Introducción
Recordaba una anécdota de infancia, inocua por cierto, cuando aún se usaban esas monedas antiguas seudo octogonales, escudos de aquella época. Bueno, esta historia nace de un vago recuerdo que surgió de pronto, sin alusiones de ninguna especie, y que solo pretende indicar que al final, siempre hay una reflexión, y por su puesto, una interpretación.
Centavos
Corría desordenadamente con una bolsa de género en la mano que casi arrastraba por los suelos, y algunos centavos en la otra, tenía apenas cinco años de edad. Se adentró en una panadería cercana a la casa, donde un hombre obeso y grande atendía su local como era de costumbre, cada día. El niño extendió su pequeña y pálida extremidad a través de su manga corta y entregando sus escasas monedas pidió su encargo de siempre, pan y algo para el pan.
El hombre entrecruzado de brazos y apoyado en el mesón, lo miró y vio que lo que no le alcanzaba porque lo que compraba costaba 15 centavos, y le explicó, - Ey!, jovencito, aquí hay 5 centavos de diferencia-. El niño lo quedó mirando y en su inocencia sólo atinó a decir “no importa, después me los da”. El hombre lo observó con cierta insistencia. El jamás había fiado, o recibido de menos, negocios son negocios, como el siempre se decía, pero se conmovió, seguramente por la naturalidad del pequeño. Entonces cedió a su petición, otorgando lo que el pequeño necesitaba. Eran apenas unos centavos, que finalmente recogió sin mirar, dejándolos sobre el mesón.
Después de un buen rato, cuando el hombre ya se prestaba a cerrar, y mientras hacía caja, vio sobre la mesa las monedas del niño que había dejado desparramadas pero juntas sobre el mesón, las cogió con cierta intriga y sorpresa. Había exactamente 20 centavos. Las miró, estuvo silencio por algunos minutos, y moviendo su cabeza de lado a lado, las recogió, guardándolas como un preciado tesoro, que para sí dejó.
Recordaba una anécdota de infancia, inocua por cierto, cuando aún se usaban esas monedas antiguas seudo octogonales, escudos de aquella época. Bueno, esta historia nace de un vago recuerdo que surgió de pronto, sin alusiones de ninguna especie, y que solo pretende indicar que al final, siempre hay una reflexión, y por su puesto, una interpretación.
Centavos
Corría desordenadamente con una bolsa de género en la mano que casi arrastraba por los suelos, y algunos centavos en la otra, tenía apenas cinco años de edad. Se adentró en una panadería cercana a la casa, donde un hombre obeso y grande atendía su local como era de costumbre, cada día. El niño extendió su pequeña y pálida extremidad a través de su manga corta y entregando sus escasas monedas pidió su encargo de siempre, pan y algo para el pan.
El hombre entrecruzado de brazos y apoyado en el mesón, lo miró y vio que lo que no le alcanzaba porque lo que compraba costaba 15 centavos, y le explicó, - Ey!, jovencito, aquí hay 5 centavos de diferencia-. El niño lo quedó mirando y en su inocencia sólo atinó a decir “no importa, después me los da”. El hombre lo observó con cierta insistencia. El jamás había fiado, o recibido de menos, negocios son negocios, como el siempre se decía, pero se conmovió, seguramente por la naturalidad del pequeño. Entonces cedió a su petición, otorgando lo que el pequeño necesitaba. Eran apenas unos centavos, que finalmente recogió sin mirar, dejándolos sobre el mesón.
Después de un buen rato, cuando el hombre ya se prestaba a cerrar, y mientras hacía caja, vio sobre la mesa las monedas del niño que había dejado desparramadas pero juntas sobre el mesón, las cogió con cierta intriga y sorpresa. Había exactamente 20 centavos. Las miró, estuvo silencio por algunos minutos, y moviendo su cabeza de lado a lado, las recogió, guardándolas como un preciado tesoro, que para sí dejó.
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