Es un día Martes 09 de Julio de 2013. Son las 09:35 de una mañana nublada, un día frío donde el tiempo y las
obligaciones nos encausan siempre en una única dirección rígida y estricta. No
obstante, todo puede suceder.
El correo anuncia una llamada. Miro a mi derecha, y el visor
del teléfono indica urgencia desde recepción. Las ideas típicas de vendedores
de seguro o asuntos bancarios inundan la mente, nublando el juicio ante lo que realmente
es. Luego de poner un poco más de atención, viene la “calma” y se lee un nombre
inesperado… “Andrés”.
Inmediatamente ciertos recuerdos asociativos se vienen a la
mente, y un gélido escalofrío recorre la espalda. El pasado se vuelve presente,
y todo se oscurece pensando que su repentina aparición es por alguna trágica
noticia.
Bajo tan pronto me doy cuenta de la persona que espera, se
abren las puertas y le veo de pie. El saludo cordial no se dejó esperar, y un
abrazo de hermano se pronuncia ante un grato presente, activando los buenos
recuerdos de tiempos de infancia, después de tantos años.
Un “alivio” fue verle, porque le percibía bien, con su
inquietante y dinámica personalidad, su fortaleza interior intacta, y su
energía a pleno dar. Los años pasaron, muchos fueron, y las marcas del tiempo
se apreciaban como muescas ganadas con el tiempo. Imaginaba que para ambos, esa
apreciación era igual. Aún así, la esencia estaba intacta, y la alegría de ver
fue mutua.
Pasamos un lugar de recepción y conversamos. El con una
velocidad ametralladora que daba gusto, casi difícil de seguir con tanta
información acumulada por los años. Muchas cosas pasaron, y muchas cosas aún se
notaban por hacer. Un niño, un amigo de infancia, ahora convertido en un hombre
dedicado y con su mente siempre puesta y dispuesta para con su familia, en
definitiva un buen hombre, que ha logrado mantener su bondad basada en su firme
naturaleza.
Pasado, presente, futuro, que más da, si todo cuanto somos,
es un conjunto de todas esas vivencias que alguna vez compartimos, y que
siempre estarán guardadas en nuestra mente y en nuestro ser. Quién podría osar
en pensar que el pasado es sólo pasado y que hay que ver el futuro sin mirar
atrás.
Ahora, ya me despido, y mientras escribo, curiosamente sale
el sol, como un buen presagio que nos hace entender, que todo buen pasado, siempre nos acompañará
en cada nuevo y brillante amanecer.
Dedicado a Andrés.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario