La insistencia empalagosa de uno de los muchachos se hacía presente, casi como un juego. Su intensión, era ser afectuoso con su hermano, llamar su atención, pero no se daba cuenta de que las cosas no siempre son como se esperan.
El otro joven, un poco más robusto, con un poco de más edad, estaba sentado en la cocina frente a una mesa, ensimismado en sus asuntos, mientras la madre preparaba y ordenaba, como de costumbre, algunos bártulos.
- Ya déjate, se escuchó con un tono un tanto seco y cortante, no obstante el más joven insistía en su juego, asumiendo que todo estaba bien.
La madre a través de sus ojos claros, los miraba con un gesto crítico, preocupada, y muy nerviosa, ya que conocía muy bien a uno de ellos.
De pronto, en fracciones de segundos, la silla fue desplazada de su lugar, y un hábil brazo se extendió hacia el hermano más joven, sujetándole por el cuello fuertemente y levantándo su delgadísimo cuerpo contra la pared.
- Te dije que terminaras!!!, fue la frase que entendió, mientras la otra mano se empuñaba con furia.
La madre quedó perpleja ante la rápida escena.
El más joven miró a su madre de reojo, en un solo parpadeo, e indefenso, sólo bajó sus brazos, manteniendo la compostura mientras sentía como su visión se iba perdiendo en la asfixia.
El otro joven, un poco más robusto, con un poco de más edad, estaba sentado en la cocina frente a una mesa, ensimismado en sus asuntos, mientras la madre preparaba y ordenaba, como de costumbre, algunos bártulos.
- Ya déjate, se escuchó con un tono un tanto seco y cortante, no obstante el más joven insistía en su juego, asumiendo que todo estaba bien.
La madre a través de sus ojos claros, los miraba con un gesto crítico, preocupada, y muy nerviosa, ya que conocía muy bien a uno de ellos.
De pronto, en fracciones de segundos, la silla fue desplazada de su lugar, y un hábil brazo se extendió hacia el hermano más joven, sujetándole por el cuello fuertemente y levantándo su delgadísimo cuerpo contra la pared.
- Te dije que terminaras!!!, fue la frase que entendió, mientras la otra mano se empuñaba con furia.
La madre quedó perpleja ante la rápida escena.
El más joven miró a su madre de reojo, en un solo parpadeo, e indefenso, sólo bajó sus brazos, manteniendo la compostura mientras sentía como su visión se iba perdiendo en la asfixia.
La madre alzó un grito, mencionando el nombre del hijo mayor, el cual contuvo su ira, dándose cuenta de lo que estaba a punto de hacer. Duplicaba prácticamente la fuerza de su hermano, tanto en peso, como en envergadura física, y en cuestión de segundos le hubiese cambiado radicalmente su existencia, destrozando su pálido rostro con total facilidad.
Después de eso, se apartaron, el más joven, volvió a respirar, recuperando la normalidad de su visión, pero aún así no se extrañó, era su culpa. Un brevísimo instante, pero suficiente como para poder sentir las emociones de su hermano y los motivos de tal exagerada reacción.
Los hermanos no se hablaron por un tiempo, y luego las disculpas fluyeron en un abrazo comprensivo. Un suceso que nunca más se repitió a lo largo de sus vidas, que dejó emociones que los unió aún más.
25 años después, cerca del mar, bajo las estrellas, aquel recuerdo imborrable, fue narrado por los dos hermanos en una velada familiar. Los niños, sus propios hijos, no podían creer lo que escuchaba.
A fin de cuenta, siempre hay cosas imborrables en la vida, cosas malas, cosas buenas, pero siempre será mejor el hecho de no sentirnos indiferentes ante las situaciones que algún día nos conmovieron. Y aunque la memoria sea frágil, siempre estará aquello que nos indica quienes somos y quienes fuimos.
Un hermano, siempre será un hermano, suceda lo que suceda, por siempre hermanos.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario