27 mayo, 2011

Lugares





Presurosamente alcanzó a vestir algunos atuendos y se arregló en cuestion de escasos minutos, como siempre el apuro de intentar hacer coincidir los horarios, no le permitían desfases, ni distracciones.

Nunca se sabe porque ni cuando algo sucede y cambia la dirección encausada de un ser humano. Lo cierto es que los acontecimientos suceden por algo, y ese algo es una señal aceptable, aunque no siempre comprensible.

De pronto, la invitación llegó muy cercana, e inevitablemente no pudo rechazarla. Siempre es una cosa por otra, pensaba, y en su mente rápidamente evaluaba, que sería mejor. Se mordió los labios, jugó con sus dedos ocultos bajo sus ropas, y sin muchas alternativas, dada la insistencia, y el hecho de que las entradas se encontraban compradas, accedió sin vacilar.



“Justo ahora”… noooo!!!... se decía. Cuestión de sincronía, momentos que vienen y van, transformando los hilos en otros hilos que no cesan de variar. Al fin y al cabo, tenía razón.




El día, contrariamente a lo que pensaba, además, estaba agradable, la tormenta que suponía, fue detenida por un pensamiento mucho más suave, sutil e intenso.

La noche ya se vendría, y un frío extraño se apoderó de la ciudad. Ahí estaba, entre vehículos, la muchedumbre, los "intelectuales" y variados vendedores itinerantes. Sus prendas oscuras hacían juego con sus zapatos brillantes, y con su frente siempre en alta prosiguió con el grupo que le acompañaba.

No pasó mucho rato antes de que la inquietud, y su correcta presencia diera entrega de su mensaje, el cual fue recibido amenamente. “Permiso concedido” era la frase que escudriñaba con la ubicación incomprensible de la exactitud. No obstante ahí estaba, en un mundo algo caluroso, donde el movimiento de los instrumentos daba armonía a una inquietud que no cesaba.

La distracción a ratos se hacía evidente en su rostro, algo que supo simular. No obstante la sensación extraña de la incertidumbre le acompañaba con cierta vehemencia, hasta el punto de no escuchar claramente las palabras que desde su costado brotaban, lo cual fué prontamente cubierto por la intensidad de la música.




Al primer descanso, fué inevitable mirar simuladamente a su rededor, casi como un reflejo. Sabía perfectamente donde estaba, sin embargo, no parecía estar donde estaba. Recordó entonces el como los fantasmas podían desvanecerse en el aire, y circundar libres de ataduras. Pero no se trataba de eso, sabía que estaba, pero no lo notaba. Sintió algo de frustración y coraje, pero se armó de paciencia y voluntad, procurando estar donde estaba.

Así transcurrieron las horas, y un montón de preguntas llenaron su mente, desviando su estadía hacia otros mundos, y hacia otros lugares.

20 mayo, 2011

Cálido y Frío



Hacía frío, aún bajo la protección del sólido recinto. Sus dedos se entrelazaban rodeando la taza, procurando el calor, mientras el reflejo del preciado líquido inducía figuras abstractas en circulares movimientos. Había hecho una pausa, una pausa que no esperaba hacer, una pausa inevitable que quiso persuadir rápidamente, pero que sin embargo persistía.

¿Por qué? Era la pregunta sin respuesta, y el silencio se hizo abrumador y eterno por algunos segundos, hasta que el bullicio de un grupo de jóvenes cortó el momento.

Todo siguió normalmente, sin embargo, uno de los jóvenes, sin querer, le recordó un detalle, uno significativo y que sólo era válido para sí. - ¿Qué tienes ahí?, preguntó con premura. El confuso joven extendió tímidamente su mano, en la cual sólo había un inocuo pedazo de papel a cuadros. Lo miró, y entonces ladeó su cabeza, frunció su ceño y desvió su mirada, como queriendo simular la respuesta que no encontraba.

Es sólo coincidencia, se dijo, y prosiguió con su trabajo, queriendo obviar el asunto.

Aquel día sería agotador, no podía distraerse, y el tedio del cuestionamiento era lo último que esperaba. Necesitaba hacer muchas cosas, y pese a ello, no podía evitar recordar.

