Cada día es diferente, y en forma variada nos encontramos
con una fuente de energía que nos sumerge en el mundo del querer, por sobre el
hacer.
Hay días que son con mucho desgano, seguramente por el
curso natural del tiempo y las obligaciones, y otras veces nos revitalizamos en
un entusiasmo imparable.
A qué se debe todo eso, serán estados de enfermedad,
de salud, de soledad, y a su vez, de vigor resplandeciente, de sentirse vivos y encendidos por la vida,
o en otras ocasiones, con la sensación del ocaso impregnado.
No sé cómo describir esta sensación, que al parecer es más universal
de lo que parece, y más colectivo de lo que esperamos.
Te siento, me sientes.
Esa incluso es la aseveración, como también es la pregunta de siempre, en una conversación que no deja ni perece.
Existe un conjunto de emociones, guardadas, controladas,
bien administradas, y algunas tantas, desatadas en un espacio que se vuelve
inmenso, donde es posible extender sus alas hacia aquellos mundos y situaciones
que le dan cobijo, y le hacen feliz, o mejor dicho, "libre", por decir algo.
Ciertamente es un mundo extraño, tangible para algunos, o
lleno de ensueños para otros, pero a fin de cuentas es un mundo donde el tiempo
vuela, al son de unos días extraños.