06 junio, 2011

En la cima


La ciudad era extraña, con cierto aire de antigüedad y modernismo a la vez, eran grandes y gigantes edificios en un barrio carente de tecnología. Sobre sí, las espigadas construcciones, preferentemente cuadriculadas, denotaban manchas que deslumbraban con el radiante sol de un atardecer que ya se ocultaba. El ambiente era tibio, algo inusual después de una lluvia, pero despejado, todo era visible en forma nítida en todas direcciones.

Muchos cables se desplegaban entre las edificaciones como si fuesen un gran telar, alguno de los cuales parecían tendederos. Se podía observar también, muchas escaleras de escape por fuera de los edificios, muchas antenas en los techos, más algunos letreros publicitarios y tuberías que sobresalían en cada construcción.

Aquel ser, estaba sobre uno de los edificios, muy bien abrigado, realizando algunas observaciones propias de algún análisis, maravillado con el entorno rústico, y la desolación del lugar. Mientras analizaba el entorno, la vista se centró sin querer sobre una de las edificaciones colindantes, a unos 20 metros. Ahí estaba, sobre un edificio de unos 120 pisos de altura, un más alto que aquel en que se encontraba, y desde donde se podía apreciar otro ser, un tanto diminuto, que posaba muy cercano a la orilla, sobre una estructura de concreto, de abrigo largo, con su pierna flectada y descubierta, en perfecta simetría y curvatura, perfectamente alineado con su botín de escaso tamaño.

No había habitantes en aquella ciudad, y los que hubiese sólo podrían estar ocultos bajo las sombras de toneladas de escombros más abajo, posibles cuerpos que no pudieron escapar de la radiación.

Era extraño, los censores no detectaban aquella presencia, pero ahí estaba.

Caminó unos pasos hacia su costado derecho, para reubicarse y poder ver mejor, lo que con dificultad observaba. No había forma de llegar ahí sin bajar del edificio y perder un tiempo valioso hasta llegar al otro lado. Tiempo en el que seguramente ya no estaría aquel ser.

Miró una vez más su censor, y no pudo detectar nada a su rededor, ni siquiera un leve movimiento. Se quedó un rato observando, y pese a algunas discretas señales, no hubo respuesta, más que una sola mirada desde lejos, lo cual le permitió en un segundo dado, alcanzar a visualizar su rostro, cuya expresión denotaba una leve sonrisa, que luego se transformó en partida.

Pronto llegaría el anochecer, tomó sus notas, y desconcertado volvió a su base, donde le esperaban. Se reunió con los suyos, y en las pocas horas que alcanzó a dormir, sólo recordaba aquella imagen.

En su meditación pasaron algunas horas que prontamente fueron despabiladas por la orden de abordar el vehículo. Presurosos todos, preparaban sus cosas, y se subieron al vehículo, eran grupos de a cuatro y se encaminaron muy temprano de madrugada, antes que saliera el fatídico sol de la mañana siguiente.

- ¿Alguna novedad…, detectó algún sobreviviente?, fue la pregunta de tono enérgico que recibió, a lo cual, respondió:

- No señor, nada, nada que pudiese detectar mis censores.

Dicho esto, la nave partió rápidamente en dirección a su nodriza, por un camino barroso, bajo una bruma espesa, alejándose rápidamente de la ciudad, en el instante mismo en que el sol apareció…, en la cima.




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