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Una banca y un pensamiento, tan sólo
eso bastaba para intentar comunicarse
a través del tiempo. Aquellos mensajes
que alguna vez fueron, y que marcaron
las vidas para siempre, en un afán sin
precedentes, basado únicamente en lo
más divino de un sentimiento.
Aquél joven, paseaba su miraba, donde
algunas voces interrumpían constantemente
su profunda meditación. Podía escuchar los
molestos sonidos de la ciudad, incluso ciertos
pasos de algunos que con su curiosa mirada se
atrevían a interrumpir aquel divino momento.
Podía ver las aves a través de sus sonidos,
intentando sacar de su cabeza el constante
rugir de aquella congestionada ciudad.
Hasta que en un momento dado, los vehículos,
por momentos, parecían casi desaparecer,
y su pensamiento sólo se enfocó
en un puro objetivo, ver a través del
tiempo, aquellas claras imágenes de quienes
alguna ves, estuvieron cobijados bajo
la sombra de aquel árbol, tan
solo compartiendo unos pocos pero
gratísimos momentos, ya sea conversado,
o simplemente sintiendo la compañía
anhelada de la suave brisa del viento.
Algunas galletas, una bebida de tarro,
y que más podía necesitar para compartir
en soledad un momento tan grato, como la
tranquilidad de su soledad. Algunos jóvenes
jugaban con unas regaderas, mojándose y
riendo como chicos traviesos en aquel día
tan caluroso. Detrás, unas personas haciendo
taichi, mientras un entusiasta ciclista se
detenía muy cerca a contemplarlos. Algunas
guapas chicas, se paseaban por ahí, otras
no tanto, también. Algunas parejas, otros
grupos de jóvenes, y en un momento dado
una niña de rústica apariencia se atrevió
a acercarse a pedir unas monedas. Situación
que le produjo bastante desconfianza, porque
le sintió, antes de que llegara a su lado,
obligándole a ponerse de pie, mas que nada
por desconfianza, y le aterrizó en el
sentido de que no podía dejar de estar
atento ni un minuto. Sacó una moneda de
su bolsillo, pareciéndole barato comprar
su tranquilidad. Por suerte, nada importante.
En un momento dado, por un buen rato,
su cabeza se inclinó lentamente, y como
buscando lo impensable miró el suelo,
imaginando tal vez, que aquella arenilla
seca tenía cierto parecido a la de una playa.
Cuando levantó su mirada, dejó su tarro
bebestible, una crush, que dejó en su lado
izquierdo, y que miró con cierto toque de
nostalgia. Entonces fue que con lentitud
cerró un instante sus ojos, mientras su
brazo izquierdo se extendía apoyándose en
aquella banca, y sus manos discretas
trataban de abrazar el aire, como queriendo
coger en la nada. Fueron tan solo cinco
minutos en que su imaginación voló tan lejos
y tan cerca a la vez, tocando muy suavemente
con sus dedos detrás de un cuello imaginario.
Entonces fue que empezó a sentir un calorcito
muy notorio, más allá de la temperatura normal
del entorno, y pudo capturar la sensación de
estar efectivamente tocando el aire con sus
manos. Era un hormigueo en sus manos, como
si se agruparan millones de agujas clavándole
directamente sobre sus palmas.
Luego terminó su música, y dejó aquello,
para decididamente saciar con un momento de
relax y esparcimiento aquel breve momento.
Su mente ya volvía en sí, cuando de pronto
un teléfono vibraba anunciando un mensaje de
texto. Así, es, la "publicidad" está en todas
partes, y algunas más especiales y originales
que otras. En fin.
Después de un rato, tan sólo se dedicó a
contemplar a dos personas haciendo taichi,
un oriental que enseñaba a un occidental.
Y la vida continúa... el trabajo debe seguir,
porque la ciudad nunca duerme. Pero la verdadera
libertad, no está en aquello que se nos sea
posible de hacer, sino en aquello que en
nuestro privado momento somos capaces de
alcanzar a percibir. Más allá de las limitaciones
del tiempo, más allá de nuestras propias
limitaciones y prejuicios, estamos solos,
en un constante silencio. Pero con la dicha
de ser libres en nuestro propio pensamiento.
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