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Introducción
Nunca se han puesto a pensar en que están en un mundo de convicción, donde lo aprendido y las tendencias populares manipulan el pensamiento haciéndonos creer en una realidad que aceptamos sin cuestionar. Esta historia habla un poco de ello, y nos plantea una idea distinta a lo preconcebido, más allá de lo que somos capaces de aceptar como una posible realidad.
Nunca se han puesto a pensar en que están en un mundo de convicción, donde lo aprendido y las tendencias populares manipulan el pensamiento haciéndonos creer en una realidad que aceptamos sin cuestionar. Esta historia habla un poco de ello, y nos plantea una idea distinta a lo preconcebido, más allá de lo que somos capaces de aceptar como una posible realidad.
Cóncavo
Los habitantes circundaban la sombría ciudad como era de costumbre, el día y la noche eran conceptos inexistentes. Las grandes edificaciones, así como los océanos podían ser vistos desde cualquier punto del planeta, ya que toda la superficie terrestre existente era cóncava.
Marion era el único joven que junto a July y June, se empecinaban en demostrar una teoría del universo más allá del subsuelo, alejado de lo que era aceptado ciegamente por la sociedad. Muchas veces trataron de explicar que existía un universo más allá del subsuelo terrestre, y que el concepto astral no estaba en los cielos conocidos, como todos pensaban. Una teoría que para muchos científicos de la época era irrisoria y descabellada. No obstante, Marion y su grupo ganaron adeptos, seguidores, fanáticos y retractores. La popularidad no buscaba, estaba en sus manos.
El reconocimiento por el aporte social y las buenas ideas tuvieron finalmente una recompensa inesperada, cuando entre la muchedumbre de sus pares, y la fuerte crítica social, un sujeto vestido de negro, se le acercó con un sobre, en el mismo color.
Sin prestar mayor importancia, Marion colocó aquel sobre en su bolsillo izquierdo de su delantal, deteniendo por algunos segundos su mirada en el rostro inexpresivo del hombre que desde lejos con amabilidad le saludaba.
Se refugió en su laboratorio con el resto de su equipo, evitando la masa que protestaba a favor y en contra sus tendencias futuristas.
Una vez en tranquilidad, Marion sacó el sobre de su bolsillo, de aspecto elegante, estaba sellado al cuño, y dirigido explícitamente a él. Lo abrió con sumo cuidado, era una invitación, una cita en un aeropuerto, de carácter inmediato. El grupo se quedó impactado, porque el troquel era exclusivo de una de las empresas más grande en el mundo, dedicadas a la investigación científica, y de muy difícil acceso. La RRSIX.
Prepararon todo en forma inmediata, y salieron del lugar, por un acceso lateral, siguiendo las instrucciones indicadas en una tarjeta digital. En la salida, por un pasillo, les esperaba una limusina de color negro azabache.
Pese a la desconfianza, acordaron entrar en el vehículo, algo temerosos, entusiastas, pero muy intrigados, y se fueron.
El vehículo entró en modo piloto automático, alcanzando una velocidad asombrosa, mientras una suave y agradable voz femenina, indicaba la maniobra realizada y la dirección cursada.
Llegaron a un enorme edificio, alejado de la ciudad, de extrañas características, muy moderno, como queriendo desafiar a la gravedad, protegido tras un manto holográfico, rodeado de dispositivos y guardias de seguridad. Ante ellos, una enorme entrada hacia un reconocimiento biométrico, que les daba una bienvenida y autorización hacia su interior.
Los científicos, se encaminaron hacia un ascensor, guiados por un anfitrión, el cual accionó desde lejos una consola de control que activó el mecanismo. El ascensor en vez de subir, como todos pensaban, bajó varios kilómetros a gran velocidad. Desde el ventanal se podían apreciar una especie de ciudad subterránea, impecablemente construida, llena de detalles multicolores y señalizaciones holográficas.
Cuando el ascensor se detuvo, se abrió la puerta que comunicaba a una elegante y enorme sala de estar, rodeada de pantallas, también holográficas, que mostraban mapas astrales, totalmente distintos a los que habitualmente se estudiaban en las bibliotecas técnicas o en las universidades. Ante el asombro, los invitados solo atendieron con obediencia a su guía quién les condujo hacia un extremo de la habitación. En un sillón rojo se encontraba un hombre de aspecto amable y sonriente, quién les dijo:
- Bienvenidos, tranquilos, y por favor tomen asiento, mi nombre es Max Miller.
Dicho esto, inmediatamente solicitó algunos menesteres, que fueron cordialmente presentados en cada sillón, más unos documentos que con suavidad se desplazaban bajo el delgado pero firme cristal de la mesa.
- Señores, - dijo Max Miller con entusiasmo.
