29 agosto, 2012

Al límite de la realidad


Las hordas se movían en masa, acuñadas bajo la doctrina impuesta y establecida por el sistema. Sin detenerse, avanzaban en gran número por las calles, mientras otros grupos lo hacían bajo tierra a gran velocidad.

Desde muy temprano, hasta que el ocaso, las mentes eran encasilladas en pensamientos colectivos asediados por el concepto “tiempo”, y la obligación de continuar como si no tuviesen propia voluntad.

Entre ellos, John, el más insignificante de todos, detuvo su paso, obstaculizando al resto, ocasionando un atochamiento que prontamente se convirtió en caos.  Nadie entendía nada, nadie avanzaba, y la desesperación provocó grandes altercados en un grupo que a su vez fue contagiando y desordenando a los otros que venían en masa más atrás.

El desbarajuste, prontamente se transformó en conflicto, destrozos y peleas sin sentido, hasta el punto en que la asfixia sucumbió a algunos que cayeron en el piso siendo pisoteados involuntariamente por el resto de la masa.

John, dio un giro sobre sí, y como pudo avanzó en sentido contrario,  abriéndose paso entre la indignación de los que le obstaculizaban sin comprender el sentido de su cambio.

Tras varios minutos de apretujes, logró salir del conglomerado, y subió por unas escaleras, hasta llegar al nivel más alto, donde se detuvo a contemplar el tumulto. No era lo que quería, pero estaba ahí, tratando de encontrar una razón por la cual todo ese flujo de personas se empecinaba en una determinación tan absurda.

Después de un rato, se observó a si mismo, y sintió una paz interior abrumadora, tan intensa, que detuvo su respiración por unos cuantos segundos. Prontamente empezó a ver puntos negros flotando a su rededor, mientras su vista se iba desvaneciendo en la nada, hasta el punto en que vio un camino, uno como si fuese un tubo cilíndrico, con una luz intensa al final.

Era una sensación de no sensación, casi agradable, parecida a aquella que recordó, donde todo era suavemente blanco. Se sintió liviano, nada le dolía en ese instante, y el bullicio de la gente, prontamente cesó. Sus sentidos se enajenaron de su entorno, y todo pareció tan pequeño y simple.

Tras unos eternos segundos más, el desorden de la gente,  pareció inmóvil ante sus ojos. No sabía lo que sucedía, pero sintió que tenía una opción, un camino, un sendero diferente, del cual no habría marcha atrás. Era la luz, o la oscuridad, más allá de su conocimiento, su fe, de su emotividad, y más allá de su propia convicción, donde por fin pudo encontrar una decisión, una que sólo se podría encontrar, al límite de la “realidad”.


14 agosto, 2012

Larvas!



         Caminaba con la vista pegada al piso por las frías y húmedas calles de la ciudad, con ambas manos en los bolsillos de una corta casaca, buscaba entre sus cables, los audífonos que tantas veces le acompañaban con su tan apreciable música.

Se dirigía a su trabajo, a paso rápido, porque era su costumbre, y mientras lo hacía, su mente divagaba entre sus recuerdos, sus pensamientos y en las vicisitudes de la vida. De vez en cuando alzaba su rostro, sólo para corroborar en la mirada de los transeúntes, una historia en particular, aunque pincelada en forma diferente, prodigiosamente elaborada bajo un mismo patrón colectivo, guiados como si fuesen meros vehículos de transporte.

          Podía apreciar la emotividad a distancia, el dolor, y también la alegría, como un halo de luz multicolor y envolvente. No era algo que podía ver, sino, algo que se siente.

          Luego, en la inmensidad de la populosa ciudad, lo vio intensamente claro, algo que por muchos años le pareció normal y aceptable, de pronto se volvió evidente. No eran personas con las cuales interactuaba, sino máquinas orgánicas, conducidas por una mente superior.

           Se detuvo un instante, miró a su rededor con mayor atención, y observó los patrones de conducta de cada individuo. Se preguntaba el porqué sería el único conciente de ello. Al parecer, para los demás, ni si quiera existía la remota idea de cuestionarse algo así. Por un lado quiso creer que no se daban cuenta, porque estaban siendo manipulados.

            Pronto su visión comenzó a nublarse, y una especie de sueño invadió su mente. Era como si ese tipo de pensamientos estuviese prohibido, y celosamente vedado.

