13 julio, 2010

Brisa, tempestad y paz


La escarcha blanqueaba el pasto que circundaba a mi paso, y en entretanto pensaba en lo cambiante que son los días. La baja temperatura sugería refugio, sugería cobijo, tener un tazón caliente entre los dedos, soplar suavemente el vapor y observar las múltiples figuras que se forman en el aire, de la nada estimulando nuestros pensamientos.

Discutimos muchas veces, sin palabras, sin contratiempo, es un mundo abstracto donde nadie más juega, como una tempestad envuelta en los rayos del delirio. Todo se desordena y se reconstruye a la vez, se maneja, con la voluntad inconciente de algo dulce sobre la mesa. Unas pocas galletas, churros o pancito, cualquier cosa, que inconcientemente compartimos.

Alguien se frota las manos, con abrigo y guantes, interrumpiendo con un comentario corriente. Los ojos rápido parpadean, se remueve la cabeza de un lado hacia el otro y vuelve a su realidad que continúa, y todo se desvanece. Pero la sensación queda, la pasión de una discusión, la calma de un momento, en cualquiera de sus formas, siempre se hace grato, dialogar en el profundo espacio del silencio.

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