30 junio, 2012

Concierto

Se dice que un gran músico nace con talento, o en su defecto se hace en el camino. 

Conducía su viejo vehículo por la carretera, en pleno desierto, a más de 160 km/h. en línea recta, no había tráfico, ni puntos de control, sin nada que le detuviese. Estaba obsesionado por llegar a tiempo. Era la oportunidad de su vida, y si era aceptado, su vida tendría el giro tantas veces anhelado. 

A lo lejos, la difusa imagen de una persona tambaleante caminaba en medio de la carretera. Pensó ignorarlo, y pasar por un lado, pero las manchas oscilantes en el pavimento parecían agua en movimiento sobre una superficie nubosa, que confundían su visión. 

De pronto, aquel cuerpo vacilante, cayó al piso. Iba demasiado rápido para reaccionar oportunamente y cuando ya estuvo a escasos metros de él, frenó drásticamente perdiendo el control del vehículo, el cual volcó dando varios giros por encima del cuerpo tendido. Aquellos parecieron ser los segundos más largos de su vida. Su mente se revolvía en una recopilación instantánea de imágenes en blanco y negro, de toda su vida. Después de casi seis giros, el vehículo quedo parado en sus cuatro ruedas, varios metros de donde estaba el cuerpo tendido, provocando la muerte "instantánea" del conductor. 

Tras un par de horas, el hombre que estaba tendido en el piso se incorporó en precarias condiciones. Sus vestimentas estaban totalmente destrozadas, y tenía su cuerpo lleno de heridas. Con dificultad se incorporó y avanzó algunos pasos hacia los restos de lo que parecía un vehículo aún en buenas condiciones. Mientras avanzaba, en su desorientada mente sabía que no duraría mucho si no salía de aquel desierto candente, donde seguramente no habría un próximo visitante, en días. Cuando llegó al vehículo, miró a través de las ventanas, todas quebrajadas y empañadas con la tierra aún levantada. 

Intentó abrir la puerta principal, la que entre forcejeos, finalmente cedió, encontrando con pavor los restos del conductor con su mismo rostro, cuyo cuerpo cayó a sus pies. Se quedó un instante sentado en el piso, observando infructuosamente a su rededor, tratando de entender lo que había sucedido, sin encontrar las respuestas que necesitaba. No sabía qué hacer, hasta que entre sus harapos, cogió un pequeño instrumento musical, que instintivamente tocó con majestuosidad. 

Luego de un buen rato, consternado y ya con pocas fuerzas, en un último intento decidió retirar los restos del conductor, y se aprestó a encender el motor. Después de varios intentos, casi al borde de la desesperanza, el motor encendió. No podía creer lo que sucedía, mucho menos entender porqué estaba ahí, pero se sintió afortunado. 

Así fue como finalmente prosiguió por la carretera, a una velocidad moderada, logrando llegar a un destino, aún más extraño y desconocido, un pueblo de aspecto rústico y desolado, en medio de un desierto árido, en cuya entrada había un gran letrero, que decía… 

                                                             "Bienvenido a Concierto"

26 junio, 2012

El Seguidor


Era un largo viaje y sol de la tarde comenzaba a desvanecer. Estaba en el último asiento del último recorrido de un bus casi vacío, que curiosamente hacía un desvío por un callejón solitario y sombrío. El conductor, algo obeso, de aspecto rústico y fornido, anunciaba a sus últimos pasajeros que todos debían bajar. Según el, por problemas de la máquina.

EL joven de lentes se encontró frente a frente con una situación que no esperaba, en un lugar desconocido y poco tiempo para llegar a su destino.

Mientras caminaba por el pasillo del bus pensaba en cómo podría continuar su viaje. Tenía que pensar rápido y se acercó al chofer.

-          Perdón, esto es todo. Se suponía que llegaríamos al terminal.

-          Lo siento, hay un problema técnico en la máquina, debo cambiar de bus.

-          ¿Viene algún bus de reemplazo?

-          Jajaja… No.

Mientras este diálogo ocurría, los pasajeros se disgregaban rápidamente en distintas direcciones, seguramente porque alguien les esperaba, o por la sencilla razón de que se encontrarían cerca de sus casas. Sabían perfectamente que aquel lugar no era el más adecuado para quedarse.

En su desesperación el joven insistió con el chofer. Aún quedaba mucho camino por recorrer.

