Eran cerca de las 23:38 hrs. de una noche despejada y rebosante de algarabía, unas finas copas con un discreto adorno se alzaban en un festejo ante una ciudad llena de vida. Algunas mesas alrededor vestían de gala, velas les adornaban y unas finas servilletas blancas le daban un toque llamativo a la creación. Música suave alrededor daba inicio a lo que sería una noche diferente y especial. La copa en su mano le distraía seductoramente por momentos, la acercaba despacio hacia su rostro y miraba a través de su tono rojizo como tratando de capturar la esencia interior de cada integrante ahí reunido.
En un momento dado, en forma leve y discreta, se apartó del grupo, porque sintió la necesidad de caminar y liberar sus pensamientos al viento. Una suave embriaguez se apoderaba de su menuda estructura, y no precisamente derivada del alcohol. Pero cuando esto ocurría, una mano fuerte le cogió de su brazo con enérgica actitud, - ¿Dónde vas dijo?, entonces un silencio breve, pareció eterno, una mirada fija se estableció, no obstante fue suficiente para que aquella aprensión fuese apaciguada. – Necesito respirar aire fresco, estoy bien, déjame un rato, dijo con hábil convicción. El conocía perfectamente aquella mirada y pese a su ceño fruncido, le dejó.
Caminó unos cuantos metros, a paso lento y pausado, un leve mareo se apoderaba de su conciencia. Buscó una orilla y se afirmo de unas barandas de algo parecido a un balcón, de estructura metálica y de madera. Miró hacia el cielo las estrellas, como queriendo elegir una en particular, mientras la copa de vino revoloteaba con oscilante suavidad entre sus dedos.
Era una noche especial, porque el sentido de unas palabras lejanas, le permitían ver que sin importar donde estuviese, todo estaría ahí, siempre presente en su constante diálogo interno, que por siempre le acompañaría y dónde nunca sentiría soledad.
Al rato después, alguien le llamaba a unos pocos metros, entonces volteó parcialmente su mirada, - Ya voy, dijo con cierto desgano, secó sus ojos en la oscuridad, sabía perfectamente lo que vendría, porque la vida es así, un momento para cada cosa, y cada cosa en su lugar, todo para que la función siempre pueda continuar.
En un momento dado, en forma leve y discreta, se apartó del grupo, porque sintió la necesidad de caminar y liberar sus pensamientos al viento. Una suave embriaguez se apoderaba de su menuda estructura, y no precisamente derivada del alcohol. Pero cuando esto ocurría, una mano fuerte le cogió de su brazo con enérgica actitud, - ¿Dónde vas dijo?, entonces un silencio breve, pareció eterno, una mirada fija se estableció, no obstante fue suficiente para que aquella aprensión fuese apaciguada. – Necesito respirar aire fresco, estoy bien, déjame un rato, dijo con hábil convicción. El conocía perfectamente aquella mirada y pese a su ceño fruncido, le dejó.
Caminó unos cuantos metros, a paso lento y pausado, un leve mareo se apoderaba de su conciencia. Buscó una orilla y se afirmo de unas barandas de algo parecido a un balcón, de estructura metálica y de madera. Miró hacia el cielo las estrellas, como queriendo elegir una en particular, mientras la copa de vino revoloteaba con oscilante suavidad entre sus dedos.
Era una noche especial, porque el sentido de unas palabras lejanas, le permitían ver que sin importar donde estuviese, todo estaría ahí, siempre presente en su constante diálogo interno, que por siempre le acompañaría y dónde nunca sentiría soledad.
Al rato después, alguien le llamaba a unos pocos metros, entonces volteó parcialmente su mirada, - Ya voy, dijo con cierto desgano, secó sus ojos en la oscuridad, sabía perfectamente lo que vendría, porque la vida es así, un momento para cada cosa, y cada cosa en su lugar, todo para que la función siempre pueda continuar.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario