28 febrero, 2011

Cíclico


Ya de vuelta al ciclo “normal” de la vida, después de una merecida ausencia sumido algunos días en la quietud del arenal, donde el cielo es más despejado, donde el oxígeno es más respirable, donde la mente suele descansar, y despreocuparse de todo, absolutamente de todo, en familia, en la humildad de un nuevo hogar que se inicia, donde la cordialidad de la invitación se agradece, por su sencilla calidez y cordialidad.

Muchas cosas por hacer, poco tiempo después de todo, tanta planificación para nada, los días igual transcurrieron tan rápido que casi parecieron insuficientes.

Un profundo dormir acompaña, acogedor, sin horario, sin día, sin noche, en manos de los sueños, donde se puede volar hacia lugares increíbles, buscando siempre la instancia de un breve momento, para reflexionar, para pensar, para seguir volando.

Que depara el futuro, nadie sabe, y pese a que muchos siempre están necesitando una señal tangible en los cielos, sólo es cierto lo concreto, que una idea sigue siendo una idea, así como un pensamiento sigue siendo un pensamiento, que nos cuida, nos cobija de la nada y nos mantiene vigentes en el tiempo.

Habrá nuevas historias, por su puesto, nuevas narraciones, nuevos cuentos, como por ejemplo, “El ascensor”, “La grieta”, “Sueño Profundo”, “Luna”, “Mágica estrella”, “Desvelo”, “Cóncavo” y otros tantos que ya iré recordando.

En fin, el año empieza en Marzo, así es, y mientras todo sigue su natural ruedo, la imaginación nos acompañará en este nuevo ciclo, llamado tiempo.

04 febrero, 2011

Marcados



Mientras caminaba tocaba su rostro con cierto dejo de curiosidad, tenía claro su cometido y hacia dónde se dirigía, aún así, sentía que algo pendiente quedaba por hacer.



Cada vez que hacía aquel gesto, sus ideas se reordenaban y a su vez su mente divagaba en imágenes indescriptibles asociadas a lugares abiertos sin igual.

No muy lejos de ahí, a unos cuantos pasos, pudo observar a una persona sentada en una banca con su rostro inclinado, bajo la sombra de un frondoso árbol. Tenía algo rectangular entre sus manos que no se podía apreciar a simple vista, pero era evidente que era lo único que necesitaba en aquel ambiente de paz.

Le observó por algunos escasos minutos, inmóvil, sin saber por qué se detuvo. Tocó su rostro nuevamente con sus dedos, y notó que la persona realizaba el mismo gesto.

La curiosidad le llevó a acercarse, sin que fuese visible su presencia, y se quedó un rato más. De inmediato, la persona en la banca alzó su rostro de improviso, y miró hacia todos lados, sin percatarse que quién le observaba.

Se puso de pié, cerró lo que portaba en su mano derecha, y mientras tocaba su rostro miró a su rededor con cierto dejo de intriga y luego de notoria angustia.

La persona que observa se extrañó ante el hecho y prontamente se retiró para no incomodar. Caminó rápidamente en sentido contrario a lo que miraba, pero la curiosidad que sentía era poderosa, produciéndose una lucha interna entre querer caminar o detenerse un rato más.

Fue inevitable, y pensó, - “Quizás sea alguien que conozca!”.

Dudó, dudó, dudó, y finalmente detuvo su marcha, retiró la mano de su rostro, y miró hacia atrás, descubriendo que el personaje ya no estaba. Volteó para todos lados, y en un dejo de desconcierto se devolvió lentamente, hasta llegar al lugar. Sobre la banca, sólo había una libreta.

Su curiosidad fue más fuerte, y luego de cierta reticencia, cogió la libreta, de aspecto nuevo, con hojas impecablemente blancas, en dónde pudo leer una sola palabra.

Ante su asombro soltó la libreta dejándola caer al suelo, y se fue rápidamente como quién huye de un lugar.

Cuando llegó a su casa, se encerró, trató de calmarse, se dirigió al lavadero y mojó su rostro con abundante agua. Luego, miró su rostro en el espejo mientras goteaba, quiso tocar su rostro nuevamente en el mismo lugar que solía hacerlo, pero esta vez se contuvo.

Pensó en la libreta, recordó lo que decía, que claramente era su propio nombre en un dialecto extraño que sin saber como, si podía entender.

Con los años entendió, y en la medida que fue pasando el tiempo, fue descubriendo que no era un ser único, como pensaba, y su gesto de tocar su rostro en cierta zona no era exclusivo, y no siempre era de la misma forma.

Por fin pudo ver la verdad, su verdad, y que sin duda todos los seres del planeta estaban previamente clasificados según especie y rasgo, identificados mediante una marca, que se activa desde el punto en que se toca, y capaz de transmitir una señal codificada. En cierta forma eso explicaba el fenómeno de las razas, y también en cierta medida los distintos rasgos humanos.

No tenía exclusión de dicha “marca”, y por lo tanto, su vida continuaría sin contratiempos, tal cual la eligió, pero con la clarividencia de que no era la única persona que sabía de esa realidad, un código específico, diseñado para muchos, y también para algunos pocos por algún motivo particular.
Entonces penso...

"No, no estamos solos, somos muchos más, no como uno, sino como un todo, esparcidos por millar".





01 febrero, 2011

Jauría


Luego de visitar a unas personas muy queridas, se devolvía a la faena, como siempre, apurado y contra el tiempo camino al subterráneo en busca de la oruga veloz. Mientras caminaba, observaba a una veintena de pasos una señora que daba de comer a un grupo de por lo menos diez canes hambrientos. Iba inevitablemente en esa misma dirección, pero cuando se acercó, de la nada, corrieron por lo menos cuatro del grupo que le envistieron feroces, en una reacción totalmente inesperada. Eran grandes perros callejeros, quizás defendiendo equivocadamente un territorio que era totalmente público.

Eran varios y muy rápidos como para poder evitarlos a todos, no obstante, el ser no corrió, y sólo les miró deteniendo al instante el ataque, no así los ladridos, que pese a todo no dejó de ser insistente.

Tuvo que rodear el lugar para poder pasar, simular que recogía algo del suelo y estar pendiente, ya que un descuido, o una caída, significarían una dolorosa tragedia que lamentar.

Recordaba haber visto como uno de los grandes (rottweiler) de ese grupo destrozó a otro más pequeño, levantándolo como estropajo ensangrentado, y sin posibilidades de poder quitárselo de encima. Por suerte, aquel estaba distraído en lo suyo.

Pensó rápido, guardó calma, era un mero arranque instintivo, o percibieron un aroma, un sonido, o algo más. Nunca había sucedido, por lo menos no a tal número. Fue raro e inusual.

Luego de eso, con cierta dificultad, finalmente pudo llegar a su destino, bajar al subterráneo, para subir a su oruga veloz, con lo cual se retiró, y como topo bajo la tierra, desapareció.


Domingo


Después de un día caluroso, casi asfixiante de un día domingo, ya de noche, exactamente 21:29, ni un minuto más, ni un minuto menos, cómodamente en un sillón percibió la extraña presencia de lo que no pudo ver. Perduró por lo menos por media hora o más, hasta luego diluirse en el cansancio incomprensible del no saber, y de las voces circundantes (interferencia).

Se dice que la distancia más corta entre un punto y otro es la línea recta, sin embargo, el papel blanco entre sus manos se doblaba reubicando las distancias y dejando los puntos en un mismo lugar, en teoría claro, pero no muy alejado de una posible realidad.

La imagen casi era visible, en un espacio abierto, con mucho viento, desde las alturas de un paraje sin igual. Imaginación que se fusiona y se confunde, o una creencia de lo que queremos aislar. Al fin y al cabo, es eso. Ser capaces de aislar aquello que queremos recibir de este universo, tan simple como ir a un lugar público y escuchar a cientos de transeúntes pasar, cada uno empecinados con sus temas, comunicándose, diciendo, hablando, gesticulando, escuchando, recibiendo sólo lo que apenas está tangiblemente cercano.

Alguien en patines pasó por el lado, joven y hábil de gran destreza, escuchando su música, con alegría, una niña pequeña vestida de blanco más allá sujetaba la mano de su progenitor, mientras con la otra sujetaba su helado, una mascota pequeña también circundaba por el verdor cercano, en fin, un conjunto de seres, emisores y receptores, de la nada, y que conformaban un todo inaudible de lo que creemos, y que aún no sabemos.

Aquel momento estaba desfasado, y se erguía en la sombra alargada de los pasos que seguían su atardecer pensativo, lleno de ideas, de emoción, de nostalgia y de ansia contenida en la lejanía de un solo pensamiento. ¿Por qué es Domingo?...