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El ambiente
denotaba amabilidad por doquier, aún antes de llegar, la gente muy atenta y cortes, procurando
asistencia en todo momento. Algo que fue notoriamente grato.
Después de la ardua jornada, hubo un espacio de tiempo, al finalizar, entre
la distancia que hubo al caminar hacia la estación de buses, la que se
transformó en un momento de agradables sensaciones. El aire fresco costero
inundaba con fuerza las calles, y la brisa impetuosa se impregnaba en el rostro
como queriendo marcar territorio, denotando su intensa presencia.
Era una caminata simple, solitaria y tranquila, con alegría en
cada paso, muchos edificios alrededor, pero definitivamente un ambiente cálido
y reconfortante. Después de tanto tiempo, aquellos pocos minutos fueron algo maravilloso.
Caminar, pensar, sentir, vibrar con la naturaleza entre el cemento, entre verdes
colores y vivas flores, un aire más puro, y un espacio limpio a disfrutar.
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Y tú… Qué haces aquí?... Dijo el viento, como cogiendo
su rostro con ambas manos.
La respuesta silenciosa era obvia, estaba, tenía que estar,
y a su vez, deseaba estar, porque siempre es necesaria la cercanía. Eso no se
cuestiona, pensaba, porque simplemente el flujo del universo es así, y nos guía
misteriosamente como una corriente hacia donde queremos estar, aunque sea por breves instantes,
los suficientes como para poder percibir la naturaleza, y algo más.
Todo es tan rápido en estos días, la gente fluye tan sujeta
a sus obligaciones y obsesiones, que casi corren tras el tiempo, dejando de lado lo maravilloso que es la
contemplación de aquellas cosas simples que nos otorga la vida. Son pocos los
respiros, entre vivencias tangibles, mientras los pensamientos fluyen siempre en
libertad.
Quizás de eso se trata la vida, no es avanzar y dejar atrás, o llenarse de
cuestionamientos, acumular riquezas, o solo conocimientos, o creer en tener la razón sobre muchas cosas, asumiendo que el
único punto de vista válido es el propio, no, no es así, es más simple, es
mucho más simple que eso, es simplemente… sentir y disfrutar, hasta encontrar
el punto en que la nitidez que nos otorga la verdadera verdad, caminando entre el sutil y constante fluir con el viento, sin más.