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Introducción
Como pasan los días, y ya es Viernes nuevamente. La historia está en el aire, y se viene como si nada entre los dedos, luego..., entonces lo dicho es deuda, y las palabras sobran.
Insertos
Rápidamente tomó el autobús, y en su apuro dejó su billetera. Sin pensarlo dos veces se devolvió a buscarla, abrió sus cajones, que por suerte estaban con llave. La recogió y revisó los papeles, algunos billetes sueltos, una que otra tarjeta y por lo menos se notaba todo en orden, salvo un pequeño detalle… su identificación.
Miró la fotografía y no correspondía en absoluto. Imaginó que sería de alguien, no obstante llevaba todos sus datos personales correctamente escritos. Sin duda era su identificación. Cómo podía ser posible que alguno de sus compañeros o amigos fuera capaz de hacer ese cambio, tan perfecto, una broma seguramente, y mucha dedicación. Pero era imposible, puesto que no hacía muchos minutos que había revisado sus cosas.
Extrañado, decidió irse a casa, ya se hacía tarde, una vez más, y como siempre, todo a contra tiempo.
Era un día viernes, esperaba aterrizar un poco su acelerada vida, corriendo siempre de aquí para allá, y vise versa, pero su identificación le preocupó todo el camino.
Cuando llegó a casa, abrió la reja, luego la puerta de entrada, y entró sigiloso, con la paz que le caracterizaba. Una mujer salió a recibirlo, y cuando lo vió solo atinó a preguntar:
- Y usted? Quién es? Qué quiere?
- De qué hablas mujer! – Contestó el hombre.
- Por favor salga… salga…
- Por qué? Qué sucede?
- Váyase por favor, llévese lo que quiera, pero vállase.
- No entiendo, ¿Estás bien?
- Noooooooo! Se escuchó fuerte el grito de espanto de la mujer.
El ruido, prontamente atrajo al resto de la familia, quienes compartían aquella tarde, y tratando de calmar a la mujer, hicieron las mismas preguntas. – Quién era ese tipo?
Ante la presurosa arremetida de las personas, el hombre consideró prudente salir sin más. Algo sucedía, algo que no podía entender.
Le siguieron hasta la puerta, con amenazadoras intenciones.
Todo era sumamente extraño, y se acercó a unos vecinos, quienes no quisieron dar ningún tipo de información, evitándole finalmente, como si fuese un total desconocido.
Caminó aquella tarde, hasta que llegó la noche, sin poder entender la situación, se detuvo en un local que frecuentaba para tomarse un café. Habló con la camarera un par de palabras mientras hacía el pedido, y notó que ella tampoco le reconocía.
Pensó en la foto de su documentación, que se puso a observar con detenimiento sobre la mesa que brillaba con resplandeciente intensidad.
De pronto lo entendió, cuando observó su rostro reflejado en la mesa, igual a la de su identificación, y totalmente distinto a lo esperado.
Sus pupilas se dilataron, y el nerviosismo se fue incrementando en su ser. Un fuerte escalofrío recorrió su espalda, mientras retrocedía de espanto en su asiento, provocando que su taza se cayera, rompiéndose en el acto.
- Imposible…
Dicho esto, otro hombre se acercó, de muy buenos modales y bien vestido, y tocando su hombro derecho, le dijo:
- Cálmese por favor.
El hombre que estaba sentado levantó su cabeza, y su asombro fue aún mayor, cuando al ver el rostro del otro.
- Qué es esto?... ¿Qué está pasando?
El hombre que estaba de pié, tenía su mismo rostro, al menos el que recordaba como suyo.
- Le explicaré, acompáñeme, y véalo por Ud. mismo.
Desconcertado, con desconfianza aguda, le siguió hasta la barra, donde había un gran espejo de fondo, mientras aquel hombre le explicaba.
- Cómo puede ver, todo está bien.
- Qué dice!... No, No… Nada está bien aquí…. Déjeme por favor, déjeme…
Dicho esto, el hombre salió despavorido del local, sólo para constatar la verdad en las palabras de aquel otro, que era el mismo, así como los demás, como si todos en aquella ciudad, de pronto fuesen clones de una gran fábrica, en un mundo ajeno, velado sólo por la ceguera de la tozudez, en una supuesta realidad, de la cual, sólo unos pocos privilegiados despiertan a la luz, y conocen el verdadero significado de una existencia llena de seres… “Insertos”.
Insertos
Rápidamente tomó el autobús, y en su apuro dejó su billetera. Sin pensarlo dos veces se devolvió a buscarla, abrió sus cajones, que por suerte estaban con llave. La recogió y revisó los papeles, algunos billetes sueltos, una que otra tarjeta y por lo menos se notaba todo en orden, salvo un pequeño detalle… su identificación.
Miró la fotografía y no correspondía en absoluto. Imaginó que sería de alguien, no obstante llevaba todos sus datos personales correctamente escritos. Sin duda era su identificación. Cómo podía ser posible que alguno de sus compañeros o amigos fuera capaz de hacer ese cambio, tan perfecto, una broma seguramente, y mucha dedicación. Pero era imposible, puesto que no hacía muchos minutos que había revisado sus cosas.
Extrañado, decidió irse a casa, ya se hacía tarde, una vez más, y como siempre, todo a contra tiempo.
Era un día viernes, esperaba aterrizar un poco su acelerada vida, corriendo siempre de aquí para allá, y vise versa, pero su identificación le preocupó todo el camino.
Cuando llegó a casa, abrió la reja, luego la puerta de entrada, y entró sigiloso, con la paz que le caracterizaba. Una mujer salió a recibirlo, y cuando lo vió solo atinó a preguntar:
- Y usted? Quién es? Qué quiere?
- De qué hablas mujer! – Contestó el hombre.
- Por favor salga… salga…
- Por qué? Qué sucede?
- Váyase por favor, llévese lo que quiera, pero vállase.
- No entiendo, ¿Estás bien?
- Noooooooo! Se escuchó fuerte el grito de espanto de la mujer.
El ruido, prontamente atrajo al resto de la familia, quienes compartían aquella tarde, y tratando de calmar a la mujer, hicieron las mismas preguntas. – Quién era ese tipo?
Ante la presurosa arremetida de las personas, el hombre consideró prudente salir sin más. Algo sucedía, algo que no podía entender.
Le siguieron hasta la puerta, con amenazadoras intenciones.
Todo era sumamente extraño, y se acercó a unos vecinos, quienes no quisieron dar ningún tipo de información, evitándole finalmente, como si fuese un total desconocido.
Caminó aquella tarde, hasta que llegó la noche, sin poder entender la situación, se detuvo en un local que frecuentaba para tomarse un café. Habló con la camarera un par de palabras mientras hacía el pedido, y notó que ella tampoco le reconocía.
Pensó en la foto de su documentación, que se puso a observar con detenimiento sobre la mesa que brillaba con resplandeciente intensidad.
De pronto lo entendió, cuando observó su rostro reflejado en la mesa, igual a la de su identificación, y totalmente distinto a lo esperado.
Sus pupilas se dilataron, y el nerviosismo se fue incrementando en su ser. Un fuerte escalofrío recorrió su espalda, mientras retrocedía de espanto en su asiento, provocando que su taza se cayera, rompiéndose en el acto.
- Imposible…
Dicho esto, otro hombre se acercó, de muy buenos modales y bien vestido, y tocando su hombro derecho, le dijo:
- Cálmese por favor.
El hombre que estaba sentado levantó su cabeza, y su asombro fue aún mayor, cuando al ver el rostro del otro.
- Qué es esto?... ¿Qué está pasando?
El hombre que estaba de pié, tenía su mismo rostro, al menos el que recordaba como suyo.
- Le explicaré, acompáñeme, y véalo por Ud. mismo.
Desconcertado, con desconfianza aguda, le siguió hasta la barra, donde había un gran espejo de fondo, mientras aquel hombre le explicaba.
- Cómo puede ver, todo está bien.
- Qué dice!... No, No… Nada está bien aquí…. Déjeme por favor, déjeme…
Dicho esto, el hombre salió despavorido del local, sólo para constatar la verdad en las palabras de aquel otro, que era el mismo, así como los demás, como si todos en aquella ciudad, de pronto fuesen clones de una gran fábrica, en un mundo ajeno, velado sólo por la ceguera de la tozudez, en una supuesta realidad, de la cual, sólo unos pocos privilegiados despiertan a la luz, y conocen el verdadero significado de una existencia llena de seres… “Insertos”.
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