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Era un amanecer soleado, muy temprano aún, inserto en un lugar ajeno y extraño, cuando trataba de despertar de un prolongado y reponedor sueño. Sin embargo, aún estaba oscuro, y el exiguo calor en días de frío hacía acogedor el momento.
El estiramiento natural de sus piernas se extendió en un prominente pero suave movimiento, provocando un exiguo roce de su dedo meñique de su pie derecho con una textura extremadamente suave y delicada.
Sin despertar se acomodó hacia su costado derecho quedando aún más a gusto y las tenues imágenes se fusionaban en su imaginación. Sin poder despertar, se acercó milimétricamente hasta sentir la conmoción de una presencia vestida de blanco. Su conciencia se regocijaba en una lucha interna que no podía apagar con la simple lógica de un pensamiento, por lo grato de una suavidad que le paralizaba y le confundía en sus sentidos bajo una curiosa embriaguez que le atrapaba.
Pasó así algún tiempo sumido entre la confusión, la negación, y la intriga, tratando de despertar, o intentar establecer algún indicio de voluntad para controlar su confuso sueño, pero nada funcionaba.
Luego… El puntual despertador con su habitual música de Johann Strauss, apremió de golpe sus intentos, y sin lograr saber, despertó en la desorientación de un nuevo amanecer, sólo para descubrir que todo se trataba de una sutil sensación de pata con pata.
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