            Lucho por un buen rato contra aquella sensación, y se alejó prontamente del concurrido lugar. Se dirigió rápidamente hacia un edificio. Corrió por las escaleras, varios pisos, hasta donde pudo, y agotado, esperó el ascensor. Quería llegar a lo más alto, en un acto casi por instinto, y se jugó por lo que consideró lo más racional. Había sólo dos posibilidades, o lograba llegar a la cima, o simplemente seguiría su vida al igual que los demás, enajenado de su propia conciencia.

            Presionó los botones del ascensor con desesperación. Entró, los segundos parecían minutos, y minutos horas. Buscaba respirar o asimilar de alguna manera coherente lo que había descubierto, pero algo le neutralizaba su mente en ese mismo instante con confusas ideas sin sentido.

             Cuando por fin llegó a la ansiada cima, notó que su cuerpo se hacía más y más ligero, mientras una intensa luz le rodeaba. Todo transcurría en cuestión de segundos, mientras su cuerpo era absorbido por la luz, perdiendo prontamente la conciencia.

             Para cuando despertó, estaba en una sala, parecida a un hospital, de color blanco, sin muebles, y sin muros ni techumbre, todo era intensamente blanco, y extremadamente suave. Se sentía liviano, con una sensación de libertad y paz plena, pese a que no podía moverse.

              Al poco rato, sintió la supuración de un líquido viscoso y cálido desde su oído, que se escurrió por detrás de su cuello. No sabía lo que era, pero luego de eso, sintió que algo se desplazaba lentamente sobre su mejilla, con forma de capullo que se arrastraba en un intento de llegar a su boca.

             Apretó sus labios con recelo, y la criatura cambió de dirección, directo hacia su nariz. Trató de pedir ayuda, pero no podía hablar. Inmóvil su desesperación ante lo desconocido, le hizo reaccionar, sacudiendo su cabeza fuertemente, quedando el bicho cerca de su ojo.

             Inmediatamente comenzó a sentir voces a su rededor, a la vez que la habitación se llenaba de seres gigantescos, que con la misma viscosidad, le sujetaban con fuerza, inmovilizándole casi por completo. No entendía lo que decían de principio, pero en la medida que pasaba el tiempo, sus sentidos se intensificaban a un nivel que no era capaz de entender.

-          Cámbialo ya!...

            Fue lo único que apenas logró entender de una de las frases que escuchaba en un extraño dialecto, mientras su mente se despejaba cada vez más, con asombrosa agudeza.

-          Ahora…!

            Fue lo último que logró entender hasta que su cuerpo y su mente se desvanecieron en un profundo sueño.

            Al despertar, estaba sentado en una banca, con una suave música en sus oídos y una naranja en su mano derecha. Desorientado, miró su reloj, y sintió el apuro de su jornada. Guardó su fruta en un bolsillo y rápidamente se incorporó, dirigiéndose raudamente a paso ligero hacia sus labores, sus  rutinas, y sus deberes, perdiéndose entre la multitud, siguiendo los pasos de una vida “normal” y cotidiana.

“Je pense, donc je suis”


10 agosto, 2012

El Anillo

Se dice que un anillo cabe en un dedo, y que quien lo lleva consigo es dueño de su poco o gran valor, aunque sea por el instante de tiempo que lo porte. 

Se vive con el, o se vive en él.
...

07 agosto, 2012

Al llegar...

He llegado a casa, un hogar que no es un hogar por ser un lugar, sino porque es un espacio de tiempo sagrado donde después de una larga jornada, por fin se puede estar en paz, lejos de lo absurdo, de la lucha, de la tolerancia, y el ritmo vertiginoso que impone una sociedad que no es sociedad.

Es cierto… hace mucho que no escribo, y es sólo por ese miserable motivo… El tiempo. El tiempo que para ninguno guarda pidedad.
 
Muchas historias circulan por mi mente, mientras otras divagan en la oscuridad, bajo el menoscabo de aquello que siempre nos empuja hacia caminos, que incluso, no queremos cursar (rutina).

El día y la noche se fusionan, y todo parece como un sueño, donde el cansancio se confunde con la ansiedad, las ganas, y toda esa energía, pura y vivaz,  que se desborda en aquel otro mundo donde todo puede pasar (el mudo de los sueños).

Podemos ser seres tangibles, dependientes de logros, de números, incluso de afectos, de diversas cosas o situaciones, pero también podemos ser, pensamientos puros y libres, con mucha imaginación, sueños y emociones, entre árboles, bancas y naranjas, que por siempre nos acompañarán.

Quizás sea sólo eso, quizás sea mucho más. Son los pequeños espacios de tiempo, que recogemos y que cosechamos sin parar.