Intentó obviar, y se aferró a lo que le hizo valorar aún más lo que ya poseía, y en lo concreto se quedó.



Supéralo”, retumbaba aún en su cabeza, como migas de pan esparcidas a montón, mientras agitaba su vaso, observando el curioso brillo de luz que reflejaba su rostro.

Ya era de noche, el frío acentuaba un leve temblor en sus manos, que prontamente buscaron refugio en nuevas palabras, que finalmente encontró. No era la respuesta que esperaba, pero si era lo que realmente necesitaba.

Entretanto, un abrigo se posó con gentileza sobre sus hombros, que aceptó con un dejo de simulo. En realidad, no quería hablar, sólo necesitaba pensar, y mientras escuchaba, sin prestar mucha atención, tomó sus cosas y se aprestó en seguir su camino sin mirar atrás.

Tarde o temprano, el recuerdo imborrable de un gesto, una imagen, un pedazo de papel inocuo, se vendría su mente, sin entender el porqué todo le parecía a veces, tan cálido y otras veces, tan frío.

16 mayo, 2011

Una noche fuera...



Ya era muy tarde, de una entusiasta madrugada, algo así como el intento de mantenerse con neurona al límite, y continuar en lo ameno. Ellos mucho más jóvenes, no se rendirían, y continuaron por la senda de duras batallas, hasta lograr el ansiado final de un modo “historia”, que por su extensa intensidad, ya llevaban una segunda jornada.

Cerca de las cuatro de la madrugada, y con algunas criptas ya revisadas, la faena concluía. El grupo se disgregaba y cada uno retiraba a sus respectivos aposentos.

No obstante, el impecable lugar, era ajeno, algo inusual, era como intentar escapar de la constante que a todos nos mueve, pero que en aquel momento, logrado estaba.

Aún prendido, con la gracia de un portátil, y un cajón iluminado, la soledad y el silencio, le hacía pensar en lo efímero que resulta el tiempo. Y así se quedó, entre vueltas y vueltas, y algunas cosas graciosas que vio, hasta que la luz comenzaba a entrar entre rostros sonrientes dibujados en una delgada cortina. Era ya hora de cerrar los ojos, por un instante, era hora de procurar el descanso que entre sueño y sueño, en imágenes continuaría.

Despertó varias veces, era un extraño en lo extraño, sintiéndose extraño, como un nocturno y un caminante de día, que siempre procuraba controlar la sed que la curiosa naturaleza de sus orígenes le proveía.

Pasaron así las horas, y el medio día marcaría el inicio de un tranquilo retorno.

Entonces extendió sus negras alas, y volvió a donde siempre le esperarían... aún después de… Una noche fuera...


13 mayo, 2011

Jack

Viernes, por fin viernes, un día done el fin es el comienzo, y aunque breve y conciso, es el despertar de un pequeño relajo. Así comienza esta historia, donde un sombrero de tres puntas, hace la diferencia entre la mayoría que sólo piensa en lo sobrio por sobre lo que es realmente divertido.

Una acción, una dirección, y el trenzado de sus cabellos perfectamente alineados daba firmeza al personaje, produciendo la locura y el asombro entre quienes gustosos le rodeaban para sacarse fotos.

Sus manos eran pequeñas, blancas y puras, y su personaje duro, grotesco y pintoresco como ninguno. Sus fans, sus seguidores, los que ampliamente se entremezclan, tan sólo para ser parte, y ahora los de ella.

Ya se viene… porque….

Un día feliz, no es un día que termina, sino, es un día que recién empieza.


11 mayo, 2011

El Editor de Sucesos



Caminaba por las frías calles de la ciudad, con sus harapos a cuestas, y su rostro menoscabado por las heridas que portaba. Su espalda estaba rasgada, y tanto sus manos como sus pies acusaban serias heridas al igual que las cicatrices en su frente, y una profunda lesión bajo su costilla aún empapada con algo de sangre y agua.

Había dormido a la intemperie varios días, tenía frío, como nunca sabía que aquel invierno seguramente sería su último invierno. En su mente recordaba las últimas palabras recibidas, que removían su sensibilidad a flor de piel, recordándole insistentemente su posición, su rango, su “nivel”, menoscabándole, ante una vida tan relativa como esquiva.

