Manos
Cerró sus ojos un momento, frunciendo su seño, y entre las
innumerables manchas que vio en la oscuridad, pudo contemplar aquellas menudas
manos asediadas por el tiempo. Recordó entonces con extrema ternura la suavidad
de ellas en su rostro y el cómo eran cuando solían dibujar una sonrisa en su
ser. De vez en cuando, añoraba esa sensación de compañía y apoyo, de cobijo y
comprensión, de cercanía y tierna miraba que se alzaba a su estatura. Era como
si nunca más fuese a caer en el abandono, y aunque comprendía perfectamente que
nada es eterno, algo en su interior hablaba en silencio, murmurando las
palabras que nunca pronunció.
Brazos
Sus brazos solían alcanzar todo aquello que deseaba, y entre
tiempos pasados y nuevos, aprendió que en la vida no se puede ser feliz si no se alzan
con desfajo. Era simple estar frente a frente, y recibir sin ni una sola
palabra, el dulce significado de un simple abrazo. Son instantes preciados,
apenas unos pocos minutos en los cuales existen los lazos, enajenados del
entorno, y únicos entre tantos. En esos momentos, no existe nada más, no existe
nadie más, y todo se vuelve cálido, entre los cánticos de los pájaros que
revolotean al pasar.
Piernas
Son la fuerza de la razón. Así era la firmeza de su
convicción, que estuvo presente en su ser, con pleno desplante y avanzaba siempre
con decisión, así era la fortaleza de
sus jóvenes piernas, una que rebozaba de entusiasmo y alegría al saltar,
corriendo a veces, y otras caminando en busca de lugares sin explorar. Así fue,
si es que se recuerda, cuando un caracol era, aquel del cual se tuvieron que alejar,
porque una vez un hombre se acercó con prohibiciones sin razón, para que no pudieran
estar donde se procuró.
Pies
Hacía algo de frío aquella primera vez, las botas empinadas
en discreto taco parecían estables y frágiles a la vez. Sus pasos eran cortos,
como antes, como ayer, como eran y como solían siempre ser. El apuro sobre la
marcha siempre le acompañaba, y aunque la vida gire sin parar, a veces sólo
basta un segundo para cambiar todo. Caminaron muchas veces en busca de verdes
caminos, sólo para detenerse en los largos maderos, solo para hacer una breve
pausa, conversar y compartir. En otras ocasiones, solía percibir sus pasos, aún
desde lejos, y más aún, cuando casi jugando como niños pretendían al otro
sorprender. Aunque necesitaba algo, necesitaba sentir el control bajo sus pies,
pero los peldaños fueron aquellos que dieron el inicio a un infinito después.
Cola
De suave y ondulado pelaje era, alisado por tantos cuidados.
Su pelaje siempre ordenado y limpio, con
el aroma de la naturalidad, discreta al compás de sus movimientos, y correcta
en su oscilar. Su cola de caballo fluctuaba con alegría y entusiasmo en cada
actividad que hacía en la vida, siempre fue salvaje y de espíritu libre,
azabache en su galope, y sin esperas, siempre con mentalidad amplia, era un
todo, o era un nada. Nunca se detendría, y jamás cuartaría sus alas. Esa era su
verdadera timidez, su fragilidad, su temor natural a ser dominada por aquello
que nunca supo gobernar. Necesitaba sentir el control, y el control se
escapaba. No podía contener lo incontenible, hasta que un día tomó la decisión
y soltó su pelo a la libertad.
Oídos
El ruido de la muchedumbre parece siempre ensordecedor, y
sin importar la hora parece que la ciudad nunca descansa. El apuro era lo más
común y en todo lugar muchas veces el ruido no dejaba escuchar. Siempre hay que
estar pendiente del entorno, es algo necesario y natural, y como cualquier ser
humano, respondemos de acuerdo a lo racional. No obstante, hay momentos de paz,
donde los sentidos se agudizan permitiendo a lo lejos incluso escuchar los sonidos
del mar. Otras veces, deambulamos entre sombras, preferentemente al intentar
dormir, y escuchamos una suave voz que aclama nuestra atención, a veces son
reproches, otras veces son dulces palabras que provienen de una antigua
canción, con suaves sonidos de una eterna canción.
Vista
Aquí es donde más se aprecia el poder de la imaginación, donde
la silueta es grande a la luz de la ventana que da al balcón. Es el pensamiento
que juega en nuestra mente, vaciando recuerdos y construyendo nuevos escenarios
libres de gravedad y libres en pasión. Es como pintar un cuadro, pleno y lleno
de colores que fluyen en cada construcción, cada línea, cada contorno, y cada
detalle que pudo ser y cada momento que pasó. Las imágenes se hacen presentes,
plenas y llenas de variada posición, sobre todo en los momentos en que la
soledad acompaña, cuando hay más paz y dónde descansa la razón.