
No sé que pensar, han pasado años, y aún sigo busca la respuesta del saber. Creí haber tenido el tiempo necesario, pero he descubierto que ni con todo el tiempo del mundo es suficiente para aprender.
Los escasos instantes son tan breves, tanto que desaparecen como si fuesen segundos que se escurren como vertiente entre las manos, y a su vez quedan impregnados en un camino sin fin.
Los escasos instantes son tan breves, tanto que desaparecen como si fuesen segundos que se escurren como vertiente entre las manos, y a su vez quedan impregnados en un camino sin fin.
No juego a nada, aunque la vida en sí parezca un juego, que confunde a ratos, donde las piezas se van reubicando en secuencias indefinibles a seguir.
Pienso, sí…! aún pienso, hasta donde lo puedo hacer, así ha sido siempre, como una facultad que se transforma en virtud que no pretende desaparecer, porque al fin y al cabo, es más que eso, y sólo eso es.
Pasarán muchas cosas, como tantas que han pasado, aún así, cobijado en jaspe, sin poder escapar de su encanto me encontraré. Entonces, la música sonará, y en silencio todo volverá hacia mí, como un eterno inicio, como un eterno fin.
A veces me pregunto… Si no hubiese subido aquella escalera, si no hubiese hecho aquel dibujo, si no hubiese existido cuando debí dejar de existir, si no me hubiese ido de aquella cuna hecha de caja de cartón y tablas retorcidas, todo sería tan diferente. Mejor… peor… no lo sé.
Cada día es un nuevo amanecer, y cada día la generosa montaña es distinta, con sus nubes multicolores vistiendo de gala para que las pueda ver. Entonces, el primer pensamiento se viene y se convierte en lo que te acompaña hasta el anochecer, siempre conversando, discutiendo, y siempre dialogando una y otra vez. No importa cuantas veces se despierte, a veces de madrugada, y sabes que está ahí, porque se pronuncia, sin buscar, sin ver, porque sólo nace, aún con la inocencia pura de un adolecente que ya no es.
Quizás de eso se trate la felicidad, el hecho no sentirse sólo al fin, y ser capaces de ver el brillo de luz en un vaso, que nos hace meditar en lo que fuimos y en lo que somos, cada vez.
Pienso, sí…! aún pienso, hasta donde lo puedo hacer, así ha sido siempre, como una facultad que se transforma en virtud que no pretende desaparecer, porque al fin y al cabo, es más que eso, y sólo eso es.
Pasarán muchas cosas, como tantas que han pasado, aún así, cobijado en jaspe, sin poder escapar de su encanto me encontraré. Entonces, la música sonará, y en silencio todo volverá hacia mí, como un eterno inicio, como un eterno fin.
A veces me pregunto… Si no hubiese subido aquella escalera, si no hubiese hecho aquel dibujo, si no hubiese existido cuando debí dejar de existir, si no me hubiese ido de aquella cuna hecha de caja de cartón y tablas retorcidas, todo sería tan diferente. Mejor… peor… no lo sé.
Cada día es un nuevo amanecer, y cada día la generosa montaña es distinta, con sus nubes multicolores vistiendo de gala para que las pueda ver. Entonces, el primer pensamiento se viene y se convierte en lo que te acompaña hasta el anochecer, siempre conversando, discutiendo, y siempre dialogando una y otra vez. No importa cuantas veces se despierte, a veces de madrugada, y sabes que está ahí, porque se pronuncia, sin buscar, sin ver, porque sólo nace, aún con la inocencia pura de un adolecente que ya no es.
Quizás de eso se trate la felicidad, el hecho no sentirse sólo al fin, y ser capaces de ver el brillo de luz en un vaso, que nos hace meditar en lo que fuimos y en lo que somos, cada vez.
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