29 julio, 2011

Ciclos



Un hombre cumple un ciclo, y como todo en la vida, incluso la vida misma, pasa. Hoy fue uno de esos días, y la partida de uno, con quién se ha compartido complejas tareas en tantas arduas y larguísimas jornadas, ha llegado a su momento, tantas veces esperado, y otras no tanto.

Todo aquel que sale, ya no vuelve, y en definitiva, ya nada vuelve a ser lo mismo. Los cabellos blancos sobre su cien, y la emoción reflejada en su rostro, daban fe de ello, de que lo hecho, hecho está, y no pasó en vano. Algo se queda, y siempre queda algo, en un momento, un verdadero momento, rodeado de amigos.

Sus ojos brillosos, humedecidos, su voz quebrada, algunos regalos entregados con cariño, y algunas bromas enunciadas, para un hombre serio, quién recibe de todos el aprecio, en un ahora, y en un luego.

Estar, o no estar, era el cuestionamiento, porque a veces, la presencia física, se hace necesario. Pero no se puede estar en todos lados, o quizás sí, aunque sea un poco, un poco aquí, un poco allá, y entre todos ir recordando lo recordado, cuando las copas se alcen en un brindis alzado.

A todos llega, ese camino aún no caminado, que quizás no veremos, por ahora, porque estamos ante un tiempo enrarecido, enajenado, cada día más y más breve, cada día más mermado, donde un nuevo ciclo nace, cuando otro ha terminado.



PD. Para un amigo.

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