- Les he convocado aquí, porque hemos observado sus investigaciones durante algunos años, y lo que plantean es totalmente factible de probar y estoy dispuesto a financiar vuestro proyecto.
Los jóvenes, se miraron perplejos, y sin mucho rodeo, no pudieron simular su júbilo ante la tentadora oferta.
- Dispongo para vuestra investigación este cuarto, donde podrán trabajar sin interrupciones, lo que hay más allá de este suelo aparente. Por favor, activen vuestro micro Films.
Dicho esto, unos menudos autómatas rodantes se les acercaron, y le implantaron el micro Films en la muñeca izquierda de cada uno, impregnándose en la piel como una especie de tatuaje, en forma de código de barras.
- No se preocupen dijo el hombre. El dispositivo implantado es un mero protocolo de seguridad. Como se habrán dado cuenta, la ciudad acá abajo es más grande de lo que parece, y estos dispositivos permitirán vuestra ubicación, por motivos precautorios.
Pronto fueron conducidos hacia su lugar de trabajo, donde se encontraba una gigantesca máquina escavadora. Llevaban bastantes meses en ello, guiados por los pocos datos que habían obtenido de las investigaciones subterráneas realizadas con la más avanzada tecnología.
Marion inmediatamente organizó su grupo de trabajo, y la investigación continuó en forma conjunta, por algunos meses más, hasta que llegó el gran día, un 30 de Julio de 2024, cuando el perforador se desplomó hacia un abismo subterráneo aún no explorado por el hombre.
Las alarmas sonaron alborotando el lugar, el cual fue transformando su estructura en extrañas máquinas de lanzamiento a modo de cápsulas.
Marion tuvo el honor de ser el primero, y se preparó para el gran evento, conjuntamente con su equipo que nunca le abandonaba. Era el acontecimiento más grande realizado por el hombre, y los noticieros plagaron sus portadas con la noticia, esparciéndose millones de comunicados hacia el resto del mundo.
El desplazamiento por el túnel tomó varias horas, bastante menos que el drenaje del taladro, y mientras viajaban en sus cápsulas, se intercambiaban datos sobre temperatura, distancia, presión, oxígeno, condiciones de la atmósfera, gravedad, etc.
Marion fue el primero en salir del “cascarón”, encontrándose con un abismo infinito de estrellas y constelaciones multicolores, jamás vistas por un ser humano. Millones de veces más numerosas que las acostumbradas a ver en los cielos de la ciudad. Era asombroso, y algo hermoso.
En la medida que se iba alejando del planeta, el científico no podía creer lo que sus propios ojos estaban asimilando, estaban en el subsuelo del planeta, y todo era infinito, por lo que no tardó mucho en concluir que conceptualmente nunca habían habitado la superficie como todo el mundo creía, y siempre estuvieron aprisionados como un polluelo dentro de un enorme cascarón.
Cuando este descubrimiento fue comunicado al mundo, la muchedumbre entró en una especie de pánico y júbilo colectivo, pese a las suavizantes palabras de los gobernantes.
La caravana prosiguió su viaje durante días, su búsqueda ante lo desconocido, viajando a velocidades que sólo el vacío y la ingravidez le permitían, que considerablemente era muchísimo más que cualquiera de sus expectativas.
Definitivamente, era un viaje sin retorno.
Pasaron algunos meses, hasta que lograron encontrar una esfera similar a la que dejaban. De azul intenso y cristalino, su brillo daba claras señales de ser un lugar extraño, pero lleno de vida. Era exacto al que habían dejado atrás, y en un acuerdo se adentraron en su atmósfera.
El calor intenso e incandescente se apoderó como bolas de fuego de las naves, que cayeron como rocas gigantes sobre la superficie, una que sin duda les resultaba impensable.
Increíblemente, los habitantes les esperaban. Eran seres desconocidos para el grupo de investigadores, cuyos cuerpos, levemente más estilizados, se les aproximaban con un gesto de cordialidad y hospitalidad inesperada. Definitivamente, eran seres bastante más evolucionados.
El sector donde cayeron las ovas, fue cercado rápidamente, y algunas edificaciones fueron construidas en cuestión de horas, alrededor.
De movimientos algo lentos, pero precisos, meticulosamente fueron llevados ante una especie de directorio, donde fueron examinados, uno por uno.
Marion conversó largamente con un de los extraños, hasta el punto de entender lo que había ocurrido. Todos se miraron entre sí, incrédulos, inquietos, y perturbados por lo que habían logrado. Sin saber, habían llegado a un lugar “lejano”, que en realidad era el propio punto de partida, pero en otro tiempo, su propio planeta.
Había sucedido que los habitantes del “subsuelo” de su planeta, habían emergido a la superficie, evolucionando y poblando el planeta en su exterior, en la forma inversa a lo que se conocía hasta ese entonces, hasta el último de sus habitantes salió, sellando el mismo punto de salida que habían taladrado por tantos tiempo. La historia había cambiado radicalmente los conceptos conocidos sobre la evolución de las especies.
