Es tarde ya, nuevamente, todo está oscuro, y mientras se trabaja,
el sonido del agua brota al rededor retumbando en las paredes del edificio
largo.
Surge entonces aquella inquietud eterna de querer saber, entonces, se recorre
aquella imagen vívida aún en la mente, en pixeles bien definidos, con la
nitidez y los colores deseados, y la sensación ancestral vuelve a plasmar el
ser, y el encanto.
Por qué?... Se pregunta una y otra vez, más tenue cada vez,
más distante quizás, pero aún permanente y en color blanco.
La respuesta carece de importancia, no hay palabras para
describir lo que se siente, simplemente sucede y es todo. Toda una vida de
hacer lo correcto no es suficiente, nunca lo es, porque aún se sueña con cierta
nostalgia, emoción y arrebato.
Cada día lo recuerdo, y cada día vuelvo, en mente o en el mismo espacio. Lo sé… son sólo
ideas, tan sólo pensamientos, pero son tan nítidos como el sabor de una naranja
bajo la sombra de un árbol.
Cómo quisiera percibir el aroma de la tierra mojada en sus
manos, caminando a solas y descalzo, deteniendo el tiempo por un momento, entre
las hojas resecas que crujen refugiados en un silencioso abrazo. Tan sólo eso.
Quizás un poco más, quizás un poco de ambos.
La banca ya no está, pero estuvo, y aún se percibe su aroma, una
y otra vez, con la brisa que remueve su cola de caballo,
alzándose tenue a veces, por aquellos mismos pasos. No se ven, no se juntan, ni siquiera de vez en
cuando, pero ahí aún están, por siempre, enlazados y enredados bajo sus cortos y largos pasos.
Las escaleras son el inicio, entre libros buscados, y fue el origen de lo primero nunca olvidado, un peldaño más arriba... y un peldaño más abajo.
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