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Era tarde, muy tarde cuando llegué a casa, y después de sacar 50 llaves, abrí la última puerta. La casa estaba vacía, y una sensación de abandono se apoderó de aquel instante. Con sólo el tiempo suficiente como para comer algo y luego dormir las escasas horas de las que disponía. El tiempo como siempre, apremiaba.
La ducha refrescante aliviaba un poco la tensión y luego de ver algo trivial y liviano para despejar la mente, observo un hámster que desde su jaula me mira con un claro signo de estar esperando lo mismo que yo.
Cada día es diferente, lo sé, y mientras el dolor va mitigando, el ánimo también se va restaurando, mejor que ayer, y no tan bien como mañana.
No obstante, sigo pensando, inserto en mundos virtuales, atrapado en el sosiego de lo que es, lo que pudo ser, y lo que será.
De las 50 puertas que abrí, nada parecía inusual, salvo la ausencia, que se hizo notar fuerte y directa, sobre cada cerrojo que nos señala que para todo hay una propiedad, y que no siempre se sabe lo que del otro lado irá.
La ducha refrescante aliviaba un poco la tensión y luego de ver algo trivial y liviano para despejar la mente, observo un hámster que desde su jaula me mira con un claro signo de estar esperando lo mismo que yo.
Cada día es diferente, lo sé, y mientras el dolor va mitigando, el ánimo también se va restaurando, mejor que ayer, y no tan bien como mañana.
No obstante, sigo pensando, inserto en mundos virtuales, atrapado en el sosiego de lo que es, lo que pudo ser, y lo que será.
De las 50 puertas que abrí, nada parecía inusual, salvo la ausencia, que se hizo notar fuerte y directa, sobre cada cerrojo que nos señala que para todo hay una propiedad, y que no siempre se sabe lo que del otro lado irá.
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