Sin saber, y con todos los antecedentes recopilados, se encontraron con que estaban frente a su propia descendencia, en una paradoja sin igual, sólo para comprender y darse cuenta, de que aún, se encontraban inmersos en un universo, llamado… “cóncavo”.
Los habitantes circundaban la sombría ciudad como era de costumbre, el día y la noche eran conceptos inexistentes. Las grandes edificaciones, así como los océanos podían ser vistos desde cualquier punto del planeta, ya que toda la superficie terrestre existente era cóncava.
Marion era el único joven que junto a July y June, se empecinaban en demostrar una teoría del universo más allá del subsuelo, alejado de lo que era aceptado ciegamente por la sociedad. Muchas veces trataron de explicar que existía un universo más allá del subsuelo terrestre, y que el concepto astral no estaba en los cielos conocidos, como todos pensaban. Una teoría que para muchos científicos de la época era irrisoria y descabellada. No obstante, Marion y su grupo ganaron adeptos, seguidores, fanáticos y retractores. La popularidad no buscaba, estaba en sus manos.
El reconocimiento por el aporte social y las buenas ideas tuvieron finalmente una recompensa inesperada, cuando entre la muchedumbre de sus pares, y la fuerte crítica social, un sujeto vestido de negro, se le acercó con un sobre, en el mismo color.
Sin prestar mayor importancia, Marion colocó aquel sobre en su bolsillo izquierdo de su delantal, deteniendo por algunos segundos su mirada en el rostro inexpresivo del hombre que desde lejos con amabilidad le saludaba.
Se refugió en su laboratorio con el resto de su equipo, evitando la masa que protestaba a favor y en contra sus tendencias futuristas.
Una vez en tranquilidad, Marion sacó el sobre de su bolsillo, de aspecto elegante, estaba sellado al cuño, y dirigido explícitamente a él. Lo abrió con sumo cuidado, era una invitación, una cita en un aeropuerto, de carácter inmediato. El grupo se quedó impactado, porque el troquel era exclusivo de una de las empresas más grande en el mundo, dedicadas a la investigación científica, y de muy difícil acceso. La RRSIX.
Prepararon todo en forma inmediata, y salieron del lugar, por un acceso lateral, siguiendo las instrucciones indicadas en una tarjeta digital. En la salida, por un pasillo, les esperaba una limusina de color negro azabache.
Pese a la desconfianza, acordaron entrar en el vehículo, algo temerosos, entusiastas, pero muy intrigados, y se fueron.
El vehículo entró en modo piloto automático, alcanzando una velocidad asombrosa, mientras una suave y agradable voz femenina, indicaba la maniobra realizada y la dirección cursada.
Llegaron a un enorme edificio, alejado de la ciudad, de extrañas características, muy moderno, como queriendo desafiar a la gravedad, protegido tras un manto holográfico, rodeado de dispositivos y guardias de seguridad. Ante ellos, una enorme entrada hacia un reconocimiento biométrico, que les daba una bienvenida y autorización hacia su interior.
Los científicos, se encaminaron hacia un ascensor, guiados por un anfitrión, el cual accionó desde lejos una consola de control que activó el mecanismo. El ascensor en vez de subir, como todos pensaban, bajó varios kilómetros a gran velocidad. Desde el ventanal se podían apreciar una especie de ciudad subterránea, impecablemente construida, llena de detalles multicolores y señalizaciones holográficas.
Cuando el ascensor se detuvo, se abrió la puerta que comunicaba a una elegante y enorme sala de estar, rodeada de pantallas, también holográficas, que mostraban mapas astrales, totalmente distintos a los que habitualmente se estudiaban en las bibliotecas técnicas o en las universidades. Ante el asombro, los invitados solo atendieron con obediencia a su guía quién les condujo hacia un extremo de la habitación. En un sillón rojo se encontraba un hombre de aspecto amable y sonriente, quién les dijo:
- Bienvenidos, tranquilos, y por favor tomen asiento, mi nombre es Max Miller.
Dicho esto, inmediatamente solicitó algunos menesteres, que fueron cordialmente presentados en cada sillón, más unos documentos que con suavidad se desplazaban bajo el delgado pero firme cristal de la mesa.
- Señores, - dijo Max Miller con entusiasmo.
- Les he convocado aquí, porque hemos observado sus investigaciones durante algunos años, y lo que plantean es totalmente factible de probar y estoy dispuesto a financiar vuestro proyecto.
Los jóvenes, se miraron perplejos, y sin mucho rodeo, no pudieron simular su júbilo ante la tentadora oferta.
- Dispongo para vuestra investigación este cuarto, donde podrán trabajar sin interrupciones, lo que hay más allá de este suelo aparente. Por favor, activen vuestro micro Films.
Dicho esto, unos menudos autómatas rodantes se les acercaron, y le implantaron el micro Films en la muñeca izquierda de cada uno, impregnándose en la piel como una especie de tatuaje, en forma de código de barras.
- No se preocupen dijo el hombre. El dispositivo implantado es un mero protocolo de seguridad. Como se habrán dado cuenta, la ciudad acá abajo es más grande de lo que parece, y estos dispositivos permitirán vuestra ubicación, por motivos precautorios.
Pronto fueron conducidos hacia su lugar de trabajo, donde se encontraba una gigantesca máquina escavadora. Llevaban bastantes meses en ello, guiados por los pocos datos que habían obtenido de las investigaciones subterráneas realizadas con la más avanzada tecnología.
Marion inmediatamente organizó su grupo de trabajo, y la investigación continuó en forma conjunta, por algunos meses más, hasta que llegó el gran día, un 30 de Julio de 2024, cuando el perforador se desplomó hacia un abismo subterráneo aún no explorado por el hombre.
Las alarmas sonaron alborotando el lugar, el cual fue transformando su estructura en extrañas máquinas de lanzamiento a modo de cápsulas.
Marion tuvo el honor de ser el primero, y se preparó para el gran evento, conjuntamente con su equipo que nunca le abandonaba. Era el acontecimiento más grande realizado por el hombre, y los noticieros plagaron sus portadas con la noticia, esparciéndose millones de comunicados hacia el resto del mundo.
El desplazamiento por el túnel tomó varias horas, bastante menos que el drenaje del taladro, y mientras viajaban en sus cápsulas, se intercambiaban datos sobre temperatura, distancia, presión, oxígeno, condiciones de la atmósfera, gravedad, etc.
Marion fue el primero en salir del “cascarón”, encontrándose con un abismo infinito de estrellas y constelaciones multicolores, jamás vistas por un ser humano. Millones de veces más numerosas que las acostumbradas a ver en los cielos de la ciudad. Era asombroso, y algo hermoso.
En la medida que se iba alejando del planeta, el científico no podía creer lo que sus propios ojos estaban asimilando, estaban en el subsuelo del planeta, y todo era infinito, por lo que no tardó mucho en concluir que conceptualmente nunca habían habitado la superficie como todo el mundo creía, y siempre estuvieron aprisionados como un polluelo dentro de un enorme cascarón.
Cuando este descubrimiento fue comunicado al mundo, la muchedumbre entró en una especie de pánico y júbilo colectivo, pese a las suavizantes palabras de los gobernantes.
La caravana prosiguió su viaje durante días, su búsqueda ante lo desconocido, viajando a velocidades que sólo el vacío y la ingravidez le permitían, que considerablemente era muchísimo más que cualquiera de sus expectativas.
Definitivamente, era un viaje sin retorno.
Pasaron algunos meses, hasta que lograron encontrar una esfera similar a la que dejaban. De azul intenso y cristalino, su brillo daba claras señales de ser un lugar extraño, pero lleno de vida. Era exacto al que habían dejado atrás, y en un acuerdo se adentraron en su atmósfera.
El calor intenso e incandescente se apoderó como bolas de fuego de las naves, que cayeron como rocas gigantes sobre la superficie, una que sin duda les resultaba impensable.
Increíblemente, los habitantes les esperaban. Eran seres desconocidos para el grupo de investigadores, cuyos cuerpos, levemente más estilizados, se les aproximaban con un gesto de cordialidad y hospitalidad inesperada. Definitivamente, eran seres bastante más evolucionados.
El sector donde cayeron las ovas, fue cercado rápidamente, y algunas edificaciones fueron construidas en cuestión de horas, alrededor.
De movimientos algo lentos, pero precisos, meticulosamente fueron llevados ante una especie de directorio, donde fueron examinados, uno por uno.
Marion conversó largamente con un de los extraños, hasta el punto de entender lo que había ocurrido. Todos se miraron entre sí, incrédulos, inquietos, y perturbados por lo que habían logrado. Sin saber, habían llegado a un lugar “lejano”, que en realidad era el propio punto de partida, pero en otro tiempo, su propio planeta.
Había sucedido que los habitantes del “subsuelo” de su planeta, habían emergido a la superficie, evolucionando y poblando el planeta en su exterior, en la forma inversa a lo que se conocía hasta ese entonces, hasta el último de sus habitantes salió, sellando el mismo punto de salida que habían taladrado por tantos tiempo. La historia había cambiado radicalmente los conceptos conocidos sobre la evolución de las especies.
Sin saber, y con todos los antecedentes recopilados, se encontraron con que estaban frente a su propia descendencia, en una paradoja sin igual, sólo para comprender y darse cuenta, de que aún, se encontraban inmersos en un universo, llamado… “cóncavo”.
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