23 agosto, 2013

Pese a la lejanía

Miró su calendario, y al ver que los días habían pasado muy rápido, sintió la necesidad de caminar y platicar bajo las sombras de los grandes árboles que le contemplaban.

Buscó entonces algo de paz, y en la ligereza del tiempo que se iba muy deprisa, sólo encontró una angustia que no había sentido antes. Quería retener el tiempo en sus manos, y por más que lo deseaba, su anhelo se desintegraba en el transcurso de los minutos que se esfumaban.

Caminó sobre el verde sendero acompañado sólo de su música, mientras sus pensamientos se fundían en sensaciones confusas. Ilusamente vertió una pregunta en su pantalla, recibiendo una negativa como respuesta, lo que le entristeció.

Se acababan los días, y con ello su esperanza de poder entregar un último abrazo como recuerdo. Tal vez, de alguna forma ya lo había hecho,  y su esencia no se perdería para siempre después de todo, quedando su recuerdo impregnado en la memoria, pese a la lejanía. 

16 agosto, 2013

Escrito

En general se suele pasar por la vida a razón de un conjunto de eventos y situaciones que nos mueven a conocer personas. Muchas de esas situaciones y personas, pasan desapercibidas por nuestras vidas, cómo si fuesen una lectura volátil en cada momento. Sin embargo, otras perduran en nuestra memoria, a veces, por los motivos más increíbles, o por parentesco, permanencia o la cercanía.

De pronto, la vida nos presenta a un desconocido, y en una fracción de segundo, se establece algo inexplicable, una conexión, que rápidamente se transforma en un vínculo inquebrantable ante el paso del tiempo.

La intensidad que se produce en los vínculos, va más allá aún, resultando interesante tratar de entender porqué aquel primer encuentro puede afectar el curso de tu vida, impregnándose en tus conceptos, en tus ideas, en tu conocimiento, en tus pensamientos, en tu círculo, en tu esencia y en tus sentimientos.

Una especie de regocijo interior fluye en aquel primer instante, casi como una especie de electricidad o señal que emana del interior, como si hubiese una especie de reconocimiento que identifica al otro, como una parte esencial que sin saberlo, era necesaria en tu vida. Esto no tiene que ver con conceptos de pareja, ni con gustos personales, más bien, es algo que sólo nace, sin querer y sin planifica, envolviendo tus sentidos, y que sin ser buscado se encuentra.

A raíz de este encuentro, las personas vinculadas, dejan de ser libros que solo se leen, y pasan a convertirse, en libros que se escriben, convirtiéndose en una historia que un día se inicia, y que después, jamás termina.

Cuanto más intentamos escribir, no es cuando más escribimos, porque no tiene que ver con la cantidad, sino, con la profundidad con que se escribe. Así, incluso el rayón más grueso se vuelve tenue o se desforma, desvaneciéndose en el tiempo, pero el surco profundo prevalece, por mucho que la tierra lo tape, o los cientos de miles de rayones pasen.

He pensado mucho en la partida, y en todas esas hojas escritas que aún faltan, que imaginaba cuan hermoso sería, si no existieran las distancias, los horarios, las obligaciones, o todo aquello que de alguna manera te empuja en una dirección ineludible, llena de reglas, de responsabilidades y tareas, que aunque sean producto de caminos elegidos, son las que nos alejan de poder tener espacios de tiempo, para poder compartir más, y mejor.

El abrazo intenso se respira en el recuerdo, mejor que mil palabras, una caminata, la contemplación de un paisaje hermoso, una grata comida, sentirse cómodo y en familia. Son cosas impagables, y que de alguna manera, son conceptos que quedan grabados en nuestra mente, a los cuales recurrimos cuando más en soledad y abandono, nos sentimos.

Saber que las distancias no significan nada, y sentir día a día que aunque no se pueda estar presente, sí se está, por el solo hecho de aquella intensa verdad que cobija un sentimiento.

Duele la partida de un ser querido, sí, y sólo el tiempo, con su paciencia infinita nos da la sabiduría y la calma, que poco a poco se va refugiando en bonitos recuerdos. Es un pobre consuelo, que no quiero.

Quisiera ser libre y poder volar, para así poder seguir escribiendo, más allá de un lugar, más allá de los sueños y más allá de lo ya escrito.

"Te recordaré, aunque me hayas olvidado"  

 "No te olvidaré, porque ya no puedo".


Está escrito.



06 agosto, 2013

Abandonos

Quizás llega un momento en la vida en que aquel mundo en que vivimos deja de ser el mundo que conocíamos. Es un mundo distinto, donde las cosas ya no son iguales a las de nuestro tiempo, y dónde los que estuvieron a nuestro lado, ya no estarán más.

Todo tiene un tiempo, breve por cierto, que mientras más se intenta retener, más se escabulle entre los dedos.

Nuevas cosas aparecen, así es, otros rostros, otras ciudades, otros países, incluso vemos  lugares y personas conocidos que ya no son lo que eran, o lo que fueron.

La adaptabilidad ante este nuevo mundo, con sus carencias y/o sus excesos, es vital, y cuanto más piensas en ello, más inserto te ves envuelto por este mundo ajeno.

De todas formas, existe algo bello en todo esto, y es que si eres capaz de ver más allá de lo que con tantas ansias atesoras y asfixias como propio, la libertad renace en nuevos destellos. Superar la sensación de soledad, es una tarea diaria, y muchas veces basta con el solo hecho de compartir una simple sonrisa, dejando un poco de lado los peros, y todo aquello.

Los sentimientos se ven afectados, tanto que la carencia de un abrazo puede hacer que tu día sea diferente, así como el recibirlo sea el argumento que permite revitalizar las energías para cada nuevo día. Es un gesto valioso, sí, es un gesto, que nos hace compañía por siempre con su grato recuerdo.

Muchas cosas se pueden hacer en esta vida, y en ello se nos va el tiempo, entregando un significado, que no requiere palabras, ni distancias, más que la simple imagen impregnada de aquellos buenos momentos.

Inevitablemente, ellos se van, algunos, obligados por la responsabilidad, otros guiados por la necesidad de pasos nuevos, otros, simplemente ya nunca más volverán, porque han partido a eternos sueños.

Coleccionamos tantas cosas en nuestras vidas, y una de esas, es el apego, que pasa a formar parte vital de nuestra existencia, importante para algunos, y lejanos para otros reflejos.

Cargamos con las cadenas que forjamos, y arrastramos los numerosos ladrillos que encontramos, pero el resultado siempre es el mismo. Y yo, no soy uno de esos.

Conocemos y tomamos, nos movemos y dejamos, hasta el punto en que en algún rincón de nuestro interior, nos damos cuenta que ciertas cosas no fueron. Lo que pudimos hacer y no hicimos, en cualquier sentido es un arrepentimiento, que por siempre trasciende en nuestros sueños y en nuestros pensamientos.

Así, el sonido de una melodía marca el tono, y en la profundidad de su armonía, lo que queda en la memoria y en nuestra imaginación es lo único que cuenta, para ser feliz, en este mundo distinto, colmado de abandonos.