Se desplazó con dificultad, y mientras avanzaba, a sus pies, un objeto plateado brillaba encandilando su visión. Mojado y lleno de barro, lo recogió, cobijándolo bajo su ropa.

La lluvia torrencial, le impedía ver con claridad el objeto, y se arrimó bajo un árbol, donde se detuvo un instante a examinarlo, desvaneciéndose en el intento y perdiendo prontamente el conocimiento, con el curioso objeto entre sus brazos.

Ente ratos, sintió aberración y curiosidad ante el objeto, descubriendo en el ciertos botones con luces, “+” y “-“, que examinó con desacierto.

Presionó el “+”, por un segundo, y la lluvia se hizo aún intensa, como también su dolor, lo cual lo descolocó instantáneamente, haciéndole arrojar el objeto, que rodó unos cuantos metros desde donde estaba.

Su aflicción le impedía casi moverse, y así pasó un buen rato, en su soledad junto a un objeto que parpadeaba delante de el.

Como pudo, se alejó del árbol dónde se encontraba apoyado y recogió nuevamente el objeto plateado, volviendo de inmediato a su cobijo. Sus ojos brillaban bajo la lluvia y la oscuridad de ese atardecer tempestuoso. Con un notorio dejo de duda, colocó uno de sus dedos en el otro botón “-“, y lo presionó. Ante su asombro, la lluvia cesó casi por completo, como también su dolor. Había así, descubierto que lo ocurrido no era producto de su imaginación.

Sintió alivio, y presionó nuevamente el botón “-“, entonces la lluvia cesó y su dolor desapareció por completo. Era increíble.

Insistió en el mismo intento, presionó una y otro vez el botón “-“, cambiando todo a su rededor, como también su propio aspecto. Pero había un detalle…

Sus recuerdos desaparecían, hasta el punto de casi no saber ya de su propio nombre, ante lo cual sintió temor, y volvió a presionar el signo “+”.

Contrariamente a lo que esperaba, la lluvia no volvió, y un sol radiante afloró rápidamente entre las edificaciones, renovándose todo a su rededor. La ciudad cambiaba en la medida que seguía presionando el signo “+”, volviendo también su memoria.

No entendía el funcionamiento de aquel misterioso aparato, pero si entendía que pese a su condición, todo podía ser renovado, las mismas cosas, las mismas personas, pero mejor.

La ciudad se convirtió en un lugar limpio y esplendoroso, su “lámpara mágica” , había convertido su existencia en otra, o había convertido otra en su existencia, de cualquier manera, las cosas no eran lo mismo, y la causa era una simple decisión.

Sólo entonces entendió el funcionamiento de aquella “máquina”, estaba claro, dependía de sus propias emociones y pensamientos, y el no hacer nada, en nada quedaba, entonces se incorporó, levantó el aparato sobre sí, acercando sus dos pulgares a los botones, uno en cada signo, “+” y “-“, para finalmente accionar los dos al mismo tiempo, convirtiéndo su existencia, en un editor de sucesos.



06 mayo, 2011

Cóncavo



Introducción

Nunca se han puesto a pensar en que están en un mundo de convicción, donde lo aprendido y las tendencias populares manipulan el pensamiento haciéndonos creer en una realidad que aceptamos sin cuestionar. Esta historia habla un poco de ello, y nos plantea una idea distinta a lo preconcebido, más allá de lo que somos capaces de aceptar como una posible realidad.




Cóncavo

Los habitantes circundaban la sombría ciudad como era de costumbre, el día y la noche eran conceptos inexistentes. Las grandes edificaciones, así como los océanos podían ser vistos desde cualquier punto del planeta, ya que toda la superficie terrestre existente era cóncava.

Marion era el único joven que junto a July y June, se empecinaban en demostrar una teoría del universo más allá del subsuelo, alejado de lo que era aceptado ciegamente por la sociedad. Muchas veces trataron de explicar que existía un universo más allá del subsuelo terrestre, y que el concepto astral no estaba en los cielos conocidos, como todos pensaban. Una teoría que para muchos científicos de la época era irrisoria y descabellada. No obstante, Marion y su grupo ganaron adeptos, seguidores, fanáticos y retractores. La popularidad no buscaba, estaba en sus manos.

El reconocimiento por el aporte social y las buenas ideas tuvieron finalmente una recompensa inesperada, cuando entre la muchedumbre de sus pares, y la fuerte crítica social, un sujeto vestido de negro, se le acercó con un sobre, en el mismo color.

Sin prestar mayor importancia, Marion colocó aquel sobre en su bolsillo izquierdo de su delantal, deteniendo por algunos segundos su mirada en el rostro inexpresivo del hombre que desde lejos con amabilidad le saludaba.

Se refugió en su laboratorio con el resto de su equipo, evitando la masa que protestaba a favor y en contra sus tendencias futuristas.

Una vez en tranquilidad, Marion sacó el sobre de su bolsillo, de aspecto elegante, estaba sellado al cuño, y dirigido explícitamente a él. Lo abrió con sumo cuidado, era una invitación, una cita en un aeropuerto, de carácter inmediato. El grupo se quedó impactado, porque el troquel era exclusivo de una de las empresas más grande en el mundo, dedicadas a la investigación científica, y de muy difícil acceso. La RRSIX.

Prepararon todo en forma inmediata, y salieron del lugar, por un acceso lateral, siguiendo las instrucciones indicadas en una tarjeta digital. En la salida, por un pasillo, les esperaba una limusina de color negro azabache.

Pese a la desconfianza, acordaron entrar en el vehículo, algo temerosos, entusiastas, pero muy intrigados, y se fueron.

El vehículo entró en modo piloto automático, alcanzando una velocidad asombrosa, mientras una suave y agradable voz femenina, indicaba la maniobra realizada y la dirección cursada.

Llegaron a un enorme edificio, alejado de la ciudad, de extrañas características, muy moderno, como queriendo desafiar a la gravedad, protegido tras un manto holográfico, rodeado de dispositivos y guardias de seguridad. Ante ellos, una enorme entrada hacia un reconocimiento biométrico, que les daba una bienvenida y autorización hacia su interior.

Los científicos, se encaminaron hacia un ascensor, guiados por un anfitrión, el cual accionó desde lejos una consola de control que activó el mecanismo. El ascensor en vez de subir, como todos pensaban, bajó varios kilómetros a gran velocidad. Desde el ventanal se podían apreciar una especie de ciudad subterránea, impecablemente construida, llena de detalles multicolores y señalizaciones holográficas.

Cuando el ascensor se detuvo, se abrió la puerta que comunicaba a una elegante y enorme sala de estar, rodeada de pantallas, también holográficas, que mostraban mapas astrales, totalmente distintos a los que habitualmente se estudiaban en las bibliotecas técnicas o en las universidades. Ante el asombro, los invitados solo atendieron con obediencia a su guía quién les condujo hacia un extremo de la habitación. En un sillón rojo se encontraba un hombre de aspecto amable y sonriente, quién les dijo:

- Bienvenidos, tranquilos, y por favor tomen asiento, mi nombre es Max Miller.

Dicho esto, inmediatamente solicitó algunos menesteres, que fueron cordialmente presentados en cada sillón, más unos documentos que con suavidad se desplazaban bajo el delgado pero firme cristal de la mesa.

- Señores, - dijo Max Miller con entusiasmo.

- Les he convocado aquí, porque hemos observado sus investigaciones durante algunos años, y lo que plantean es totalmente factible de probar y estoy dispuesto a financiar vuestro proyecto.

Los jóvenes, se miraron perplejos, y sin mucho rodeo, no pudieron simular su júbilo ante la tentadora oferta.

- Dispongo para vuestra investigación este cuarto, donde podrán trabajar sin interrupciones, lo que hay más allá de este suelo aparente. Por favor, activen vuestro micro Films.

Dicho esto, unos menudos autómatas rodantes se les acercaron, y le implantaron el micro Films en la muñeca izquierda de cada uno, impregnándose en la piel como una especie de tatuaje, en forma de código de barras.

- No se preocupen dijo el hombre. El dispositivo implantado es un mero protocolo de seguridad. Como se habrán dado cuenta, la ciudad acá abajo es más grande de lo que parece, y estos dispositivos permitirán vuestra ubicación, por motivos precautorios.

