la situación anterior, caían sin más, produciendo alboroto en los transeúntes cercanos.

JD1 le siguió, fue la única que pudo verle. Al parecer, nadie se percataba de su presencia, era casi como si no estuviese, pero ahí estaba, entre la gente, siempre vestida de negro.

Esperó que se alejara un poco del gentío, y entonces se acercó, y cuando ya estaba al alcance de su mano, la figura estilizada se volteó, y dijo:
- No!, no debes tocarme, nadie debe.

Se quedó ahí un instante, inmóvil, con su rostro apenas visible, mientras la joven le miraba con profunda curiosidad.

- Quién eres?, dijo ella, con un tono nervioso.

- Eso ya no importa ahora, el tiempo se acaba, y debo seguir mi labor.

La joven no entendía sus palabras, y pese a la inquietud, sintió un frío paralizante, que le dejó sin habla.

Sólo la delicada tibieza de otra presencia pudo despabilar a la joven de su trance, esta vez, era una figura femenina, vestida enteramente de blanco, pero con el mismo atuendo que la figura de negro.

- Es extraño, pero ella es diferente, tiene ambos identificadores. – Comento la figura de blanco.
- Ciertamente, aún así, debemos continuar. – Respondió la figura de negro.

Los dos seres prosiguieron su marcha, mientras la muchacha se quedó perpleja, sentada en el piso, sin entender lo que ocurría. Sólo podía observar el abatimiento de las personas que tocaban a su paso.

- Hola JD1. – Se escuchó de pronto al lado de la joven.

La joven volteó a su izquierda, y vio a un joven de piel morena, de aspecto limpio y simpático, con una sonrisa intensamente blanca, vestido en forma sencilla, con una camilla a cuadros, Jans azules gastados, y zapatos cafés, que se sentó a su lado, con sus brazos entre cruzados, sobre una de sus piernas flectadas, que le dijo:

- Sabes, eres una de las pocas personas que le logras ver. En hora buena.

- ¿Quiénes son?... Preguntó de inmediato la joven.

- Ellos son catalogadores, su misión es identificar y clasificar. Como ellos, hay muchos repartidos por todo el mundo. Se encargan del “aseo” previo, antes de proceder con la fumigación.

- Fumigación?. Qué clase de fumigación?...

- Como todas las cosas, todo sufre un deterioro, y cada cierto tiempo requiere de mantención. A veces sólo vasta algunos retoques y reparaciones, pero en otras, como ahora, se requiere de algo… radical.

- Entonces que les sucede a ellos?, Por qué caen?

- Muy simple mi pequeña niña, ellos fueron elegidos, y los cambiamos de repositorio. Para la gente común ellos están muertos, y es mejor que crean eso.

- No entiendo, A dónde se los llevan?

- Ellos fluirán hacia una nueva etapa, y lograrán entender lo que siempre se han cuestionado.

- Y los demás…

- Que curiosa que eres pequeña… Los demás serán fumigados.

- Queeee?....

- La limpieza de un hogar, requiere de ciertos cuidados higiénicos, para tu entendimiento. Por lo tanto, todo lo que crees ver desaparecerá en la nada.

- Pero… mi familia… y yo…

- Tú eres uno de esos casos sin clasificar. No tienes más destino que el propio que quieras tomar, y tu familia sólo será parte de la existencia que te has formulado, y seguirán existiendo hasta que sigas queriendo creer en ellos.

- No, no, no puede ser. Nadie tiene derecho….

- Tranquila, no se trata de derechos, se trata de aseo, simple aseo. – Dijo el muchacho, perdiéndose luego entre la muchedumbre.

Muchas dudas quedaron en el aire, muchas preguntas que no se formularon se transformaron por sí solas en respuestas para aquella joven.

Mientras… Las horas pasaban, y los noticieros se llenaban de especulaciones, en todos los canales, de todos los países, los comunicados narraban lo que mejor vendía. Algo en el aire, un atentado biológico, el sol, un virus. El pánico prontamente se fue apoderando de la ciudad, y todo se fue convirtiendo en un caos. Muchos negocios se hicieron lucrativos gracias a los temores de la población, y algunos profetas, inspiradores, líderes, se hicieron prontamente de fanáticos seguidores.

Rápidamente, las manifestaciones surgieron al pasar los días, y muchos creyentes de diversas índoles, proclamaban apocalípticos tiempos, promulgando “la verdad”.

Sólo JD1 era la única que sabía lo que realmente ocurría. Pero nada podía hacer, y muy poco le creerían, y procuró salvar del pánico colectivo.

Recordaba las palabras del joven, y su rostro apacible, y se cuestionaba… Quién era? Qué debía hacer? ¿Qué podía hacer?.

Entonces la joven encontró la respuesta, y todo a su rededor desapareció en cuestión de segundos ante sus ojos, quedando sólo un puñado de figuras vestidas de túnica, las cuales se alinearon en una misma dirección, desvaneciéndose en la distancia.

Después de eso, toda la ciudad se reconstruyó en cuestión de segundos, ordenada y limpia, en notoria menor cantidad de habitantes, con sólo las personas que habían sido tocadas, volviendo a sus actividades cotidianas, como si todo el resto jamás hubiese existido.

Solo entonces, la dulce joven entendió su función, y cual era su propósito, descubriendo así, que su existencia pertenecía al mundo de los fumigadores.

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