15 septiembre, 2011

Calles sin nombre



Era un lugar desconocido, estaba oscuro, y del escaso tiempo que había, apenas algunas palabras se cruzaban amenas y discretas. La menuda figura siempre quería más, sin importar nada. Con paciencia, el más grande, a su manera, le protegía con paciente ternura.

El chofer dio una vuelta despacio, y encausó una dirección algo extraña, hasta llegar a un terminal, rodeado de prado. Entonces bajaron del móvil y caminaron.

Era un lugar lleno de pendientes, y en una de sus estrechas veredas, varios negocios daban vida al sector, que al parecer ya comenzaba a culminar su jornada.

Para el más grande, nunca le fue fácil dejar de lado la aprensión, y pese a que sabía que era lo adecuado, prosiguió un poco más, hasta que inevitablemente, el tiempo transcurrió, y el momento de la despedida llegó. Ya habría otro día, claro que sí, pensó, y dejó al más pequeño en un lugar seguro, conocido, en uno de los locales, el más concurrido, a pocas cuadras de su hogar.

Luego de eso, el más grande, siguió a solas la caminata, subiendo la pendiente unos cuantos pasos más. El más pequeño, le observó con curiosa mirada, mientras se perdía entre la multitud.

Los negocios ya pronto cerrarían, y todo se hacía cada vez más oscuro.

Unas pocas cuadras más arriba, se detuvo un instante, observó el lugar que le era totalmente desconocido, debiendo bajar hacia donde estaban un par de personas tomando un móvil.

Era tiempo de regresar, pero el aparente último móvil disponible, se desvaneció ante sus ojos, antes de lograr alcanzarle. Quedó rodeado de la oscuridad de un bello lugar, trastocando un mundo ajeno, donde la soledad lo embargó en un mundo desconocido, de Calles sin nombre.




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