Pronto fueron conducidos hacia su lugar de trabajo, donde se encontraba una gigantesca máquina escavadora. Llevaban bastantes meses en ello, guiados por los pocos datos que habían obtenido de las investigaciones subterráneas realizadas con la más avanzada tecnología.

Marion inmediatamente organizó su grupo de trabajo, y la investigación continuó en forma conjunta, por algunos meses más, hasta que llegó el gran día, un 30 de Julio de 2024, cuando el perforador se desplomó hacia un abismo subterráneo aún no explorado por el hombre.

Las alarmas sonaron alborotando el lugar, el cual fue transformando su estructura en extrañas máquinas de lanzamiento a modo de cápsulas.

Marion tuvo el honor de ser el primero, y se preparó para el gran evento, conjuntamente con su equipo que nunca le abandonaba. Era el acontecimiento más grande realizado por el hombre, y los noticieros plagaron sus portadas con la noticia, esparciéndose millones de comunicados hacia el resto del mundo.

El desplazamiento por el túnel tomó varias horas, bastante menos que el drenaje del taladro, y mientras viajaban en sus cápsulas, se intercambiaban datos sobre temperatura, distancia, presión, oxígeno, condiciones de la atmósfera, gravedad, etc.

Marion fue el primero en salir del “cascarón”, encontrándose con un abismo infinito de estrellas y constelaciones multicolores, jamás vistas por un ser humano. Millones de veces más numerosas que las acostumbradas a ver en los cielos de la ciudad. Era asombroso, y algo hermoso.

En la medida que se iba alejando del planeta, el científico no podía creer lo que sus propios ojos estaban asimilando, estaban en el subsuelo del planeta, y todo era infinito, por lo que no tardó mucho en concluir que conceptualmente nunca habían habitado la superficie como todo el mundo creía, y siempre estuvieron aprisionados como un polluelo dentro de un enorme cascarón.

Cuando este descubrimiento fue comunicado al mundo, la muchedumbre entró en una especie de pánico y júbilo colectivo, pese a las suavizantes palabras de los gobernantes.

La caravana prosiguió su viaje durante días, su búsqueda ante lo desconocido, viajando a velocidades que sólo el vacío y la ingravidez le permitían, que considerablemente era muchísimo más que cualquiera de sus expectativas.

Definitivamente, era un viaje sin retorno.

Pasaron algunos meses, hasta que lograron encontrar una esfera similar a la que dejaban. De azul intenso y cristalino, su brillo daba claras señales de ser un lugar extraño, pero lleno de vida. Era exacto al que habían dejado atrás, y en un acuerdo se adentraron en su atmósfera.

El calor intenso e incandescente se apoderó como bolas de fuego de las naves, que cayeron como rocas gigantes sobre la superficie, una que sin duda les resultaba impensable.

Increíblemente, los habitantes les esperaban. Eran seres desconocidos para el grupo de investigadores, cuyos cuerpos, levemente más estilizados, se les aproximaban con un gesto de cordialidad y hospitalidad inesperada. Definitivamente, eran seres bastante más evolucionados.

El sector donde cayeron las ovas, fue cercado rápidamente, y algunas edificaciones fueron construidas en cuestión de horas, alrededor.

De movimientos algo lentos, pero precisos, meticulosamente fueron llevados ante una especie de directorio, donde fueron examinados, uno por uno.

Marion conversó largamente con un de los extraños, hasta el punto de entender lo que había ocurrido. Todos se miraron entre sí, incrédulos, inquietos, y perturbados por lo que habían logrado. Sin saber, habían llegado a un lugar “lejano”, que en realidad era el propio punto de partida, pero en otro tiempo, su propio planeta.

Había sucedido que los habitantes del “subsuelo” de su planeta, habían emergido a la superficie, evolucionando y poblando el planeta en su exterior, en la forma inversa a lo que se conocía hasta ese entonces, hasta el último de sus habitantes salió, sellando el mismo punto de salida que habían taladrado por tantos tiempo. La historia había cambiado radicalmente los conceptos conocidos sobre la evolución de las especies.

Sin saber, y con todos los antecedentes recopilados, se encontraron con que estaban frente a su propia descendencia, en una paradoja sin igual, sólo para comprender y darse cuenta, de que aún, se encontraban inmersos en un universo, llamado… “cóncavo”.