10 octubre, 2008

Los Sonidos




Era una tarde, sencilla como cualquier otra.
Mientras el suave sonido de la música se
desprendía de unos pequeñísimos audífonos.
De fondo, el sonido del viento era quebrado
por la alucinante majestuosidad de los truenos
a lo lejos. Apenas algunos pájaros hacían
sentir su canto, como complemento de la vida
que se gestaba en tan breve espacio.

Algunos de esos sonidos, ejecutados magistralmente
se daban a entender como voces que invitaban a
pensar y sentir, que las cosas más sencillas,
nos pueden brindar algunos momentos de
felicidad y paz.

En tan solo un instante, cientos de miles de
gotas de agua caían libres tras la ventana,
como lágrimas, que se escurren en pos de un
mensaje sin fin. Tal vez las siluetas
que se visualizaban bajo aquellas grandes y
pomposas nubes, ocultaban pacíficamente
aquello que muchas veces no queremos ver,
pero que sin embargo está ahí,
quietos y pacientes, en una eternidad que
sólo pretende observar nuestra evolución
desde lo alto.

Oh! sí, cuantos sonidos, cuantas imágenes
se pueden construir en nuestra mente, en
tantas variadas formas, y que sólo nos
conformamos con aquellas que nos parecen
más simples o entendibles a nuestros
limitados sentidos. Pero ahí están,
siempre como discretos mensajes que
a veces no quisiéramos dejar de oír,
pero que sin embargo nos seduce en la
nostalgia, la alegría, del simple hecho
de hacernos reír.

Aquí hay paz, una paz inmensa, inquebrantable,
que nos acompaña y nos rodea de nosotros
mismos, y que cada vez que la necesitemos
estará cuando nuestra mente se entregue a
recibirla.

Así son los sonidos, la armonía perfecta
entre las cuerdas de algún instrumento y
la naturaleza que nos rodea, alejado de
las ruidosa y molestas ciudades. Distante
hasta donde la mente pueda vagar, libre
de volar, llano al eterno caminar sin
preocuparnos de un rumbo a seguir, más
allá de lo que siempre nos limita.

Lo importante, es sentir aquel instante,
en que lo único que existe por breves
momentos es "la música y yo".

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