-          Señor, disculpe, pero debo llegar pronto a destino.
-          Lo siento, pero debe hacer el trámite de cambio de máquina, antes que oscurezca.
-          Por qué antes que oscurezca.
-          No querrá estar aquí para entonces, se lo aseguro.
-          Entiendo. – Dijo el joven, dando un rápido vistazo alrededor.

La preocupación encendió sus mejillas y se sintió inseguro, en un lugar tóxico, ajeno y extraño.

-          Le seguiré, si no le molesta. – Insistió el joven.
-          Está bien, pero no me detendré por Ud. Yo camino rápido.

Inmediatamente el hombre obeso se puso en marcha, dejando su máquina a su total descuido. Caminaba muy rápido, y tras unas pocas cuadras se fue entre callejones llenos de mallas de alambre, hasta llegar a unos grandes edificios de rústico aspecto.

Bajó rápidamente por unas escaleras, con una agilidad inesperada. El joven tras el, le siguió con un total dejo de desconfianza. Era poco más de las 20:30 hrs. y si no le seguía, posiblemente no iría a ninguna parte. El hombre gordo, siguió bajando por estrechos pasajes de paredes color crema, llenos de más y más escalones. Viraba con suma rapidez, a la izquierda, luego a la derecha, siempre bajando.

Mientras más bajaba, más le iba perdiendo de vista entre cada esquina que doblaba.

En un momento dado, el joven sólo se quedó con el sonido de los pasos que apenas alcanzaba a escuchar, mientras seguía bajando, cada vez más dudoso.

La sensación del lugar no era muy distinta a la de la superficie, aún así prefirió subir.
Pensó lo peor, mientras recorría toda su vida en su mente, cada detalle, cada pensamiento, cada evento, cada cosa realizada, y cada situación de su existencia.

Definitivamente estaba perdido, y ahora solo. El lugar se hacía cada vez más oscuro, debía salir de ahí, y sólo atinó a seguir su agudo instinto.

-          Izquierda, derecha, una vuelta, arriba, abajo, ¿Por dónde?… Se decía a sí mismo.

La construcción del lugar parecía no tener sentido, porque mientras más intentaba subir, más parecía bajar. Aquel lugar parecía interminable, nunca había estado en un subterráneo tantos pisos abajo. Y a esas alturas, lo único en que pensaba era en sólo salir.

Decidió irse por otro camino, y atravesó un pórtico entre abierto. El pasillo era largo y frío, lleno de puertas en sus paredes, lo más parecido a ciertas escuelas o sanatorios que alguna vez conoció. En cada habitáculo, podía apreciar muchas sillas y mesas unidas, en metal y madera, semejantes a salas de clases o de conferencias, donde se suele tomar apuntes. El lugar estaba vacío.

Al final del pasillo, otro portal de doble hoja, pero que sin embargo estaba cerrado.

Lo examinó minuciosamente, y giró una manilla oxidada que liberó los seguros. Cuando por fin logró abrir, se encontró nuevamente con la calle, una calle totalmente distinta, ya no como un atardecer sombrío, sino con plena luz de día y llena de gente compartiendo en familia en los jardines.

Miró hacia atrás las rústicas puertas que había atravesado, sin encontrar sentido a la situación y aún sin saber dónde estaba.

Delante de el, una delgada mujer, de sobria vestimenta, cabello medianamente corto, le sonrió con un notorio gesto de aprecio y familiaridad, mientras le indicaba a sus dos niños pequeños que fueran a saludar.

El joven, conmovido por la escena, se puso en cuclillas, y recibió a los niños con un fuerte abrazo y extrema ternura, devolviendo el gesto con profunda humildad y emoción.

Era claro lo que sucedía, y no requería de mayor entendimiento, ya que más allá de su comprensión, había encontrado algo que nunca había perdido… a si mismo, tal y cual como siempre quiso, en un universo dónde lo cotidiano no siempre es lo que tan afanosamente creemos, sino, una forma, para encontrarnos con nuestro propio camino, aquel que nos permitirá por fin dejar de ser... “El Seguidor” que siempre hemos sido.




24 junio, 2012

Será!

Hoy vi un hombre admirable, de una grandeza y fortaleza única, que mientras caminaba frente a mí, sujeto de su mástil plateado, era capaz de confortar en una sonrisa su mejor anhelo y majestuosidad.

Pensaba en todo lo que significaba una vida, y el porqué de muchas cosas. Me sentía como un explorador en un mundo complejo, donde lo tangible y lo intangible se unen en un punto donde no hay marcha atrás. Porque en el fondo, no todo depende de una decisión ni de una fuerte convicción o voluntad, sino más bien, de un conjunto de eventos que no paran jamás.

No siempre es fácil aceptar una convicción, no siempre es fácil aceptar la dirección de un camino, y entonces nos preguntamos ¿Por qué?... y no nos damos cuenta de lo egoístas que somos, ya sea porque intentamos doblar la historia, o porque la dejamos rodar.

Aún así, queda su imagen vívida en mi memoria, y lo que admirable es ahora… inevitablemente, admirable será.


19 junio, 2012

Quería decir...

Quería decir… y apenas fueron unos pocos segundos, en su mirada estaba todo lo que necesitaba saber. Su vida no dependía de un acontecimiento, sino, más bien de una decisión, una que cambiaría el resto de su existencia y la de los demás. Finalmente, el universo no es quebrantado no por las cosas que creemos, sino por aquellos pequeños instantes que tomamos o dejamos.

Quería decir… muchas cosas, y no hubo tiempo, nunca lo hay, aún así, nada de lo dijera podría cambiar la decisión ya tomada, quizás forzada, más motivada por el miedo a lo desconocido, que por el pesar o el dolor intenso de un envase mermado.

Quería decir… y como siempre, guardé silencio, por prudencia, por respeto. Unas pocas palabras no cambiarían su destino, y sentía que nada de lo que dijera sería apropiado.

Quería decir… la verdad, sin tapujos, sin filtros, sin los temores al dolor extraño, pero su mirada me contuvo, y sólo le entregué un cálido abrazo.

Quería decir… y ahora lejos estoy, de lo que no veo, pero que siento… por algo.

Quería decir… y todo lo que digo, está aquí, guardado.

Quería decir… y cuanto más quiero decir, más cayo.

Quería decir… quizás algo importante, algo que pudiese dar alivio, algo que fuese fruto de una 
esperanza, pero no está en mis manos.

Quería decir… que tengo fe, y que creo enormemente en un Dios, en un ser Supremo, en un como quiera que se llame, pero percibo aquel dolor, el de ellos, el de otros… e injusto lo hayo.

Quería decir… pero el… el era un buen ser humano.

Quería decir… quería decir… y no lo hago.

Quería decir… y ya que saco.

Quería decir…


09 junio, 2012

Supuesta Normalidad

Llegaba tarde a casa después de una jornada agotadora. Se había quedado con un compañero de trabajo en un edificio en la oscuridad de la noche. El cansancio agobiante de sus componentes orgánicos les impedía encontrar la respuesta que necesitaban para resolver el problema que los acongojaba. Las ideas se empañaban en la revisión repetitiva de lo ya revisado una y otra vez. Todo estaba bien, pero algo no funcionaba, hasta el punto de parecer un karma. 

Sin resolver el enigma, volvió a su casa. Entró en silencio a su hogar, mientras todos dormían, y se dirigió a la cocina donde sació su sed de tranquilidad con un delicioso postre de electrones. Era ya muy tarde. Procuró dormir temprano, sus partes orgánicas lo requerían, no sin antes enviar un informe vía correo. 

Al otro día, lo inesperado sucedía en cada, trayecto, entre la restricción vehicular, la poca amabilidad de los colectiveros, y otros menesteres que siempre retrasan la partida. Lo bueno, que pese al frío, se fue conversando con la persona más importante de su vida, su pequeña, a quién no veía con la suficiente dedicación desde hace algún tiempo. Ese tiempo, aunque breve, era importante. 

Quizás eso necesitaba, un atraso, algo distinto, un evento, una ruptura de secuencia que cambiara su nuevo día, y así fue. Nueva jornada, y apenas llegó a la fábrica, la solución al problema ya se había anunciado, alguien había dado una idea, una tan obvia, que ni siquiera había sido considerada. Aún así algo faltaba, pero con la CPU más fría y recargada, sólo fue cuestión de algunos segundos y la solución estuvo nuevamente en sus manos. 

Al final, el problema era simple de resolver. Claro, después que se descubre la causa del problema, todo es fácil. No es el problema en sí una dificultad, sino el hecho de no encontrar aquella concisa y rápida respuesta cuando más se necesita, una respuesta que siempre estuvo al alcance de sus narices. Para cuando todo el sistema fue recuperado, la claridad en sus circuitos se impregnó de la secuencia de instrucciones que necesitaba, y la mecánica de sus movimientos fue recuperada. 

A los pocos minutos, tras hechas unas últimas comprobaciones, fue devuelto a la fábrica en perfecto estado, y todo volvió a una "supuesta normalidad".