19 junio, 2015

Qué es felicidad?

El sol ya pronto se iba ocultando, mientras el despertar de las luces de la ciudad comenzaba a iluminar cada uno de los grandes y estirados edificios. Algo había pasado, la ciudad estaba más activa que nunca. Era fin de semana y todo el mundo parecía estar más apresurado que lo de costumbre.
La oscuridad fue propia de su traje negro, y en combinación se convirtió en camuflaje, salvo por su pálido rostro y manos, que parecían puntos flotantes que deambulaban como alma en pena.
Se detuvo un instante para agudizar sus sentidos, y encaminar sus pasos hacia su destino. Su corazón latía con premura y casi con un dejo de angustia, parecía ido en su propósito, y un poco indiferente al patrón normal del mundo. Extendía sus manos, y una sensación de calor y cosquilleo le indicaba una dirección inequívoca. No necesitaba ningún artilugio electrónico o digital que lo guiara, sólo estaba ahí, guiado únicamente por su instinto.
Caminó varios kilómetros, a una velocidad inusual, sus pasos lentos y livianos parecían desprenderse del suelo, avanzando casi como tele transportado al lugar justo y preciso que miraba. Nadie lo notaba en la oscuridad, y su sensación de libertad inundaba su ser con total  frenesí. Nunca se había sentido mejor, parecía que todo era posible aún más allá de la acostumbrada realidad.
Prontamente llegó a su destino, y entonces le pudo ver a escasos metros en las cercanías de una esquina donde seguramente estaba esperan algún móvil. Ya era tarde, y pensó primeramente en su seguridad, y en el entusiasmo de propinar una sorpresa. Así fue como con paso tranquilo se acercó hasta lograr alcanzarle. Ella vestía de rojo, con un abrigo negro cuello alto, al igual que sus botas de mediano taco, portaba una cartera negra, y unos pequeños anteojos traslúcidos de marco negro, y su pelo negro tomado en cola de caballo.
En la proximidad tocó suavemente su hombro derecho, virando ella en rápida reacción, dando como es natural, un paso atrás, mientras levantaba su vista para poder distinguir quién era esa inesperada presencia. Le reconoció de inmediato, y su rostro se iluminó ampliamente, abriendo sus ojos con asombro.
Así permanecieron un par de segundos, en mutua contemplación, sin emitir palabras ni mayor acercamiento. Era notorio que ambos parecían felices por el simple hecho de haberse encontrado.
Luego, en su plena curiosidad, ella rompió el silencio:
-          Qué haces aquí?...
-          Te vine a buscar… vamos.
-          A dónde?
-          Sólo sígueme, si quieres…
Ella no entendía nada, y pese a su normal timidez y desconfianza aprendida en la vida, aceptó sin vacilar. Se llenó de preguntas, no temía, porque le conocía de años y sabía perfectamente  que podía confiar plenamente en él, sin embargo, su inseguridad siempre estaba presente.
Sujétate firme, y en cosa de escasos minutos subieron a un edificio, hasta llegar a la azotea. Ella no entendía como habían subido tan rápido, y conmocionada por el hecho, se emocionó al ver un cielo tan despejado y tan pleno de estrellas. Se acercaron a la orilla y pudieron ver el resplandor de las luces de la ciudad que titilaban a lo lejos. La locura de la ciudad estaba a sus pies, y todo parecía ser parte de un enjambre frenético lleno de vida y movimiento.
-          Quieres ver la ciudad de más arriba?... - dijo él.
-          Qué?...
-          Vamos… déjame mostrarte la ciudad…
Incrédula, aceptó sin vacilar, pensando  que todo era una broma. El sacó un celular de su bolsillo, prendió su luz y estiró su brazo haciendo señales a un espacio abierto. Prontamente el ruido de un motor se fue acercando rápidamente, provocando un fuerte vendaval.
Ella no podía creer. - Qué es esto?... preguntó mientras sonreía nerviosamente. No te preocupes, respondió el, con total tranquilidad. Ten cuidado con las aspas, y avanza conmigo. Entonces en unos pocos pasos avanzaron hacia el ruidoso aparato y se subieron. Una vez sentados, les pasaron unos audífonos y se pusieron los cinturones de seguridad, despegando casi al instante.
Él se comunicaba con el conductor mediante algunas señas, levantando el pulgar y dirigiéndose hacia la costa, alejándose poco a poco del bullicio de la ciudad. Mientras, observaban el movimiento de los vehículos que parecían de juguete desde las alturas.
Pronto arribaron en la costa, en las cercanías de un recinto bien iluminado, lleno de música, fulgor, y alegría. Bajaron y fueron recibidos por algunos anfitriones de corbata muy bien vestidos. Todo era esplendor, perfectamente pulcro, rodeado de blanco, tanto las mesas como las cortinas que flameaban ante el frescor del viento.
Trataron de hablar entre el bullicio y la algarabía, entonces el preguntó…
- Quieres algo más tranquilo?
- Sí, por favor. – Ella respondió.
Él sonrió y llamó a uno de los anfitriones, el cual se acercó con presura. Caminó un par de pasos, y habló unas pocas palabras dando algunas indicaciones. Al instante, aquel hombre se comunicó con el resto, y por comunicador coordinaron algunos preparativos. En cuestión de segundos, se acercaron a unos cuantos metros  algunas personas que montaron hábilmente unos paneles sobre la arena, muy próximo a un mar iluminado por el resplandor de una enorme luna.
-          Está listo señor.
-          Gracias respondió él, mostrando una sonrisa cortes y amable.
 
Se dirigieron al lugar, caminando entre la arena. Ella se sacó los zapatos, sintiendo un inmenso alivio y un agrado al sentir el suelo bajo sus pies.
Cuando llegaron, se internaron el pequeño recinto improvisado, de grandes y abiertos ventanales con vista a las olas, lleno de suaves luces que adornaban armónicamente el lugar.
Los asistentes a cargo, les recibieron con cordialidad, y prepararon la mesa con un variado banquete, llenando las copas con un colorido vino, todo en un armónico espacio que invitaba a la paz, la contemplación. Y ahí se quedaron compartiendo, a solas, sin interrupciones, apreciando la belleza del paisaje bajo la luz de la luna reflejada en el mar, sintiendo los sonidos de la naturaleza, conversando con total tranquilidad y contándose por completo cada detalle de las historias de sus vidas, en un momento eterno llamado “Felicidad”.
 

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