22 junio, 2016

Ventanal

Era su imaginación… estaba en un salón casi vacío, enteramente de madera crujiente y firme, de piso antiguo y lustroso, impecablemente limpio, y espacio suficientemente amplio como para practicar danza o valet. Sólo estaba el sillón y una chimenea lateral sin uso, adornaba el lugar, mientras los destellos de luz se filtraban a través del gran ventanal que estaba abierto. La temperatura era cálida, agradablemente ideal, típica del verano, con una suave brisa costera que refrescaba el lugar, en un ambiente saturado de tenue bullicio y festejo que se escuchaban a lo lejos, denotando vida y “normalidad”.
Ahí estaba, tal vez cumpliendo un sueño, era su descanso, un tiempo merecido por años negado, y que por fin abrazaría con la tranquilidad que siempre anheló. El tiempo no importaba y en aquella solitaria noche especial, con ya casi las 00:00 hrs. de un nuevo año encima, colmado de augurios de renovaciones, pudo apreciar la destellante luz de los fuegos artificiales que anunciaban el inicio de un nuevo año. De pronto, los destellos de la luz permitían apreciar a través de una ventana abierta la imagen de dos siluetas entrelazadas sobre un moderno sillón, mientras el blanco falso de las cortinas danzaba al compás del viento.
Estaba de pie un poco más atrás, a unos cinco o seis metros de distancia del ventanal, apoyado sobre el marco de una puerta al otro extremo de la habitación. Aquella imagen saturó su mente colmando su ser con emociones que no podía controlar. Sabía que estaba solo, aun así, todo parecía muy "real".
No había apuro, y el tiempo parecía detenerse a ratos. Eran sus vacaciones, y no quiso interrumpir su imaginación. Se quedó inmóvil en el marco de la puerta observando la armonía de aquella imagen que percibía, mientras la habitación, en sus blancas paredes, se iba llenado de luces de colores destellantes que circulaban entre sombras lineales.
Sabía que no había nadie más en aquella habitación, y sabía que el sillón que apreciaba, tenía formas inusuales, talladas a mano, que perfectamente podrían confundir la visión de quién lo viese. Aun así, agudizó su visión un poco más, y prestó atención, logrando notar el suave movimiento oscilante de las siluetas.
El abrazo cálido que percibía entre ambas figuras, parecía la negación y enajenación a un  mundo cotidiano que siempre los mantuvo apartados desde siglos por causas y convicciones ajenas de un prediseñado sistema. Era parte de su imaginación y a su vez era parte de aquella existencia, más allá de su tiempo, y más allá del lugar que siempre es una inquebrantable esfera.
Después de un rato, avanzó lentamente unos pasos en dirección al sillón, mientras las luces encendían el cielo nocturno. La música de distintos lugares animaba el sector con alegre algarabía.
Se ganó a un lado, con su mano derecha apoyada sobre el respaldo, miró unos segundos a través de la ventana y respiró profundamente con un dejo de nostalgia, no estaba triste en ningún caso, solo quería que ese momento nunca acabara. Miró cada uno de los detalles del sillón vacío, iluminado, reclinándose y finalmente apoyándose en él hasta quedar cómodamente recostado. Estiró sus piernas a lo largo, entrecruzando sus pies, mientras su mano derecha se extendía para coger un vaso con dulce licor que estaba en una pequeña mesita de vidrio tallado al momento que observaba sus pies. Se quedó contemplando las luces que iluminaban su rostro y sus ojos parecían encandilados con su propio brillo. Miró la luna a través del vaso que giraba entre sus dedos, mientras el líquido se iba agitando con suavidad. Así estuvo por un rato.
 
De pronto… el crujir de los maderos anunciaba la presencia de unos pasos livianos. El vaso entre sus dedos se detuvo, y mientras miraba la luz a través de la ventana,  la menuda silueta se ubicó al frente del ventanal. Se quedó observando unos segundos, y entonces… por fin… sonrió.